Verónica Boix Mansilla es profesora de la Harvard Graduate School of Education y una de las investigadoras principales de Project Zero, un grupo de investigación nacido en esta facultad hace más de 50 años, inicialmente focalizado en la educación artística y que con el tiempo fue abriendo sus ámbitos de interés a todo tipo de cuestiones relacionadas con la educación. La famosa teoría de las inteligencias múltiples tiene su origen aquí, puesto que su autor, Howard Gardner, dirigió durante muchos años Project Zero, al que sigue vinculado.
Hace unos días ambos participaron en el ciclo de conferencias (R)evolución Educativa, del programa Educaixa; Gardner mediante videconferencia y Verónica Boix Mansilla de forma presencial, para hablar sobre la competencia global, que es en estos momentos una de las principales líneas de trabajo de Project Zero. En el caso de Boix Mansilla, ese ámbito tiene algo de autobiográfico: ella es argentina, lleva un apellido catalán y trabaja en Harvard desde hace más de 25 años, por lo que no es de extrañar que defienda que “si pensamos en la historia de la humanidad, nadie es original de ninguna parte”.
Explíqueme qué es esto de la competencia global.
En esencia, se trata de responder desde la educación al mundo cambiante para el que estamos preparando a nuestros jóvenes y a nosotros mismos. Cuando pensamos en competencia global pensamos en una capacidad que es multifacética, que consiste en la disposición que tienen las personas para comprender y actuar en el mundo con respecto a temas de importancia local, regional y global. Se trata de conseguir que los jóvenes adquieran la competencia de interpretar el mundo a través de las disciplinas que aprenden, lo que implica revisar cómo enseñamos esas disciplinas, enseñarlas como lentes hacia el mundo.
¿Estimular el pensamiento crítico?
En la competencia global operan cuatro grandes características en conjunto: la primera, efectivamente, es esa capacidad de los jóvenes para investigar el mundo, para indagar, para hacerse preguntas; en segundo lugar, la capacidad para tomar perspectiva, entender que todos tenemos nuestras perspectivas culturales; y entender que las culturas interactúan y hay conflicto entre ellas, y que las perspectivas tienen grados diversos de inequidad, puesto que no todas tienen acceso a las mismas cosas, por eso necesitamos jóvenes que puedan tener el hábito de tomar una perspectiva de manera empática y respetuosa; la tercera característica tiene que ver con el diálogo, con las relaciones humanas, necesitamos jóvenes que puedan dialogar a través de las diferencias, sobre todo en un mundo tan polarizado y en el que los discursos están tan radicalizados, y, finalmente, la competencia global también implica la capacidad o la disposición para actuar, para mejorar el mundo en el que vivimos, para la construcción de unas sociedades más inclusivas y sostenibles. Por tanto, es una competencia que integra aspectos cognitivos, emocionales, éticos, cívicos…
¿Y todo eso hay que ir inculcándolo mientras se imparten las materias?
Eso es lo bonito, porque en realidad no significa enseñar algo además de las materias, sino volver a mirar cómo enseñamos las materias. Educar para la competencia global implica un cambio de mirada. Por ejemplo, en matemáticas los alumnos aprenden a crear modelos que podrían aplicarse para explicar aspectos diversos del mundo, temas de desarrollo económico o crecimiento poblacional. Por tanto, no se reemplaza ni se agrega más contenido sino que se invita a los docentes a situar en el mundo aquello que enseñan y se invita a los estudiantes a aplicar lo que aprenden para dar sentido a la realidad.
Suena a conectar el currículum con la actualidad y con el periodismo de calidad.
Exactamente. El punto sobre el periodismo es importante. Necesitamos acceso a periodismo de calidad y que los chicos puedan tener un consumo y una producción periodística, porque los jóvenes pueden producir muy buen periodismo cuando se les acompaña. Se trata de situar al joven en el mundo. Cuando los chicos empiezan a tratar temas de la contemporaneidad dentro del aula ocurren varias cosas interesantes. Una es que comienzan a ver en el mundo aquello de lo que hablan en la escuela, viven esa continuidad entre la experiencia de la escuela y la experiencia del mundo. También ocurre que empiezan a adoptar un discurso más informado acerca de algunas problemáticas, por ejemplo, del cambio climático o de las inequidades económicas, y adoptan un discurso que luego, cuando conversan con sus padres, les confiere una nueva autoridad dentro de la familia. A los padres les causa una gran sorpresa cómo ese niño que creían que estaba aprendiendo divisiones, de repente está hablando del crecimiento demográfico. Y otra cosa que ocurre es que los estudiantes empiezan a encontrarle un sentido al aprender y los docentes también.
¿Cómo que los docentes también?
