Yolanda Domínguez es una artista visual dedicada, desde hace años, a reflexionar y hacer reflexionar sobre la representación de las mujeres en general. En el mundo de la moda particularmente. En ocasiones, lo que hace está a medio camino entre el arte y la acción política.
Trabaja con centros educativos hablando sobre lectura de la imagen, también escribe habitualmente en Huffington Post y, además, ha dado clases en centros extranjeros sobre su trabajo.
¿Por qué utilizas a acción en espacios públicos?
En Bellas Artes te cuentan que un artista es alguien genial al que admiran o compran los demás. Empecé con la pintura, haciendo exposiciones, vendía cuadros pero aquello me dejaba como muy fría. Al final se compra arte para decorar una pared, y no era lo que yo quería, que era comunicar.
Me pasé a la fotografía porque me parecía más actual, más narrativa. Hice un proyecto en el espacio urbano, el de Princesas: son «princesas» que hacen top manta con sus objetos, hubo quien compró. Yo quería tomar unas fotos de aquello, pero vi que empezaban a pasar cosas y que lo interesante no era tanto la foto como lo que ocurría, la acción que se generaba. Me fascinó. Esto es lo que yo quiero. Como cuando te enamoras de alguien, en cuanto lo ves, el flechazo.
Empecé a hacer acciones que fueran interactivas porque el formato actual del arte, aunque no todo, es muy limitado, solo comercial, no hay comunidad. El arte en sus comienzos era una actividad social. Me interesa recuperar esa dimensión social, colectiva, de gente que se reúne para hacer algo juntos. Cada vez más mi trabajo tiene que ver con propuestas en las que la gente puede participar. Fuera de la galería, que me parece un lugar comercial, aislado de la vida.
Yo no soy la única, ha habido muchos movimientos que han tratado de sacar el arte de la galería y llevarlo a la vida. La calle es un lugar muy democrático, en donde puedes llegar a todo el mundo, no solo a la gente que se interesa por el arte, que desgraciadamente es muy poca. Me parecía que podía llegar a mucha gente y, a través de la acción, generar propuestas, no tanto respuestas. O hablar cuestiones personales, que también están, para abrirlas a la participación. De las acciones surgen formatos paralelos como son los vídeos que tienen lecturas diferentes a las de la acción. Uno vive la acción y otro la ve en un vídeo.
Los espectadores, ¿tienen alguna información de lo que ocurre en algún momento?
Al principio trabajaba con actrices y las personas que las veían pensaban que estaban en una situación de ficción. Podían decidir si participar o no. Algo que siempre tengo en cuenta es que las acciones sean cosas que no agredan. Están ahí y si quieres te paras. Yo no voy a molestar.
Las personas no tienen información y reaccionan según lo que piensen. Yo siempre estoy un poco de directora de orquesta y si alguien se preocupa mucho o pide información, se la doy. Si es una personas que pasa, se ríe o toma una imagen, no explico nada. Luego genero un vídeo o un documento de la acción en el que sí que explico y tiene una lectura diferente.
Esto fue al principio, pero empecé a recibir correos de gente que quería participar y que contara con ellas para las siguientes. Para mis últimas acciones lo que hago es poner convocatorias abiertas.
¿No te da problemas con las autoridades?
Hasta ahora no. De hecho la de Registro (mujeres que acudieron al Registro a registrar sus cuerpos en protesta durante el debate sobre la reforma de la Ley del aborto de Gallardón) fue con las autoridades. Pensaba que nos iban a echar y, al revés, estaban encantados.
Cuál es la frontera entre el arte y la protesta.
Es la intención. El arte es una expresión y esa expresión puede ser de paz, tranquilidad, crítica, deseos… Es la intención del artista de generar una reflexión artística. Una manifestación, ¿es arte? Un vídeo publicitario puede ser igual formalmente que el de un videoartista. ¿qué los diferencia? Pues uno tiene un contexto y un contenido y otro, otro.
¿Por qué la reflexión sobre la mujer y su imagen?
Porque me afecta personalmente. Todo surge de una cuestión personal, un momento en el que necesitas reflexionarlo con otras personas. Es un tema que me preocupa, me indigna.
¿Está peor el lenguaje publicitario ahora que hace unos años?
