No suele ser usual que las prácticas que se hacen en los platós de televisión en las clases de periodismo o de comunicación audiovisual se publiquen finalmente. Vuelvo a mi idea claustrofóbica. ¿Por qué no? Normalmente son muy similares a las que aparecen luego en las televisiones que vemos a diario. Incluso son mejores y más respetuosas con el público.
En esta entrevista realizada por estudiantes de periodismo de la UAB, me preguntan sobre mi visión de las redes sociales y de su uso político para la movilización social. Marian Jiménez, la entrevistadora, preparó sus preguntas con mi libro Més enllà de twitter. De l’expressió indignada a l’acció política, publicado por Eumo Editorial en 2015.
En el libro se habla de la necesidad de conocer el sistema político en el que se desarrolla una acción de protesta para que la misma acción sea más efectiva. Es la primera pregunta de la entrevista, una idea en la que he trabajado también en un texto más teórico publicado por la Revista Palabra Clave, de la Universidad de La Sabana, en Colombia. Se trata de una propuesta para analizar la movilización social a partir de tres elementos: estrategia, acción y objetivo.
Mariam también me pregunta por el uso de las redes en la protesta, y, sobre todo, por mi posición anti red social como objeto que puede cambiar el mundo. Me niego a creerlo y lo repetiré cuantas veces haga falta: si Facebook y Twitter quisieran cambiar el mundo, se harían ellas mismas un harakiri. Por tanto, no lo harán. Al contrario, creer que promueven un cambio es otra manifestación del placebo. Sí. Las redes son un placebo. Aquí está la entrevista:
La entrevista me permite hablar sobre cómo es imposible llegar un debate democrático y constructivo en las redes, uno de los grandes problemas que se hace cada vez más visible en nuestra cotidianidad: ¿Es posible convencer a un amigo o familiar, por WhatsApp, que cambie de opinión política? En los intentos, varias familias y amigos se han dejado de hablar. El costo político del uso de las redes es, cada vez, más peligroso. Sobre todo porque fomentan la polarización social, al menos virtualmente. Se trata de la desvirtualización (la pérdida de virtudes) del debate político en el momento en el que se virtualiza (se hace virtual).
El equipo técnico de detrás de cámaras de la entrevista está compuesto, además de Marian, por Claudia Ibáñez, realizadora; Andrea Martín, ayudante de realización; Sandra Lleida, Jordi Mateu y Ana María González, en las cámaras; Isabella Marchesini y Eric Moliner, en el plató y el atrezzo; Alana Hurtado, tituladora; Susana Ibáñez, regidora del estudio; Armand Maravalle, en la preproducción, y David Palacio, en el sonido. Todas ellas son estudiantes de segundo curso de periodismo de la UAB. Sí. Parece más sencillo, pero en una entrevista como esta, doce personas cumplen cada una papel necesario dentro del equipo de producción.
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