Intento aclararlo con un ejemplo: uno de los casos más inspiradores que he visto ha sido la transformación de una maestra de matemáticas en segundo de primaria. Nos decía que no podía agregar nada más a sus clases, tenía que conseguir que los chicos sumaran y para ella cualquier cosa que la distrajera de eso le parecía una traición a su responsabilidad profesional ¡Y ese era un sentimiento legítimo! Entonces le preguntamos cuál era la lógica del día a día de sus alumnos, y resultaba que a diario los primeros diez minutos de clase se dedicaban al encuentro de la mañana, saludarse, preguntar cómo están, etc. Le sugerimos que aprovechara esos minutos para plantear un tema que pudiera ser de interés. Salieron los huracanes de Puerto Rico, algunos de los chicos tenían familia ahí, y entonces utilizando fotografías y, lo que nosotros llamamos rutinas de pensamiento global, comenzó a descubrir qué pensaban los chicos sobre el tema. Esta maestra comprendió que se interesaban por el mundo, y comenzó a estar encantada con eso. El encuentro de la mañana se extendió a 15 minutos, luego a 20. En poco tiempo, esta docente se fue reconociendo a sí misma en un nuevo rol de maestra que acompaña a los niños en el descubrimiento del mundo.
Los chicos aprenden matemáticas, porque tienen que calcular el dinero necesario para mandar material a una escuela de Puerto Rico; ella les pregunta: ¿cómo lo hacemos? Tenemos tanto dinero, tantas sillas… la suma múltiple aparece como necesidad del proyecto y así acaban aprendiendo a sumar e, incluso, a multiplicar solos, de forma espontánea. Esto le permite a ella alinear su interés por el mundo con la enseñanza de las matemáticas y a los chicos darse cuenta de que las matemáticas son necesarias para tomar decisiones importantes, y que pueden decidir con razonamiento matemático si es mejor enviar dos sillas o cien lápices. Entonces tenemos una docente que transita ese crecimiento y que nos dice que ya no puede volver atrás, que ya no puede ver la enseñanza de las matemáticas si no es así, con sentido.
Pero el sistema educativo en Estados Unidos está ahora mismo lejos de este planteamiento, ¿no es así?
Claro, justamente en estos momentos proporcionar esta competencia global se ha convertido en una urgencia en la educación de Estados Unidos; poder ampliar la mirada de los niños y de los docentes es urgente.
¿Todo esto tiene algún tipo de conexión con las inteligencias múltiples?
Se conectan desde el momento en que para participar en el mundo de hoy, o para llevar a cabo una vida de realización o de bienestar, uno tiene que tener el derecho a expresarse de muchos modos posibles. En el Project Zero hemos trabajado muchísimo con las artes, con la música, con el cuerpo… En todo caso, la competencia global conecta con esa idea fundamental de que el ser humano tiene un gran potencial y un potencial muy diverso, y que nuestros puntos de encuentro con otros pueden pasar por distintos sistemas simbólicos, distintos lenguajes. Esto ocurre mucho cuando se integran chicos de distintas culturas que quizás no comparten idioma, pero pueden compartir la música, por ejemplo.
Tratemos de bajar la competencia global al aula. ¿Por dónde debería empezar un docente que tenga ganas de hacerlo?
Hay varios puntos de entrada. Una de las cosas que hemos descubierto es que hay una dimensión de este tipo de trabajo que es profundamente personal. Muchos docentes temen tocar temas que ellos mismos no sienten que manejan. Ese temor es muy legítimo, porque casi siempre parte de un sentido real de responsabilidad. En nuestra investigación vemos que es importante que el docente haga ese ejercicio de reflexión acerca de los momentos de la propia vida en los que ha podido conocer otras culturas, encontrarse con el mundo, cómo ve lo que aparece en los periódicos, o prestarle atención a las conversaciones que pueda tener con otros. Ese conversar sobre el mundo es lo que muchas veces no aparece en la formación de docentes. Más aun, quienes trabajan en contextos de mucha diversidad, necesitan poder comprender a sus alumnos. Por ejemplo, un maestro puede preguntarse por qué esas niñas llevan su hiyab e intentar acercarse a su experiencia, a su mirada. Por tanto, hay una parte importante a la hora de educar para la competencia global que tiene que ver con la humanización del docente.
Ya, pero esto no es muy concreto…
Con respecto a la cuestión práctica y concreta, creo que hay muchos docentes que pueden empezar por algunas unidades, algunos pequeños proyectos, que puedan traer noticias del día a la clase para tener algunas pequeñas conversaciones y comenzar por ahí. Nosotros utilizamos mucho las rutinas de pensamiento global que antes he mencionado, que son como pequeñas intervenciones que permiten al alumno aprender a tomar perspectiva o a comunicarse de nuevas maneras. Por ejemplo, una simple pregunta –¿cómo podríamos decir esto de otra manera y por qué lo haríamos así? – presentada de manera habitual genera capacidades metalingüísticas y metacomunicativas necesarias para navegar un mundo cultural y lingüísticamente complejo. Esta capacidad se va desarrollando a partir de la reiteración de estas minipreguntas.
Pero tiene un riesgo. No sé si alguien la ha informado de que en Cataluña, por tocar en clase temas de actualidad, ha habido docentes que han sido procesados, y que desde determinados sectores políticos se acusa al profesorado catalán de adoctrinar.
