Este martes es una fecha marcada en el calendario de muchos estudiantes porque empiezan las pruebas de acceso a la universidad en seis comunidades. Las demás empezarán el miércoles o la semana que viene. A los nervios tradicionales, este año se han sumado otro factor: la incertidumbre.
Hasta el mes de febrero, los institutos no recibieron ninguna información sobre la prueba, que ha ido cambiando de naturaleza y de estructura una y otra vez: la reválida que quiso diseñar el exministro José Ignacio Wert, idéntica para todo el alumnado del Estado y con preguntas tipo test, se ha convertido con la política de marcha atrás de Íñigo Méndez de Vigo en una evaluación muy parecida a la antigua Selectividad llamada Evaluación de Bachillerato para el Acceso a la Universidad (EBAU o EvAU, en algunas regiones) solo para los estudiantes con intención de estudiar un Grado.
Hasta diciembre de 2016, con un tercio del curso completado, no se publicó la orden ministerial con el diseño básico de la prueba. A finales de octubre, Mariano Rajoy anunciaba que retiraba los efectos académicos de las reválidas tras una jornada de fuerte movilización de la comunidad educativa contra estas evaluaciones. Y una semana después el ministro de Educación comunicó que la prueba no solo no era obligatoria para titular sino que además únicamente tendrían que presentarse los estudiantes con intención de ir a la universidad.
Profes y psicólogos
Para entonces, los estudiantes de 2º de Bachillerato ya estaban metidos en la vorágine del último curso del instituto, que obliga a los profesores a impartir clase contrarreloj con un adversario añadido este curso, además del tiempo.
«Ha habido asignaturas en las que han cambiado las indicaciones de modelo de examen varias veces. Los docentes hemos absorbido los miedos y las inseguridades que tenían los alumnos. Lo hemos sufrido y lo hemos compartido. Me he pasado clases enteras haciendo casi una terapia de grupo», dice Ana Ojea, profesora en un instituto gallego de Cultura Audiovisual II, una materia hija de la Lomce. «Ha sido surrealista porque, al ser nueva, no teníamos ni modelos de años anteriores con los que ir tirando», añade. Ojea dice que empezó diseñando pruebas tipo test «que no sirvieron de nada porque en febrero nos dijeron que el examen era diferente».
Rubén, en Madrid, y Herminia, desde Sevilla, lo han vivido en primera persona. «Ha sido bastante estresante. Hasta bien avanzado el segundo trimestre no nos dieron indicaciones de nada», explica él. Ambos hablan de los problemas para preparar Historia de España, una asignatura de la que hay que examinarse obligatoriamente por primera vez tras desaparecer Filosofía. Antes se podía elegir una u otra.
«El modelo en Andalucía ha cambiado bastante y ahora es necesario estudiarse a fondo una parte mayor del temario porque hay más preguntas cortas más variadas», describe Herminia. Rubén cuenta que empezaron a resumir los temas pensando en esa pregunta larga que tenía el antiguo modelo «y a última hora hemos tenido que rehacer todo el temario adaptando todo».
«La sensación de desprotección nos ha acompañado todo el curso», reconoce Ojea. Dice que se disculpó ante sus alumnos y alumnas el último día «en nombre del sistema porque soy funcionaria pública». «Nos han ninguneado a base de ignorarnos, no he visto una cosa igual en los 18 años que llevo como profe ni tampoco en mi etapa como estudiante», afirma. La Confederacion de Padres y Madres de Alumnos (Ceapa), mayoritaria en la escuela pública, han denunciado en una nota la «idefensión completa del alumnado, sujeto a presiones y angustias que no deberían haber existido».
Lo que impone el Ministerio y antes no
El Gobierno ha reducido por decreto el margen que tenían los estudiantes para elegir las materias de las que se examinan a partir de este martes. El Ministerio de Educación impone ir al examen de Historia de España y marca cuál es la asignatura de modalidad para cada rama de Bachillerato, cuando antes se podía elegir entre tres posibles. Si eres de Ciencias, haces Matemáticas; los de Sociales, Matemáticas Aplicadas; y si has cursado Humanidades, vas a Latín.