En algunos aspectos está peor… las formas parecen más sutiles, pero no lo son. Se utiliza el cuerpo de la mujer como reclamo, igual no ves que alguien le pega un puñetazo o que lo dicen en un eslogan, pero puedes ver imágenes de mujeres tiradas en el suelo y con sangre encima y resulta que es una publicidad de moda.
Se ha normalizado un alto nivel de violencia, cada vez se sube más. El nivel de sexo explícito también. Cada vez somos más insensibles. No creo que hayamos avanzado mucho, la verdad.
Hiciste una sesión con niños en la que veían imágenes de moda. ¿qué mecanismo hace que una cosa sea glamour para el mundo de la moda y para una niña o niño sea ejemplo enfermedad o violencia?
Primero, los niños no están acostumbrados, nosotros sí. Ellos no tienen este efecto anestesia de los demás por la sobreexposición. Funciona igual que cuando te pones un perfume, que dejas de olerlo. Yo juego con esa falta de costumbre.
Por otro lado, en nuestra sociedad hay una espectacularización de la violencia, hay escenas que pueden ser agresivas para unas personas y que para otras son placer, por ejemplo, la pornografía.
Yo creo que en la moda y en los mass media, la violencia contra las mujeres es algo que está muy normalizado. La moda juega con el poder, con el sexo. Muchas veces, someter a alguien puede resultar placentero.
¿Nos falta educación visual?
Estamos educados visualmente porque el hecho de que veamos según qué cosas como normales se debe a que estamos educados para verlo normal. El problema es que no nos enseñan a leer las imágenes, nadie nos acompaña. A los niños nadie los acompaña cuando ven una serie o una película. Se les deja solos frente al televisor. Nadie está diciéndoles: “Esto es ficción, esto puede ser de otra manera, esto tal…”. Como no hay una reflexión sobre las imágenes es muy complicado filtrarlas y entenderlas. Tampoco nos afectan a todas las personas por igual. Depende de tus vivencias, de tu educación, de tu personalidad.
También está el código visual. Los adultos entendemos que una cierta imagen pertenece al mundo de la moda o de publicidad y ya no leemos el contenido, sino el código visual. Pero la mayoría de los niños no sabían qué era Miumiu, o no entienden que se trataba de una publicidad, y eso influye. Al no saber que es publicidad, la lectura es diferente.
Los niños y niñas ofrecen en el vídeo una visión triste y divertida de la violencia que se ve en la publicidad.
Tenía imágenes todavía más violentas, pero no podía enseñárselas a los niños. Imágenes de mujeres con las piernas abiertas, tiradas en un descampado… Con los niños filtré. En lo relacionado con el sexo no les puse nada explícito. Hay imágenes que me parecen espeluznantes.
El problema es que no leemos esos mensajes. Como estamos acostumbrados a verlas, pasamos página. Eso está reforzando la normalización.
¿Qué se puede hacer con la publicidad?
Se puede trabajar para que las agencias sean conscientes de la dimensión social de su trabajo. Cuando hablo con ellos, me dicen: “Bueno, es que mi objetivo es vender un producto, no es educar”. Yo lo entiendo pero tienes que hacerte responsable de las consecuencias derivadas de tu actividad. Si tú fabricas pantalones y contaminas el río, te ponen una multa. Tú no puedes decir que fabricas pantalones y que la contaminación del río no es tu problema. Generas un residuo del que te tienes que encargar. Aunque no sea tu objetivo.
Por otra parte, a las personas hay que darles pautas para que empiecen a detectar los mensajes. Cuando hago una crítica a un anuncio o lo que sea, también le digo a otras personas que ojo con los mensajes. Y hay personas que no los ven. Que te dicen: “Ostras, no me había dado cuenta, pero es verdad”.
Resulta interesante el juego de descontextualizar que realizas, recreando fotografías de anuncios en lugares públicos…
Otra de las formas para leer la imagen es el contexto. Si la vemos en una revista, simplemente por el soporte, estamos dándole un valor determinado. No es lo mismo verlo en una revista, en una exposición…
En mis talleres explico estos factores que intervienen. También el número de veces que vemos una imagen. Y hay factores relacionados con la persona, otras con la imagen. Es complejo, pero si te dan pautas puedes estar más preparado, filtrar.
¿Habría que hacer algo desde la educación formal?
