La fotografía siempre estuvo asociada a la memoria. Solo que, a principios del siglo XX, el registro de las imágenes se coló también en las aulas: un modo de inmortalizar, quizás, la maestra, el guardapolvo blanco, el pizarrón, las láminas, el patio de la escuela, los alumnos dentro del salón de clases. Dejar, en otras palabras, la imagen –fija, almidonada– del paso por la educación formal. Ahora, sin embargo, donde los diferentes dispositivos y soportes tecnológicos afloran por todas partes, de manera casi paradójica, la memoria escolar aparece en ciertos lugares remotos como un bien escaso, sobre todo en las escuelas de los parajes rurales, alejadas del mundo, del papel y, también, claro, de la imagen.
Fue por todo eso que Erica Voget –37 años, licenciada en Caligrafía por la Facultad de Derecho de la Universidad de Buenos Aires (UBA), y con una diplomatura en Investigación y Conservación Fotográfica Documental en la Facultad de Filosofía y Letras también por UBA– y Ber Greco –43 años, diseñador en Comunicación Visual egresado de la Universidad Nacional de La Plata y director de Arte–, fotógrafos, que viven en La Plata, a sesenta kilómetros de la Ciudad de Buenos Aires, se propusieron un proyecto de fotografía documental donde la imagen recupere el valor institucional como un documento social de las propias escuelas.
El comienzo fue en la Escuela El Simbolar y la EPEP N°89 de Punta del Agua, en un paraje olvidado, Las Lomitas, Formosa, rodeado de pantanos, en agosto del año pasado. La experiencia les abrió la puerta hacia otros viajes en las diferentes provincias de la Argentina. El fin era entregarle, en forma gratuita, la fotografía escolar a los niños y las niñas y a los docentes de esas escuelas. “Muchos protagonistas de escuelas rurales no han tenido la oportunidad de tener acceso a material fotográfico que registre su paso por la educación pública. La razón principal son las condiciones de marginalidad en que se desenvuelven muchas de estas escuelas y también la ausencia de iniciativas de personas o instituciones que deseen hacer este trabajo”, dicen los autores.
¿Cómo surgió el proyecto Memoria Escolar? ¿Cuáles fueron las provincias que visitaron y cómo planean continuar con la experiencia?
(Greco) El proyecto radica en hacer un registro y entregar imágenes escolares, individuales y grupales, en forma gratuita, a los niños y las niñas que de otra manera no tienen acceso a estos recuerdos. Uno de nuestros principales objetivos fue revalorizar el paso por la educación pública y gratuita, y la importancia de la etapa escolar en el desarrollo de los chicos.
(Voget) La idea era hacer un trabajo documental y social en las escuelas rurales de los alrededores de la ciudad de La Plata y, rápidamente, nos dimos cuenta que era preciso buscar otros espacios y regiones. El empujón inicial fue, además, la donación de una impresora (que era muy buena y muy cara, en el proyecto original estaba como una opción y se volvió una herramienta fundamental) de una persona que nos incentivó a volar un poco más con este proyecto. Fue, en ese momento, donde decidimos realizar estos viajes de cuatro o cinco jornadas a diferentes provincias.
Las escuelas rurales o de albergue que eligieron para las primeras tomas están en sitios de muy difícil acceso, ¿cómo llevan adelante el proceso de selección de las escuelas? ¿En función de qué criterios?
(Greco) Lo que buscamos es hacer un registro de la labor de las escuelas que están en el fondo de cada provincia, las más alejadas, en regiones inhóspitas. No nos interesan las escuelas que están al costado de una ruta. Por eso buscamos que sean escuelas de difícil acceso, alejadas de las ciudades, donde haya pocos alumnos. Sería imposible retratar a cuarenta niños en dos jornadas de trabajo. Ahora, por ejemplo, nos escribieron desde Catamarca, donde los chicos van a la escuela a lomo de mula durante cuatro horas. En Neuquén nos pasó que estábamos en un paraje a seis horas de la capital de la provincia y nos hablaron de otra escuela en la Cordillera, donde los chicos van veinte días a clases y descansan diez, y no pudimos por falta de movilidad: aún quedaban cuatro horas más de viaje. Esas son las experiencias que nos interesa retratar con este trabajo, en un registro de esas ruralidades más duras. De hecho, esperamos la llegada del invierno, en algunos distritos, para mostrar la crudeza de ir a clases con la nieve.
(Voget) Sí, solo buscamos jardines y primarias, y que es un trabajo en el que vamos experimentando por diferentes situaciones. No es lo mismo una escuela de media jornada, un paraje rural, alejado, que las escuelas albergue donde los chicos se quedan a dormir y comer por toda la jornada. En esos casos hasta retratamos a los docentes, las cocineras, el portero. Nos convocaron desde Santa Fe, también, para retratar las escuelas de las islas, en el Litoral. Nos interesa la variedad de experiencias y registros: desde las escuelas donde asisten chicos de pueblos originarios hasta una colonia alemana en Entre Ríos o los menonitas de La Pampa.