Los exámenes no serán iguales en todas las comunidades, como quería Wert, pero al menos un 70% de las preguntas tienen que evaluar unos estándares de aprendizaje fijados por el Ministerio en su orden de diciembre de 2016. ¿Cómo? Con preguntas abiertas y semiabiertas (que ocupen al menos el 50% de la prueba) y también de opción múltiple, según el real decreto que regula la EvAU.
Las comunidades autónomas puede plantear el otro 30% del cuestionario fuera de esos estándares obligados pero siempre respondiendo a los contenidos del nivel marcados por ley. Y todas, eso sí, deben pasar un cuestionario «de contexto» para conocer el nivel socioeconómico de las familias del examinado.
En un curso de transición marcado por los cambios de última hora, la mayoría de comunidades han optado por diseñar unos exámenes lo más parecidos posible a la antigua Prueba de Acceso a la Universidad (PAU). El de Lengua y Literatura, por ejemplo, no ha variado nada en Madrid. «Nos han sacado de temario la literatura hispanoamericana y algunas cosas de morfología, pero la estructura es la misma», explica Ana, docente de la asignatura en un instituto madrileño.
La nota cambia según la carrera
El número de pruebas y el peso que tiene cada una en la nota final no ha cambiado. Cada estudiante se presenta a tres o cuatro troncales –Lengua y Literatura, Lengua Extranjera, Historia y Lengua Cooficial en las regiones que la tengan– y una de modalidad. Todas ellas suman cuatro puntos que hacen una media ponderada con la nota de Bachillerato, que tiene un peso de seis. No es necesario llegar al cinco en la EvAU, a partir de un cuatro sirve para hacer esa media.
Entre una y otra salen 10 puntos como máximo, a los que se pueden añadir otros cuatro extra. ¿Cómo se obtienen? Presentándote a las llamadas asignaturas específicas. Un alumno o alumna puede examinarse hasta de cuatro pero solo se contará la nota de dos, las dos mejores.
Si no sacas al menos un cinco en las específicas, la posibilidad de subir nota se anula. Y si apruebas, la calificación puede aumentar más o menos en función de la carrera que elijas. Cada universidad publica unas « tablas de ponderación» con las que los estudiantes se tienen que calcular su nota final. La universidad en la que se presentan a la prueba solo les comunica una calificación sobre 10; el resto hasta 14 se lo calcula cada uno sobre la nota que sí les dan de las dos específicas por separado.
Toda esta maquinaria de evaluación tiene, además, poca vocación de futuro porque está condicionada a lo que se decida en el futuro pacto educativo que se negocia en el Congreso. «Se supone que esto será así hasta que haya pacto, que no sabemos cuándo será. La estabilidad que le damos a nuestros chicos y chicas es nula y los que lo sufren son ellos. Los que estamos en el día a día, lo vemos de cerca. Eso no lo sabe nadie», concluye Ana.
Las fechas de la prueba por cada comunidad
Andalucía: 12, 13 y 14 junio; 12, 13 y 14 septiembre
Aragón: 6, 7 y 8 junio; 12, 13 y 14 septiembre
Asturias: 7, 8 y 9 junio; 4, 5 y 6 julio
Canarias: 7, 8 y 9 junio; 5, 6 y 7 julio
Cantabria: 8, 9 y 12 junio; 8, 11 y 12 septiembre
Castilla-La Mancha: 7, 8 y 9 junio; 11, 12 y 13 septiembre
Castilla y León: 13, 14 y 15 junio; 11, 12 y 13 septiembre
Cataluña: 13, 14 y 15 junio; 5, 6 y 7 septiembre
C. Valenciana: 6, 7 y 8 junio; 4, 5 y 6 julio
Extremadura: 6, 7 y 8 junio; 4, 5 y 6 julio
Galicia: 7, 8 y 9 junio; 12, 13 y 14 septiembre
Madrid: 6, 7 y 8 junio; 12, 13 y 14 septiembre
Murcia: 12, 14 y 15 junio; 11, 13 y 14 septiembre
Navarra: 7, 8 y 9 junio; 28, 29 y 30 junio
País Vasco: 7, 8 y 9 junio; 5, 6 y 7 septiembre
La Rioja: 6, 7 y 8 junio; 5, 6 y 7 julio
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