En todas las universidades en las que se educa a personas que van a generar imagen deberían tener todas estas reflexiones. He dado conferencias en institutos, y los chavales se comunican con imágenes. No leen. Tienes aplicaciones como Snapchat.
Está ocurriendo algo interesante: todos tenemos la capacidad de generar imagen. Antes teníamos al pintor o al cineasta. Hoy todas las personas tenemos un smartphone y podemos autorepresentarnos. ¿Cómo son esas imágenes? ¿están reforzando estereotipos o están equilibrándolos? Como mujer tengo la opción de hacerme un selfie metiendo tripa o poniendo morritos o usar un filtro, o puedo decir: “Esta soy yo, con mis pelos en las piernas o mi celulitis”.
Hay que enseñar que la imagen es poder. Es una herramienta muy importante de comunicación, de persuasión. Hay que aprender a utilizarla.
¿Cómo son tus talleres en institutos?
Todo lo que tenemos proviene del arte, de la pintura. Los mass media llevan 100 años entre nosotros, y todos los estereotipos que repiten están en la pintura. En los talleres voy decodificando, hablamos de cómo se producen los estereotipos, de por qué se producen: los mass media quieren llegar al mayor número de gente posible en su objetivo económico y para eso tienen que hablar con esterotipos, porque es lo que ya entendemos.
Desde que nos dicen que las niñas son rosas y los niños agresivos, ya no pueden hablarnos de otra manera porque puede que no los entendamos. Claro, simplifican la realidad y nos llega muy distorsionada. Lo que vemos en los medios no es la realidad, es una parte. Está condicionada por la representación.
Ah y un tema importante de la libertad. Los medios dicen que son libres para generar la imagen que les dé la gana, pero me quitan libertad a mí porque me cuentan el mundo con una versión que no es la realidad. No me dejas a mí ser libre. Tengo derecho a acceder a una información diversa, y no la tengo.
Esto recuerda a la polémica que tuviste en el Huffintong por Cristina Pedroche.
Una mujer que decide por una cuestión económica no tiene libertad. Es el mismo discurso que se aplica a la prostitución o a la gestación subrogada. Si estuvieras en igualdad de condiciones, si a las mujeres nos trataran en los medios igual que a los hombres, no haría falta. Pero no nos tratan igual. Para acceder al mismo espacio, una mujer se tiene que desnudar, sino, no sale.
¿Y cuando es ella la que reivindica hacerlo?
Yo te pregunto, ¿por qué llevas pantalones y no falda? Tú puedes decirme que eres libre de llevar pantalones. Es lo mismo.
Pero yo no he cuestionado en ningún momento a Cristina. He cuestionado que la cadena tome la decisión de que un hombre salga vestido y que una mujer tenga que exhibir su cuerpo. La responsabilidad está en la cadena. Ella, si le pagan un dineral, ¿cómo no lo va a elegir? Que no la paguen nada, a ver si lo sigue eligiendo.
Tienes que ver si con tu acto vas a equilibrar. Todos los actos que hacemos libremente afectan a otras personas. Hay que empezar a desplazar la libertad individual por la del colectivo. Si tú como mujer o como hombre decides hacer algo, puedes ver cómo va a afectar al resto de mujeres, ¿les va a aportar algo bueno? Yo me sitúo más en ese otro lado. No vivimos aislados. Si hiciéramos ese gesto de pensar en los demás… De pensar un poquito.
¿El papel del arte es este?
No hay un solo papel del arte. Yo sí tengo la intención de recuperar la dimensión colectiva. No todo el arte tiene un interés social. Pero creo que tiene una función social porque es comunicación. Es decir, desde el momento en que el arte es comunicación es un bien social. Pero creo que hoy el arte mainstream tiene una función muy comercial. Aunque hay proyectos artísticos que se salen del mercado puro y duro.
¿Se puede vivir del arte?
Yo vivo de mi actividad, que no es la venta de objetos, sino adaptar mi discurso lo adapto a diferentes soportes. Algo puede ser una acción que quiero hacer, o una acción que me piden. Por ejemplo, Médicos del Mundo, que me encarga una acción para concienciar. Ahí hay una retribución.
Me están pidiendo acciones para programas educativos. Santillana me pidió el vídeo de Niños versus Moda para ponerlo en el programa de 2º de la ESO… Hay una aplicación educativa de mi trabajo, conferencias, artículos… Y sí vivo de mi trabajo.