Tengo tres cosas para proponer para iniciar esta diálogo. Primero, es que esta disertación escolar, si bien está ubicada en un contexto particular de la ciudad de Medellín (Colombia), tratándose de educación, podría ser situada en muchos lugares de Latinoamérica. Segundo, asumir las prácticas pedagógicas, como un campo de saber que incluye cotidianidades de un aula, saberes escolares y espacialidades educativas, que sitúan y contextualizan la acción pedagógica y la hace más pertinente para los espacios escolares donde esta se lleva a cabo. (Zuluaga, O, L; 126. 1987). Y tercero, pensar las prácticas pedagógicas, como una acción política en la escuela, acogiendo los mismos sueños de Paulo Freire, que cuando hace alusión a estos, dice que son “sustantivamente políticos y adjetivamente pedagógicos”. (Freire, P; 63. 2005). Estos tres elementos que propongo: declarar la práctica pedagógica como campo de saber, y verla como una acción política, en la escuela, me permiten hacer pública la pregunta por el lugar del maestro y la maestra en las escuelas de mi ciudad, en las escuelas de cualquier rincón del Sur.
Pues bien, para responder esta pregunta exploro en los rostros y en las cotidianidades de los maestros y de las maestras de las escuelas, en ellos encuentro los elementos para continuar este diálogo. A continuación narro brevemente las prácticas pedagógicas de dos maestros de mi ciudad; estas, además de ser el vínculo con la cotidianidad de la escuela, son maneras de pensar y actuar políticamente en ella. (1)
Miradas: escuela y contexto de ciudad
Grises y tiza
Además de ser un soñador incansable, el profesor Harry López, de la Institución Educativa Luis Carlos Galán, es un inquieto mental, pues como él dice “no puedo parar de pensar”. Y por eso justamente sucedió que el primer día cuando llegó a la institución, no pudo evitar preguntarse ¿Qué hacer con esos muros grises que componen la escuela? La respuesta llegaría meses más tarde cuando tratando de resolver los problemas de convivencia escolar entre estudiantes. El contexto social que rodea la institución genera altas vulnerabilidades en los jóvenes, que por supuesto llegan a la escuela.
Al final, armado de tizas de colores, recortes de periódicos y la idea de construir ciudadanías del afecto en los jóvenes, como principio para encontrarse con el otro sin tener dificultades, comenzó a pintar bosques interiores, en las paredes grises de la institución. Con esta práctica pedagógica, resolvió dos problemas que le inquietaban (obviamente no serán los únicos): el frío y gris de las paredes de la escuela, y la relación entre los chicos, pues les posibilitó que con tizas de colores ellos encontraran otra forma de expresar sus afectos, encuentros y desencuentros con los que llegan a la jornada escolar.
Letras que sanan
Para el profesor Fabio Hernán, la cotidianidad de conflicto y violencia que se vive en el barrio Aranjuez de la ciudad de Medellín, no tiene que estar presente en la institución educativa José Eusebio Caro, lugar donde trabaja. Para él, esta situación es el pretexto, la excusa para que los jóvenes de sus cursos piensen otras maneras de vivir, sentir y ver a su barrio. Por esta razón se llena de poesía, literatura y cine -todos autores colombianos, y en su mayoría autores de la ciudad: el director de cine Víctor Gaviria, el poeta Elí Ramírez, los escritores Héctor Abad Faciolince o Reinaldo Spitaletta, entre otros-, para llevar a las clases letras, miradas, otras interpretaciones, con las cuales sanar el alma de los chicos y posibilitar otras maneras de estar y actuar en la ciudad. En ultimas, otras maneras de construir ciudadanías.
La acción política en la escuela
Creo que las cotidianidades expresadas en esas miradas de maestros, aportan desde la cotidianidad, desde su mundo de la vida, eventos tan simples que abren desde un lugar –la escuela–, el horizonte para responder la pregunta planteada al inicio. Cada historia refleja parte del mundo que habitan y reflejan el mundo que hay alrededor de las escuelas. Particularidades que son comunes denominadores para pensar la práctica pedagógica como una acción política en la escuela. Una acción que en palabras de Arendt “… es la actividad política por excelencia…” (2009. p: 23). De ahí que sea necesario vincular este elemento a la escuela, mucho más cuando esta acción vincula al maestro y al estudiante al mundo al cual pertenecen: a la escuela.
Esta acción está enlazada a la gestión de momentos de ritualización para organizar el encuentro diario y las rutinas que hacen parte de la escuela y de esa relación del maestro con los estudiantes, con formas tan simples como una risa, un abrazo y una palabra.
También es una acción ligada al abanico de emociones que hacen parte de las cotidianidades: el amor, la pasión, la felicidad, la tristeza, la esperanza, la valentía, el miedo. Emociones presentes en la dedicación constante que un maestro y una maestra hace en la educación. Virtudes, como los llamaría Freire. Y una acción que es asumida con un compromiso de vida y como una apuesta por una enseñanza y un aprendizaje, que brinda a las niñas, los niños y los jóvenes, herramientas para afrontar los mundos líquidos que vivimos actualmente.
Referencias bibliográficas
Arendt, Hanna. (2009). La condición humana. Paidós. Buenos Aires.
Freire, Paulo. (2005). Cartas a quien pretende enseñar. Buenos Aires, Argentina: Siglo veintiuno editores.
Zuluaga, Olga Lucia. (1987). Pedagogía e historia. La historicidad de la pedagogía. La enseñanza un objeto de saber. Santa Fe de Bogotá: Ediciones foro nacional por Colombia.
(1) Estas narraciones, al igual que las citas que en momentos aparecen de los maestros, hacen parte de conversación establecida con ellos durante este año que he estado cercano y acompañando sus prácticas. Conversación que en sí misma es una metodología de trabajo implementada para identificar y sistematizar las prácticas de cada uno de ellos.