Albert Branchadell (Barcelona, 1964) es profesor de Filología Catalana y actualmente ocupa el cargo de decano de la Facultad de Traducción e Interpretación de la UAB. A lo largo de su trayectoria, ha asesorado a organismos como la Comisión de Expertos del Observatorio de la Lengua Catalana o de la dirección general de Política Lingüística de la Generalitat. Buen conocedor de los sistemas lingüísticos a los diferentes países europeos, constata que no hay caso como el de la inmersión catalana, aunque tampoco ninguna lengua regional que disfrute de la vitalidad del catalán en España o en Europa.
Branchadell defiende que el modelo de enseñanza en catalán ha conseguido que los jóvenes sean hoy bilingües en Cataluña, aunque no cierra la puerta a que, con mayor flexibilidad, puedan incorporarse otras lenguas vehiculares, entre ellas el castellano, en función del perfil de alumnado. Eso sí, a criterio de los docentes y no de la Administración central, que se plantea ahora poner fin a la inmersión vía 155.
Empecemos por el principio. ¿Qué es la inmersión lingüística?
No acostumbramos a usar bien el término. Originalmente la inmersión es un sistema de enseñanza en el que los alumnos reciben enseñanza en otra lengua que no es su habitual. Por lo tanto, enseñar en catalán a un catalanoparlante técnicamente no es inmersión. Así que lo usamos inadecuadamente para designar otra cosa, que es el uso del catalán como lengua vehicular en las escuelas.
Ahora parece que la discusión es si esta lengua vehicular debe ser la única. En otros modelos no es así. En España hay casos como el País Vasco, donde existe cierta capacidad de elección de las familias, lo mismo que sucedía en la Comunidad Valenciana hasta hace poco. Y si salimos fuera, hay casos claros de lo que se llama ‘separatismo lingüístico’, modelos en los que las familias pueden escoger y otros que no. Algunos lo han planteado para Cataluña, pero tampoco queda muy claro si hablamos de dos líneas separadas o de bilingüismo.
Algunas familias reclaman su derecho a elegir la lengua de la escuela de sus hijos, en este caso el castellano. ¿Existe tal derecho?
Este derecho no está reconocido en España. Los tribunales lo han corroborado: no existe el derecho a elegir la lengua de escolarización de tus hijos. La novedad de los últimos años es que el TSJC ha formulado el requerimiento de que las escuelas usen el castellano en un porcentaje determinado del currículo, pero esta es una decisión controvertida, que tiene ramificaciones políticas y jurídicas. Hay quien discute que el TSJC se extralimitó a la hora de fijar un 25% de castellano sin ningún criterio pedagógico.
Este porcentaje del 25% corresponde a las horas de una asignatura troncal además la de Lengua Castellana. ¿Tiene fundamento pedagógico o lingüístico?
No está fundamentado. La pregunta es si debe ser necesario que un porcentaje del currículum sea en castellano. Se puede discutir, pero puede oscilar entre el cero y más del 25% en función de la escuela y del perfil de su alumnado. Lo que perdemos de vista aquí es qué queremos conseguir en términos lingüísticos del sistema educativo. Si queremos conseguir el bilingüismo del alumnado, hay quien cree que solo se puede con el sistema de inmersión. Pero la experiencia nos dice que se puede hacer de otras formas, tal vez con más flexibilidad con las lenguas vehiculares.
De entrada, la inmersión ha conseguido este objetivo: que los que obtienen la ESO tengan dominio de ambas lenguas. ¿No es así?
Esto es indiscutible. Ningún informe, estudio o encuesta demostrará lo contrario. Los niños que se han escolarizado en la inmersión tienen una competencia comparable en castellano y catalán, pero eso no quita para que esto se pueda conseguir con otros sistemas. Hay escuelas que ya enseñan parte de la docencia en inglés y esto no ha afectado al aprendizaje del catalán. Incluso desde hace algunos años hay escuelas en las que se imparten algunos contenidos en castellano.
Un 14% del total de centros educativos, según la Generalitat.
