Hace dos años casi, Vicent Marzà puso en marcha un programa experimental para la escolarización de niños de 2 años en colegios públicos. Recientemente publicó la Consellería un informe en el que se había un balance muy positivo de este proyecto, como también defendió el consejero en una entrevista hace unas semanas en este periódico.
Aprovechando un viaje a la ciudad nos reunimos con Conxi, Blanca, Vicky y Feli. Representan a algunos de los sectores “afectados” por el programa. Una es formadora en FP de técnicos de Educación Infantil. Otra trabaja en uno de los colegios del programa experimental y tiene una niña que se beneficia de él. Las otras dos trabajan en El Trenet, una escuela infantil cooperativa nacida en 1979.
No son muchos los centros del programa, pero ya se puede hacer algo de balance. La Generalitat lo ha hecho, con una consulta entre directoras y directores de los CEIP. Muy positiva.
Dos son las causas de este plan: la recuperación de aulas públicas cerradas por anteriores gobierno con excusa de la falta de matrícula y, por otra parte, la conciliación de las familias.
“Estoy encantada” dice Blanca al hablar de la posibilidad de llevar a su hija al colegio. Ella y su pareja, ambos maestros, tienen tres hijos, y aunque económicamente no van mal, ahorrarse lo que cuesta una escuela infantil privada se agradece.
Aunque todo tiene matices. “Podían haber esperado un año”, asegura. Este es un diagnóstico compartido: ha habido precipitación desde Educación. Los espacios escolares no son los idóneos, el primer año se ha perdido mucho tiempo intentando acondicionar aulas y patios. Pero sobre todo hay un problema con la formación de las y los maestros de los colegios elegidos.
Formación docente
La consellería, nos explican, ha dado la posibilidad (no es obligatorio) de que el personal docente que ahora tratará con las criaturas de 2 años en los colegios visiten estuelas infantiles con programas punteros. Caso del Trenet.
Según una de las maestras que trabaja en este centro, la mayor parte de los y las docentes y técnicos que implementan o implementarán el programa “no quieren ir” a esas escuelas infantiles a ver cómo se trabaja en estas edades. “Al Trenet han venido dos personas, que ya estaban super concienciadas… es un dato preocupante”.
Quienes trabajan en colegios de primaria, a pesar de tener una formación teórica que les habilita, no han trabajado habitualmente con bebés de 2 años, y los requerimientos que tienen en comparación a niñas y niños de 3, 4 o 5 años, son muy diferentes.
Entre estos requerimientos se encuentra, por ejemplo, la posibilidad de que las familias accedan a las aulas con sus hijas e hijos, al menos al inicio del curso, para trabajar de una manera más tranquila la separación. Nos cuenta Blanca que en su colegio en los primeros días del primer año del programa hubo bastante descontrol. Les ha costado un poco aceptar la posibilidad de que madres y padres crucen el umbral del centro con cierta cotidianidad.
Cuestiones como esta o, apuntan las maestras, una necesidad de estabilidad afectiva de las criaturas con los adultos que tienen alrededor, sean familia o profesorado. Aquí, claro, aparece el problema del porcentaje de interinidad de las plantillas en los colegios públicos, ya no solo valencianos, si no de todo el Estado.
Otro de los puntos fuertes del programa es la obligatoriedad de que haya dos personas con niñas y niños, una maestra y otra con título de FP. Esta solución tampoco gusta. “Oportunidad histórica desperdiciada”, dice Conxi. La apuesta debería haber ido más en línea con la de la pareja pedagógica, al estilo de Reggio Emilia. Dos personas con la misma responsabilidad en el aula, con el mismo salario y que trabajan mano a mano. Tener una técnico y una maestra conduce a diferenciaciones que pueden perjudicar.
Además, si van a trabajar en equipo, afirman que sería interesante que primero se hiciesen esas parejas, para que se conociesen, se formasen en trabajo cooperativo, aprendieran a coordinarse la una con la otra.
