En estos finales de junio, los alumnos de infantil cantan una y otra vez: “Adiós a infantil, ya llega el verano y me tengo que ir. El curso se acaba y yo vendré otra vez, con los niños mayores me volverás a ver. Siempre recordaremos nuestra etapa infantil, pues fuimos muy felices y siempre será así”.
Aunque la repetición genera pasividad, los gestos nuevos y los giros improvisados no ocultan las palpitaciones y más de un lágrima.
Va a regresar en septiembre, 78 días después; él apenas ha cambiado en esos 78 días, a lo más un pequeño estirón; pero se va a encontrar con grandes cambios, a los que se tiene que enfrentar. Aunque él desde los 3 años estuvo en infantil, ahora algunos le dicen que eso era preescolar, que ahora ya es mayor (78 días) y que ahora en Primaria las cosas son ya serias. Y los cambios son tan rápidos que comienzan antes de que termine el curso, porque su madre ya le ha enseñado los libros del curso que viene, de primero de primaria, que estaban en el tablón de anuncios: Lengua, Matemáticas, Cuaderno de Matemáticas, Natural Science, Social Science, English, Art and Crafts y Religión Católica, si va. Y a esos libros se le llaman asignaturas, le han cambiado el paso. Él aprendía por proyectos, el cuerpo humano, los dinosaurios, los planetas, los países, los animales….no había asignaturas; dibujaba, escribía, hacía cuentos, aprendía adivinanzas, escogía entre cosas, elegía en que trabajar, buscaba la información que le tocaba en el equipo. Ahora no, ahora va a hacer lo que toca en el libro.
Antes había asambleas y hablaban de cosas que pasaban, de lo que habían hecho el día anterior en casa y en la calle, de cómo se encontraba hoy, en primero será abrir el libro de la asignatura.
Antes estaban sentados en equipos y tenían un nombre y trabajaban en un rincón; en primero, cada uno sólo tiene su nombre y está colocado por orden de apellidos, y uno detrás de otro; dicen que en filas y columnas ¿Por qué? Yo ya no puedo hablar con Jorge porque está tres puestos detrás de mí, ni con Verónica que está al lado de la pared y yo de la ventana. Antes trabajábamos por rincones y cambiábamos de equipo. Le preguntabas a los de tu equipo y ellos te preguntaban a ti. En primero, la profesora te va a preguntar a ti. Vas a estar sentado en la misma mesa y silla, y tienes que pedir permiso para levantarte.
Antes dibujabas lo que te apetecía y con los colores que te parecía, en primero, lo que te manden y con los colores que te obligan. Antes juntabas las bolas y después las contabas; en primero eso es una cuenta de sumar; antes repartías 4 cartas para jugar a los dinosaurios a cada uno del equipo; en primero eso se llama cuenta de dividir; antes cuando tenías 8 caramelos y le dabas 3 a Jesús y te quedaban cinco; eso en primero es ahora una cuenta de restar. Antes te daban dos euros para comprar la barra de pan y unas chuches; en primero a eso se le llama problema.
Antes seleccionabas cosas, animales, jugadores; medías longitudes con lápices o palmos de la mano, comparabas lo que pesaban cosas, rellenabas círculos, dibujabas curvas, recortabas con tijeras, mezclabas pinturas, rellenabas dibujos, comparabas el agua en un vaso y en una botella… ahora son problemas de geometría o de matemáticas.
Antes contabas, dibujabas o escribías, un poco lo que te había pasado, o lo que te apetecía en ese momento; en primero tienes que hacer una redacción de lo que te dice el profesor.
Antes compartías los materiales con el equipo; en primero tienes tu libro, tu lápiz, tu regla, tus cuadernos, incluso con tu nombre.
Antes siempre preguntabas ¿por qué?, en primero no va a haber tiempo. Antes llevabas al cole una bolsa con el bocadillo y algo de fruta, en primero tienes que llevar un carro con los libros, los cuadernos y los materiales. Antes venías para casa sin nada, en primero con todos los libros y cuadernos… y con los deberes. Ya no te llegan las cinco horas para aprender, necesitas una o dos horas para aprender todo lo que te enseñan; casi tantas horas como un trabajador adulto, pero todavía eres un niño.
El niño es el mismo en junio que en septiembre, el paso de educación infantil a educación primaria, no puede suponer una ruptura; hay que acompañar al niño en este paso, no hay que imponer ni obligar. Más importante que el programa es el niño.
El niño llegaba al colegio con cuatro impulsos innatos: comunicar, construir, indagar y expresarse cada vez de forma más precisa; lo decía ya Dewey en 1890, frente a los tradicionalistas que proclamaban la importancia del programa al que tenía que adaptarse el niño. El niño también traía en su “mochila” lo vivido en su casa, en la calle y en los medios. Y en el fondo de su “mochila” no escondía sus emociones, sus sentimientos y como abrir los ojos ante lo nuevo. El maestro de primaria no puede cortocircuitar esos impulsos innatos, lo que trae en su “mochila” y lo que adquirió y cómo en educación infantil y como fue viviendo sus emociones, sentimientos y comportamientos. El profesor de primero, tiene que seguir mirando todo lo que pasa en el aula a través de los ojos del niño. El niño es lo importante.
José Manuel Cabada Álvarez. Presidente de FEAE Madrid