“Drugslab es un programa educativo de YouTube. Tomaremos las drogas que quieras que probemos. Lo haremos en nombre de la ciencia”. Así se presenta un canal de esta red social en el que tres jóvenes consumen sustancias como GHB, popper, hachís, LSD, cafeína pura o éxtasis frente a las cámaras.
Además de describir cuáles son los efectos de cada una de las sustancias que prueban (llevan 30 vídeos), se explican cuestiones como cuáles son las dosis recomendadas según los efectos que se quieran conseguir, en qué contextos es mejor su consumo, cuáles son los riesgos y qué es lo que hacer y no hacer cuando se está “colocado”.
Pero ¿cuánta información es positiva y cuánta negativa? ¿Se puede hablar “demasiado” de las drogas con las y los jóvenes?
Contexto
El límite de la información no está tanto en su cantidad, sino en cómo se da, dónde y quién. “Según la investigación, dice Miguel Ángel Rodríguez, subdirector de estudios y programas de la FAD, no toda la información es relevante, aunque es muy necesaria”.
Amando Vega, profesor de la Universidad del País Vasco jubilado y con conocimiento en el campo de los jóvenes y las drogas, está de acuerdo. “Puede haber un programa estupendo” pero es necesario que esté muy cerca de la realidad del lugar y de las personas a las que se dirige. Los mensajes, si se perciben como enviados desde fuera, se entiende que son “propaganda” y lo que hay que hacer, según Vega, es “hablar en serio de lo bueno y de lo malo”. Chicos y chicas aceptan mejor el mensaje cuando se da en un ambiente de confianza, “pero cuando es algo especial, de fuera, no se normaliza”.
Rodríguez asegura que “la información está bien si se inserta dentro de un proyecto educativo que tenga como fin el cambio, la reflexión sobre las ideas previas sobre las drogas”.
“Si estos vídeos se ponen en un IES y alguien te ofrece un espacio donde reflexionar, pueden generarse nuevas actitudes, hay un conocimiento más objetivo”.
Pero, a parte de dar información a chicas y chicos, es importante tener en cuenta elementos como las edades de cada grupo para evitar que lo que quiere ser prevención acabe convirtiéndose en una incitación, en un acercamiento a determinadas sustancias.
La intervención entre iguales es importante también. Desde Energy Control, un proyecto perteneciente a la Asociación Bienestar y Desarrollo, que pretende reducir los riesgos del consumo de drogas desde una perspectiva de prevención, Ana Muñoz, su coordinadora en Madrid, habla de la importancia de tener presente que la intervención ha de ser cercana. En varios sentidos.
Energy Control trabaja en diferentes contextos. Tanto en centros educativos como, y sobre todo, en lugares de ocio nocturno, discotecas y fiestas. Desde mayo han estado realizando un programa piloto con menores en botellones con el Ayuntamiento de Madrid. Piloto que se ha convertido en un proyecto para dos años.
Entre las claves, primero, que quienes se acerquen a hablar con jóvenes, estén preparados para hacerlo en este tipo de ambientes, que no les incomode hablar con personas que están bajo los efectos de las drogas. Además de esto, es importante el tipo de vocabulario, lo más cercano a la realidad de las personas a quienes se dirigen. También, utilizando diferentes dinámicas. La idea es conseguir en quienes les escuchan una actitud crítica hacia el consumo.
¿Por qué consumes?
Es la primera y más improtante clave a la hora de conseguir este consumo crítico, o la prevención del consumo. Conseguir que chicos y chicas paren a pensar sobre el uso que están haciendo de las sustancias; sus motivaciones y aquello que quieren conseguir de las drogas se vuelve la piedra de toque.
“Cuando hacemos talleres en centros educativos, de lo que menos hablamos es de drogas”, dice Ana Muñoz. Y esto es así porque “consumes traído por muchas otras cosas” como la presión de grupo, la autoestima o las habilidades sociales.
Responsabilidad a la hora de consumir y una mejora de la autoestima se convierten en las dos palancas del cambio a la hora de cambiar los hábitos.
“Es importante pensar en qué consumes, pero sobre todo quién eres y para qué consumes”, apoya Rodríguez, quien destaca la importancia de conocer los posibles riesgos a los que se expone quien decide consumir drogas: en el rendimiento educativo, en las relaciones con los demás, frente a posibles trabajos. “Estos son otros posibles problemas provocados por las drogas, a pesar de que de lo que más se hable es de la adicción”.
Amando Vega también señala la importancia de conocer las consecuencias del consumo en niveles psíquicos, sociales y físicos a la hora de enfocar los consumos desde un ámbito educativo. También la de otros elementos como saber dónde se ha de acudir para recibir orientación, conocer la legislación, ser comprensivo con quien tiene problemas de consumo o saber tomar decisiones en momentos tensos o difíciles.
Vega pone el foco en el ámbito educativo por ser un espacio que pretende la emancipación y la autonomía de las personas, como un buen lugar en el que conseguir herramientas a la hora de enfrentar el consumo de drogas.
Señala que “existen entre los adolescentes, no consumidores positivos y negativos (les cuesta no consumir), consumidores moderados, grandes consumidores autocontrolados, y grandes bebedores impulsivos”.
En cualquier caso parece haber un cierto ocultamiento en lo relativo al uso de las drogas por parte de la población (joven y no tanto), cuestión que puede estar ayudando a que cada cierto tiempo salten a los medios noticias sobre menores que sufren problemas importantes, e incluso algunos que fallecen por el consumo inconsciente de diferentes sustancias.
El mismo día que se conocía la muerte de una niña en un botellón por un alto consumo de alcohol, Energy Control firmaba el convenio con el Ayuntamiento de Madrid.
Niñas y niños que comienzan a consumir cada vez más jóvenes, pero que no reciben información de ningún tipo sobre drogas desde ninguna instancia cercana. Menores, como nos cuenta Muñoz, que no saben en qué momento les sube el alcohol que consumen o que deben y pueden llamar a una ambulancia para que acuda en ayuda de un amigo o amiga que tiene un coma etílico.
Campañas centradas en los peligros más inmediatos o en las posibles adicciones han cerrado un ciclo. Ahora el trabajo ha de centrarse más en la construcción de personas críticas que hacen un consumo mucho más crítico y consciente de las sustancias, que se conocen mejor y saben qué quieren.