Y tampoco parece que afecte negativamente a la competencia en catalán. Lo que pasa es que la discusión es de carácter político e ideológico. Hay quien cree que la escuela debe ser en catalán porque estamos en Cataluña, y que el modelo debe ser diseñado por el legislador catalán sin interferencias exteriores, y luego están los que creen que la inmersión es condenable porque aparca el castellano. El problema de estos últimos es que su demanda no tiene base empírica. El famoso mito del niño de Olot que no sabe hablar castellano no tiene ningún fundamento. No aparece ni en los estudios del Ministerio ni en las pruebas externas de la Generalitat ni en la Selectividad.
¿Quién debería decidir cuál es la lengua vehicular de una escuela?
Si realmente creyéramos en la autonomía de los centros, deberían ser las propias escuelas en función de la composición de su alumnado. Esto hasta hace poco era muy difícil porque había mucho centralismo educativo y había poco margen. Pero el proyecto lingüístico, en virtud de la Ley de Educación, ahora se puede modular. No tiene sentido que la Generalitat diga a una escuela del Baix Llobregat que tenga un modelo u otro, sino que debería hacerlo este centro viendo la composición de su alumnado. Así, podría haber desde escuelas que hacen un 0% en castellano porque no lo necesitan hasta algunas que quizás hagan un 40% si lo requieren. Aunque esta última no se si la encontraríamos.
En la actualidad, si una familia acude al juzgado para pedir enseñanza bilingüe para su hijo, este obliga a los maestros a dar un 25% de las clases del niño o niña en esta lengua. ¿Qué le parece?
Esto no tiene precedentes en derecho en ningún país de la galaxia. Es un dispositivo muy dudoso e injusto para los alumnos que no han hecho esta solicitud. Viene del Constitucional, de la célebre sentencia sobre el Estatuto de 2010, que dijo que el límite era no excluir el castellano como lengua vehicular. Aquí se cocinó la teoría del 25%, pero este porcentaje es arbitrario. Algunas escuelas ya lo hacen, otras no.
¿Qué papel ha jugado la inmersión en la salud del catalán a día de hoy?
Sin la inmersión no tendríamos el nivel de usuarios del catalán que hay ahora. Ya no por el uso espontáneo u oral, que es relativo sino, por ejemplo, por el consumo cultural en catalán: medios de comunicación, cine, estudios superiores… Sin la competencia que proporciona la inmersión no podríamos. Las lenguas minoritarias sin este dispositivo están mucho más atrasadas en este sentido. Basta con mirar cómo están el valenciano o el gallego. O el occitano o el bretón en Francia. El catalán está a años luz de estas lenguas gracias al apoyo institucional y en la escuela.
¿Hay algún modelo que se parezca al catalán en otros países de Europa?
En Europa predomina el sistema de lengua vehicular única, como pasa con las lenguas estatales en España, Francia, Italia… Sobre lenguas regionales no hay casos comparables con el catalán, un donde el territorio regional se tenga sólo esta lengua como única. Existen inmersiones como, por ejemplo, en Francia con escuelas privadas en bretón, occitano o catalán. Existen otros contextos en los que impera el separatismo como en el Tirol del sur, con escuelas en italiano y otras en alemán. En este caso, se llegó a crear una asociación de familias italianófonas que pedían inmersión en alemán porque si no, no consiguen una competencia suficiente para vivir en sociedad.
Justo eso es lo que pasó en los 80 en Cataluña con algunas familias castellanohablantes, de barrios populares, que pedían que sus hijos estudiaran en catalán porque si no, no aprenderían.
La demanda de catalán viene de aquí, sí. Aunque tampoco sabemos si lo que querían era inmersión para toda la vida. Esto nos llevaría a hablar del consenso en torno a la inmersión. La Ley de Normalización Lingüística de 1983 se aprobó en el Parlamento con sólo una abstención. Pero si hoy votáramos esta ley, tendríamos al menos a 40 diputados en contra, los de Ciudadanos y el PP.