¿Cómo se plantean los recorridos por cada paraje?
(Greco) Les presentamos el proyecto, de manera directa, a las autoridades de las escuelas rurales. En principio, buscamos algún contacto con las escuelas o con los docentes, no seguimos los caminos institucionales y burocráticos habituales. El registro documental que hacemos abarca desde las fotos individuales de cada niño hasta las grupales, donde buscamos que también se dé cuenta del entorno donde está enclavada esa escuela. En algunos casos hasta tratamos de hacer los recorridos que transitan los niños en el camino hacia las escuelas, hablamos con sus padres, visitamos sus viviendas, a la forma de ensayo documental. Nos quedamos, al menos, un par de jornadas completas en cada escuela. La impresora, que siempre nos acompaña, nos permite regalar en ese momento o, en la jornada siguiente, todas las imágenes. Es un momento mágico: la mayor parte de esos niños o niñas nunca tuvo una foto en papel en sus manos.
La fotografía escolar como un documento histórico, tal como la plantean estos autores, es potente, arrasadora. No nombra la pobreza y, sin embargo, está latente, en esos parajes desheredados, donde el Estado está ausente. En el proyecto, después de la experiencia en Punta del Agua (a sesenta kilómetros de Las Lomitas y cinco horas de la capital de Formosa); le siguieron Chocoite (a sesenta kilómetros de La Quiaca), Abra Colorada y La Ciénaga, en Jujuy; la Escuela N°222 “Dionisio Morán”, en Los Chañares, a cuarenta kilómetros de Merlo y doce de la Ruta 23, en San Luis; en Colipilli, en la Comunidad Huayquillan, a sesenta kilómetros de la Ruta Nacional N°40, en Chos Malal, Neuquén.
“El fin es que la fotografía genere un recuerdo, y se convierta en un producto iconográfico que permanezca en espacios del recuerdo familiar o institucional, y que en consecuencia influya en la construcción de una memoria escolar tanto individual como colectiva, ya que los recuerdos reafirman la identidad, crean una mayor autodefinición y un sentido de pertenencia con las raíces, convirtiéndola en un certificado de presencia, inseparable de la memoria. El paso de los niños por la edad escolar, es una marca en su desarrollo. Las amistades, la vestimenta, los juegos, sus maestros, el espacio físico de la institución, marcan una época vital de su crecimiento, por ello creemos que documentar esta etapa es tan necesario como importante”, dicen.
Ahora, para 2019, preparan diferentes recorridos: en un principio, en marzo, a Tucumán. En los meses siguientes planean sumar Entre Ríos, Catamarca, Chaco y Santa Fe. El sueño: seguir por diferentes regiones de América latina. El financiamiento del proyecto está a cargo de la gestión de los propios fotógrafos, que reciben fondos para la impresión de las copias, las carpetas que dejan a los niños y las niñas en las escuelas, los útiles escolares o libros que cargan en sus mochilas para llevar de regalo además de la Nikon 810 y la Sony, y cuatro lentes (un 85 y otro 55, fijos, y dos zoom, 24/70 y 70/200 milímetros).
Las imágenes escolares son una tradición en las escuelas de Argentina, que perdura desde el siglo pasado. ¿Hicieron, previamente, algún trabajo genealógico en relación a esta práctica?
(Greco) No, no encontramos mucho material en relación con esta práctica. Solo pensamos que era un proyecto para dos años, por todas las provincias de Argentina: una por mes. Nos pusimos a investigar y cuando vimos escuelas rurales en otras regiones empezamos a pensar en América latina, África o Asia.
(Voget) Solo encontramos un estudio sobre Fotografía en las Escuelas en la Argentina. No encontramos más que las historias orales, familiares, que recuerdan las imágenes de la escolaridad de nuestros abuelos o nuestros padres, la propia infancia, pero no mucho más y siempre centrado en las escuelas urbanas. En la ruralidad se complica mucho más el acceso, porque quizás no conviene que un fotógrafo circule por una escuela donde hay cinco, ocho o diez alumnos, que queda a tres horas de viaje y donde puede hacer muy pocas imágenes. Es una labor que implica tanto esfuerzo que quizás hasta económicamente ni le conviene como soporte.
¿Tienen conocimiento sobre qué ocurre con estas prácticas en otros países?
(Greco) En un momento nos topamos con un fotógrafo inglés que trabaja con retratos de adolescentes en escuelas secundarias de todo el mundo. Es un ensayo documental, muy interesante, dentro de las aulas, pero sin la formación tradicional que conocemos aquí en el registro de las escuelas locales.
