He dedicado mi último día del año de 2017 a visitar Auschwitz, el campo de concentración y exterminio del régimen nazi (que está muy conservado), cerca de Cracovia, Polonia. Pisar la misma tierra que pisaron más de un millón y trescientas mil personas que fueron exterminadas, caminar por los mismos recintos en los que tantas otras han sido torturadas, humilladas, deshumanizadas por diferentes actos de crueldad, me ha demarcado un territorio reflexivo importante. Y es desde él que salen estas palabras.
¿Cómo no reflexionar, en un lugar como éste, sobre ser persona, ser educadora y ser educable? Medirme a mí misma con los límites del alambre de espino y cercas eléctricas; tocar mi cabeza mientras veía toda una habitación llena de los pelos de las mujeres que fueron esquiladas en aquel recinto; sentir mis piernas moviéndose mientras veía aquella montaña de prótesis robadas de aquellos que iban directamente a las cámaras de gas; mirar por la ventana buscado algún atisbo de aire fresco, mientras se saltaban delante de mí miles y miles de gafas amontonadas como estropajos sin historia; estar al lado de mi hija mientras caminábamos delante del edificio en el que se esterilizó y experimentó con tantas mujeres, es una experiencia que me conmueve, me remueve y me mueve.
Lo es, porque la reflexión es un volver a ver, un revivir y un re sentir… Los ojos de mi piel, que siempre hicieron de mi pensamiento un tipo de carne enigmática llena de corporeidad y de sensibilidad, es lo que me lleva a crear este espacio llamado Tsunami Creativo. ¡Quiero ayudar a construir mundos en paz! Y esto pasa por la educación, ¡evidentemente! Y pasa por la comunicación, porque es una tarea colectiva, que nos pide fuerza creativa. Por ello, el tsunami es la metáfora adecuada, necesitamos generar una inmensa ola creativa alrededor de este planeta, con fuerza suficiente para hacer temblar la crueldad, la injusticia y los sistemas que justifican la falta de paz en el mundo.
Un tsunami no es fenómeno aislado, es el resultado de un conjunto de olas de gran energía y de tamaño variable. Trasladando esta característica al mundo humano, esto significa que todos podemos participar de ello, todos los que queramos, desde dónde estamos, con la edad y las condiciones que tenemos, sin prerrequisitos y desde nuestra desigualdad real. La gran ola por mundos en paz será resultado de la acción de muchas personas, de todas aquellas que se posicionen como ciudadanas creativas. ¡Y que sea un tsunami capaz de mover aguas profundas!… Por ello seguiré escribiendo, compartiendo, provocando para que el movimiento de esta ola colectiva no se olvide de seguir en la dirección de la construcción de mundos en paz. Y esto, en mi entendimiento, tiene que ver con cuidar de las infancias del planeta y construir la paz desde su perspectiva.
Estos días son conmemorativos de las víctimas del Holocausto. Me parece fundamental construir la paz, sin olvidarse de la historia humana, por ello empecé este texto citando mi experiencia en Auschwitz. Pero hoy quiero aprovechar para recordar los actuales crímenes contra la humanidad. ¡Y desde esta perspectiva todos somos víctimas y todos somos verdugos! Pienso en diferentes circunstancias, como es, por ejemplo, la situación de infancias que pasan hambre en muchas partes del mundo, en las que son secuestradas por diferentes adultos (de narcotraficantes, a guerrillas, a ejércitos que les utilizan como soldados, a familias que les maltratan), etc. Pensaba en algunos infantes que veo, por las diferentes geografías donde voy viajando, con mi trabajo. Pensaba en las criaturas prostituidas en cuerpo, mente y alma, que no son visibles en los medios de comunicación y en los «debates de moda». Pensaba en sus miradas desesperadas, en las panchas vacías, en los huesos sin calcio, en las sangres sin hierro, en los cerebros con sus neuronas comprometidas, en pieles heridas y manchadas, en corazones rotos por el abandono. Pensaba en tantos crímenes contra la humanidad que presencio mientras vivo…
Estos pensamientos no pretenden disminuir el peso de ninguno de los crímenes contra la humanidad no nombrados aquí, tampoco desmerecen aquellos que nunca son nombrados por nadie. ¡Cuántos crímenes contra la humanidad cada vez que manipulan nuestros dolores y nuestras esperanzas! Cuántos crímenes contra la humanidad disfrazados… Cuántos crímenes contra la humanidad cometidos en lugares insospechados, en alcobas, en escuelas, en hospitales, en palacios, en chabolas, en calles, en ambientes de trabajo, en… [silencio] ¡Cuantos crímenes contra la humanidad cada vez que se niega el derecho a la voz, a la autonomía de pensamiento! Y qué difícil es encontrar la propia voz para que ella no salga también cometiendo crímenes con y contra la humanidad, ¡la nuestra propia!
Y para cerrar el inicio de nuestra conversación, que espero sea larga, comparto un poema de Hannah Arendt:
«A golpe de latidos se abría camino mi corazón antaño
por un mundo foráneo que no cesaba de proliferar.
Lamentándose se dejaba reservada mi corazón
antaño la cuneta del camino
para guarecerse de la espesa maleza del mundo
cuando ahora me late el corazón
recorre caminos ya abiertos y roturados,
y yo cosecho en el lindero
lo que la vida me depara.»