Uno de los elementos preocupantes que ha ido apareciendo en el campo educativo, en la actualidad, y lo dicen los informes, es la pérdida de equidad del sistema educativo debido a las políticas y recortes aplicados por los diversos gobiernos. Hemos retrocedido. Y ha provocado que, en ciertos contextos sociales, sea imposible partir del principio de que la enseñanza debe hacer el esfuerzo de extraer de la exclusión social a la totalidad de la población.
Los actuales contextos sociales, familiares y económicos nos muestran claramente que, sin la ayuda de lo que pasa fuera de la escuela y que envuelve a la institución educativa, es difícil enseñar los diversos saberes, valores y ciudadanías necesarios en el futuro que permitan una vida y un mundo mejor. Es difícil que la educación de hoy día, y ya se decía hace tiempo con otros términos, sea capaz de ofrecer esa vieja idea de “vivir felices” con un horizonte de igualdad basada en la diferencia.
Y del mantra de la comunidad, desgastado por tantas interpretaciones, se empieza a dar importancia a la educación expandida y a la ecología del aprendizaje. También se empiezan a entender nuevas formas de relación social, política y tecnológica que se están produciendo. Más allá de los muros de la escuela hay vida y aprendizajes invisibles muy importantes. Hoy, nadie tiene todo el conocimiento. Los saberes son compartidos.
Todo ello nos lleva a conclusiones evidentes con importantes repercusiones educativas: está claro que el aprendizaje no es exclusivo de la escuela pero esta es imprescindible si se abandonan metodologías pasivas que se centran en transmitir conocimientos -palabra o libro de texto-. Sabemos desde hace tiempo que el ser humano no aprende por transmisión sino por construcción, por tanto, necesitamos un cambio metodológico más participativo y colaborativo, con una nueva concepción del espacio y el tiempo en la enseñanza. Se tiene que introducir una mayor sensibilidad hacia la tecnología emergente, convirtiéndola en una oportunidad de aprendizaje, ya que hoy día las tecnologías se transforman en dispositivos importantes de información, además de que favorecen la movilización para la acción política y una nueva participación mediante redes.
Y se ha de vigilar ya que hay mucho gurú que interpreta la nueva forma de innovar. Innovar no es “matar al alumnado a powerpoints” o con PDF en aulas inversas o jugar. No, educar es algo más. Es crear estructuras de participación, colaboración, tolerancia y diálogo donde es importante la comunicación, el compartir saberes, el introducir el placer de aprender y analizar las prácticas sociales y políticas emergentes. El cambio educativo es un camino, no una meta por sí misma como muchos se lo toman.
Ello nos obliga a compartir aprendizajes basados en la reflexión conjunta sobre experiencias relevantes como un proceso de aprendizaje que da importancia al equipo educativo y a los agentes sociales, con la intención de conseguir un compromiso mutuo y un intercambio de información.
Y ello significa que todos los que intervienen en el proceso educativo desarrollan papeles de agente activo en la construcción de normas, en la reelaboración de procesos sociales y educativos, de los valores y en la construcción de reglas de relación social y educativa. Y aquí se estimula el respeto por lo diverso y una organización diferente del aprendizaje.
Pero para ello es necesario salir de las fronteras, ya que muchas innovaciones no salen del esquema mental o de la cultura profesional anquilosada en un determinado concepto de escuela y educación basado en la cultura intelectual de la ilustración. Y se cae en la ceguera del conocimiento que no permite ver más allá de nuestros límites. Romper esquemas y poner imaginación nos puede ayudar a reconstruir un nuevo proyecto educativo, primando la equidad mediante la cooperación, el respeto a la diferencia y la solidaridad y a partir de las fortalezas que tiene la escuela y los agentes sociales que la rodean.
También será imprescindible en la escuela, dentro y fuera, crear redes o espacios emocionales mediante procesos comunicativos, donde las relaciones de compartir información y formación entre el profesorado y el contexto pueden ser más fluidas, potenciando conocimientos y habilidades que den al alumnado una igualdad de oportunidades frente a quienes tienen condiciones más favorables.
Si queremos una equidad educativa deberemos analizar e interactuar con el contexto, primar el diálogo, la participación, la cooperación y la solidaridad entre todos con el objetivo de mejorar la educación del alumnado.
Es necesario una mirada crítica frente al relato de mucha innovación que cae en verdaderos tópicos que ya sabemos como, por ejemplo, que se aprende fuera del sistema educativo a lo largo de la vida y con eso ya se justifican ciertas prácticas; que hay experiencias de comunidades que siguen posturas institucionales y no verdaderamente alternativas y que el profesorado y la escuela no son importantes y sí lo es más la tecnología. Se han de mirar con lupa ciertas prácticas innovadoras. La educación es un caramelo en manos de aprovechados. Y muchas veces esconde segregación escolar y, por tanto, es contraria a la equidad.