¿De qué manera se realiza el financiamiento de los viajes y las producciones fotográficas que quedan como recuerdo en las escuelas?
(Greco) Nos procuramos también el financiamiento y la llegada a esos espacios: en algunos sitios fue por donaciones, otras por sindicatos o el mismo gobierno de la provincia. Nos interesa, en 2019, viajar a Cuba, por ejemplo, para retratar la ruralidad y sus escuelas, porque tienen una tradición muy importante, pero todavía no conseguimos el dinero para este emprendimiento.
(Voget) En el caso de las carpetas de cartón donde colocar las imágenes (con el logo del proyecto) para regalárselas a los chicos, por ejemplo, una empresa nos donó una gran cantidad que nos queda de back up para muchas de estas experiencias. El papel (que además es importado) lo conseguimos a precio de costo en La Plata y entregamos una copia a cada alumno de 15 por 22 centímetros. Lo mismo a los directores de la escuela y a sus maestros en el caso de las grupales. Los útiles a veces sacamos de las propias donaciones para comprarlos y llevarles a los niños. En un primer momento llevábamos ropa pero era agotador llevar tanta carga y nos cobran sobrequipaje en los aeropuertos. En Formosa nos pasó que no tenían lápices y por eso arrancamos también por llevar útiles: se vuelven locos con las reglas, las gomas de colores, los cuadernos.
¿Por qué el registro de las escuelas rurales y públicas?
(Greco) Porque antes de empezar este trabajo estábamos convencidos que la educación pública fomenta la igualdad entre los chicos. Después que arrancamos el proyecto nos convencimos aún más de esto. Es decir, conocimos, a partir de esta experiencia, el caso de alumnos en las escuelas rurales albergue que los viernes no quieren regresar a sus casas. ¿Por qué? Porque en algunas familias durante los sábados y domingos los obligan a trabajar en el campo, a varear animales por más de doce horas, a volver a su casa con la piel curtida por el sol, y llegar el lunes a las escuelas muy cansados y sin ganas de nada. Son muy pocos los que pueden acceder, después, a las escuelas secundarias en las grandes ciudades y, por caso, menos a una universidad. Eso nos dio la certeza que sin la educación pública estos chicos no tendrán otros futuros posibles.
¿Cómo es el registro de las fotografía? ¿Qué métodos utilizan? ¿Y qué dicen los chicos cuando ven las fotografías impresas en el papel?
(Greco) Yo creo que dentro del aula somos fantasmas. Tratamos de no hacer ruido, de pasar completamente desapercibidos. Hasta le quité el sonido del obturador a mi cámara. Nos han ofrecido hasta enlaces con otras organizaciones que hacen experiencias muy parecidas pero nos parece que le quitamos intimidad al momento del registro si vamos con más fotógrafos o más cámaras dentro de las escuelas. Le propusimos hacer entrevistas o un diario de viaje a una amiga, que es periodista, pero tampoco pudimos conciliar todavía esos espacios.
(Voget) Las fotografías son siempre con luz natural, en blanco y negro. Usamos la luz de las ventanas, el rebote, frente al pizarrón. Es una foto fija, clásica. La foto grupal, en cambio, tratamos de hacerla en el contexto de la escuela. Es decir, mostrar de alguna manera el paisaje donde está ubicada, la región, para marcar las diferentes geografías de nuestro país. Las grupales son las más interesantes: algunas cuentan toda una escuela en una sola foto.
¿De qué modo creen que se concilia lo educativo con la imagen y, desde ya, con la memoria?
(Greco) Nos interesa, claro, transmitir el amor por la Fotografía. Les contamos un poco cómo funciona una cámara de fotos, el revelado, el rebote y las luces, montamos un pequeño laboratorio en la escuela. Si tenemos tiempo, sobre todo en las escuelas albergue, les mostramos todo el sistema de impresión de las copias. Se quedan con los ojos bien abiertos viendo cómo se coloca el papel, qué fotos salen primero. En Formosa, por ejemplo, hicimos un resumen de las imágenes del día, sin editar, y las proyectamos sobre la pantalla todos reunidos en el comedor con los alumnos, los docentes, las auxiliares, los cocineros. En algunos casos, como después nos invitaron a sus viviendas, las vimos colgadas, en un marco, en el espacio principal de la casa. Fue un gran orgullo compartir ese momento. Fue como confirmar la importancia del recuerdo y la memoria en el papel, el valor la educación a partir de una imagen: esa impronta que nos deja el paso por la escuela pública y gratuita.
Más información:
Erica Voget: www.vogetfotografia.com
Instagram: voget_fotografia
Bernardo Greco:
Facebook: Ber Greco