Con estos temas que son más candentes es muy difícil. En estos casos creo que el docente tiene que pensar muy bien cómo lo abordará, y ver con el resto del claustro, como institución, cómo responder. Pero hay muchos otros temas que no son de tanta ruptura y que pueden tocarse. En todo caso, es fundamental aprender a dialogar y poder conversar con la capacidad de navegar sobre temas conflictivos, de entender algunas perspectivas diversas y por qué son las que son.
El hecho de que nos encontremos en la era de la cultura o la incultura digital, ¿ayuda a desarrollar esa competencia global o más bien es un obstáculo?
Indudablemente el mundo digital es complejísimo. Lo estamos viendo con temas de adicción de los chicos y de funcionamiento neuronal. Ahora bien, lo que ocurre es muy interesante, porque por un lado tenemos la conectividad posible en términos tecnológicos, ya que con un clic te puedes conectar con cualquier parte del mundo pero, por otro, la realidad es que no lo hacemos: nuestras prácticas digitales son feudales, son prácticas de grupos culturales homogéneos. Desde la mirada global eso nos despierta la necesidad de generar en los chicos lo que Ethan Zuckerman, del MIT, describe como xenofilia, que sería lo contrario a la xenofobia. Es decir, crear hábitos para valorar aquello que es diferente, buscar nuevas conexiones con gente que es diferente. Ahí también hay un trabajo muy bonito de Carrie James [Project Zero], que ha desarrollado el dialogue toolkit [kit de herramientas para el diálogo] para ver cómo pueden los chicos dialogar de manera digital respetuosamente, cuáles son las maneras de que yo pueda demostrar digitalmente que leí con atención la nota que recibí y pueda continuar la conversación con respeto o pueda ofrecer un contraejemplo si es que estoy en desacuerdo, etc.
Sobre xenofobia, he visto que usted también forma parte de un proyecto llamado Re-imagining migration que, por lo que entiendo, intenta que el debate sobre la inmigración entre de otra manera en las aulas. Esto ahora mismo está de plena actualidad en Estados Unidos…
Completamente, y en lo relativo a derechos humanos es uno de los desafíos más importantes de nuestra época. Hay cientos de miles de personas que están fuera de su lugar de origen y que no encuentran un lugar para vivir; la complejidad es tremenda y, por eso, es un tema que los docentes deben tratar sobre la base de que hay ciertos derechos fundamentales que tenemos que respetar.
En el caso de EEUU lo interesante es que en las escuelas públicas es donde aparece la diversidad cultural, aquí se encuentra el docente que se apuntó para tener un trabajo en una escuela relativamente homogénea, y de pronto le cambia la escuela, ¿cómo hace para adaptarse y aprender lo que tiene que aprender? Debemos entender que vivimos en sociedades en la que el aprendizaje es constante y de por vida. La revolución francesa se reedita en todas las revoluciones que vemos, incluida la revolución digital. Cada tema que vemos, en realidad, tiene ecos, la sociedad va cambiando y lo único que sabemos con seguridad es que vamos a tener que aprender algo nuevo, como sociedad, como escuelas, como docentes y como personas. Lo que es muy interesante de nuestro tiempo es que la sociedad, la escuela, los docentes, los alumnos y los padres estamos aprendiendo todos los mismos temas al mismo tiempo.
¿Y en ese proyecto se trata de aceptar el cambio y la diversidad como un hecho natural?
Es una colaboración de Project Zero con investigadores líderes en el campo de la Universidad de California Los Angeles (UCLA) –Marcelo y Carola Suarez Orozco y Adam Strom–. Estamos buscando, por un lado, cambiar la retórica sobre migración en educación, proponer una retórica de la migración como oportunidad, porque las sociedades puras hace mucho que no existen. Incluso si miras a España ves que el crecimiento demográfico en general es mayor entre las comunidades migratorias que de las comunidades originales (y lo pongo entre comillas, porque en el largo plazo nadie es original de ninguna parte).
En este proyecto estamos desarrollando los marcos teóricos e instrumentos prácticos que permitirán que los docentes puedan responder a los nuevos imperativos demográficos de manera informada y efectiva. Buscamos formar a los docentes sobre cambios paradigmáticos importantes. Por ejemplo, repensar al alumno y a la alumna (sobre cómo entendemos al chico y a la chica que migra y al que recibe); repensar el tipo de aprendizaje que buscamos (muy alineado con la competencia global); repensar la migración misma como fenómeno humano a través de grandes preguntas (¿por qué se traslada la gente de un lugar a otro?, ¿quién es el responsable de los que están en el medio entre una nación y otra?, ¿cuáles son las condiciones de recepción? o por ejemplo ¿cuáles son las narrativas públicas acerca de la migración?).
Finalmente estamos también desarrollando propuestas basadas en investigación acerca de cómo crear unos ambientes de aprendizaje que realmente nutran una cultura o una identidad más inclusiva, más respetuosa, más amplia, de toma de perspectiva, de empatía. Vivimos en tiempos en los que saber aprender, adaptarse, y crear sociedades futuras es esencial, y los educadores tenemos mucho que aportar sobre todo si optamos por responder de manera informada y proactiva a los cambios a nuestro alrededor.