Antes he preguntado por modelos parecidos de inmersión en Europa. ¿Hay otros casos en los que la lengua regional tenga la vitalidad del catalán?
Sólo cuando las lenguas regionales son a la vez de Estados vecinos. Como el alemán en el Tirol del Sur, que tiene altísima vitalidad porque tiene el apoyo del Estado austríaco y medios de comunicación austriacos. O el sueco en Finlandia, que además tiene apoyo incondicional del Estado finlandés, que obliga a todos los alumnos a aprenderlo para que sean bilingües. Pero si hablamos de lenguas que no son estatales, el catalán es la líder indiscutible de la clasificación.
En Cataluña los jóvenes dominan catalán y castellano de forma similar. ¿Pasa lo mismo con el resto de lenguas minoritarias en España?
La competencia en catalán de los catalanes es superior a la de los valencianos, o en la de los gallegos en gallego. Es como la ley de la física: a mayor exposición a la lengua, más competencia consigues. A la Comunidad Valenciana hablan ahora de un sistema de plurilingüismo, pero el objetivo es que al menos el 50% del currículo en todas las escuelas se imparta en valenciano. En el País Vasco, a pesar de que el sistema es de libre elección, hay cierta concentración de los alumnos en el modelo D, en euskera, porque las familias saben que para conseguir una buena competencia en euskera necesitan una escuela en euskera. En Cataluña probablemente pasaría lo mismo.
¿Recibir clases en una lengua que no sea la materna es perjudicial?
De nuevo, depende. Si a una criatura que no conoce la lengua la pones a hacer física en cuarto de la ESO quizás le costará. Pero si el preparas desde P-3, no. Más aun, si las lenguas son similares genéticamente. En el País Vasco o Bélgica, si lo haces, es un problema, porque las lenguas son de familias diferentes. Pero la docencia en catalán no trae problemas a los alumnos. Y en cualquier caso hablamos de dificultades de comprensión, que son resolubles en poco tiempo. Por nada genera traumas cognitivos. Es que el sistema de inmersión funciona bien. Los alumnos van adquiriendo las dos lenguas y son capaces de aprender en cualquiera de las dos.
¿Qué le parece la idea de que las lenguas minoritarias puedan estudiarse en todas las escuelas en España? ¿Es inusual que no se pueda?
Es bastante extraño, sí. Aunque tampoco hay demasiados precedentes en otros países. Aparte de Suiza, Finlandia o Bélgica, donde todas las lenguas son oficiales, si vamos a casos como Francia o Italia es impensable. Puede ser una propuesta bien intencionada, pero lo veo más como una oferta cultural. El catalán aún, porque tiene potencial, pero el vasco tendría sentido como divulgación cultural, sin llegar a ningún nivel de habla. Veo más interesante potenciar el uso de otras lenguas en medios públicos u organismos institucionales del Estado que en el ámbito educativo.
Si tuviera que hacer balance sobre cómo la Administración ha tratado a las lenguas regionales, ¿cuál sería su diagnóstico?
Si comparamos España con Francia o Grecia, es el paraíso. Ha reconocido la oficialidad sin restricciones a nivel regional. Sólo hay que ver el caso catalán o el vasco a un lado y otro de la frontera. En este sentido, el balance es positivo. La oficialidad es real, tiene presencia en instituciones, sistema educativo, medios públicos… Pero es fácil encontrar ámbitos en los que el reconocimiento de las lenguas regionales es insuficiente. En la justicia no hemos hecho las cosas bien, España se resiste a introducir el requisito lingüístico para los jueces desde hace años, y esto no ocurre en Suiza, Bélgica o Finlandia, modelos que nos indican la distancia. El otro punto débil es el reconocimiento de las lenguas en las instituciones del Estado. Se puede usar el catalán en algunas comisiones del Senado, pero ya está. Podríamos decir que estamos a medio camino.
Y ahora ¿vamos hacia adelante o hacia atrás?
Hasta ahora íbamos hacia adelante, pero en el actual momento político parece que se plantean medidas que van hacia atrás. Veremos si es algo coyuntural o no.