Creen que el gobierno valenciano no ha sido valiente con la decisión tomada. Entienden las prisas, pero su apuesta era esperar un poco más para garantizar, sobre todo, una formación idónea. Y creen que habría sido más valiente intentar atraer a las cooperativas que históricamente trabajan en la ciudad hacia el sistema público. Ahora, centros como El Patufet o El Trenet se encuentran, después de casi cuatro décadas de funcionamiento, en una situación precaria, con una consellería que les hace una feroz competencia en lo económico, y que, a pesar de tener unos proyectos pedagógicos muy potentes, esto no les garantice demasiado el porvenir.
Subvencionar lo que funciona
Esta es una de las opciones que ponen sobre la mesa. Valencia, como otras ciudades, tuvo al principio de la democracia un auge importante de centros de infantil con un potente proyecto pedagógico, muy renovador, que sobrevive a duras penas , entre otras razones, por el desmantelamientos como el vivido allí del Patronato de Escuelas Infantiles. El caso es que sigue habiendo personas y centros altamente implicados en una potente educación infantil.
La posibilidad de que la administración educativa hubiese subvencionado a los centros de infantil, por ejemplo, como solución alternativa, surge durante la conversación. Pero como señalan Conxi, Vicky y Feli, con cuidado, no cualquier escuela, solo las que garanticen una educación que acompañe el crecimiento de las criaturas, se adecue a su forma de aprender, a sus tiempos e intereses. No a ver quién aprende números, letras o inglés más rápido.
Como se preguntaban desde El Trenet en una carta abierta cuando se supo que el programa experimental aumentaría a 50 centros en el segundo año (durante este curso), “¿Por qué no tratamos de reconstruir el Patronato Municipal de Escuelas Infantiles, tal como aparecía en el programa electoral de los partidos que actualmente ocupan lla Generalitat Valenciana y el Ajunstament de València?”.
La respuesta la dan las maestras: es muy caro y el actual gobierno valenciano no tiene dinero debido a la gestión de las últimas dos décadas. También entienden que el golpe de efecto es importante al anunciar y poner en marcha el programa.
O la importancia de recuperar las aulas públicas que en los últimos años se han ido cerrando en favor de la red concertada, eso sí, a pesar de que esto no esté tan claro tampoco.
Hay no pocas familias que han escolarizado a sus hijos de 2 años en el programa que no seguirán en el mismo centro los próximos cursos. Al menos es lo que nos aclara Blanca. Por no hablar de que en el aula de 2 años de su centro, hoy, hay menos de una decena de alumnos, cifra que tampoco parece capaz de garantizar aulas públicas posteriormente. “Ha pesado más la necesidad del titular: hemos ampliado la gratuidad, que lo que es la educación a los 2 años”.
Los espacios
El de los espacios es otro de los problemas que se apuntan. Una criatura de 0-3 años necesita espacios cercanos: cocina, comedor, sala de psicomotricidad. “Que pueda transitar la escuela de manera autónoma. Tiene que ser pequeña, que le permita relacionarse con las personas adultas. Que las familias puedan intervenir, convivir en la jornada escolar. Esto, la organización de una escuela de primaria es difícil que lo pueda dar”.
A pesar de todo, las cuatro educadoras convienen en que el de los espacios es el menor de los problemas si quienes han de trabajar con niñas y niños son personas con una correcta formación.
Pero vuelve a surgir la posibilidad de que la Administración hubiera esperado un poco más, un año, para darse tiempo, primero, de formar a quienes harán frente al programa, así como para acondicionar los espacios posibles.
Se quedan en el tintero otros asuntos relacionados con la relación de la escuela infantil con el barrio o el pueblo en el que se enclava y cómo afecta el programa a estas realidades, o la apuesta de comenzar el programa plurilingue también en estas edades (algo que no parece problemático para estas maestras), o sobre la evaluación llevada a cabo por la administración.
Como dice durante la conversación el único hombre, Jaume Martínez Bonafé (imprescindible a la hora de juntar esta mesa), el programa es “políticamente, muy acertado, y pedagógicamente, mal”.