Empezar un artículo planteando qué es la inteligencia emocional no es nada nuevo, pero puede resultar esclarecedor cuando pretendemos hablar de lo importante que es sentirse bien para poder cuidar a los demás y hacer así extensivo a otros nuestro bienestar.
La inteligencia emocional supone la parte de nuestro intelecto que gestiona nuestras emociones, los sentimientos que estas nos producen y las acciones que de ellas se derivan. En toda emoción hay implícita una tendencia a la acción.
Mejorar nuestra inteligencia emocional pasa por dominar cinco habilidades fundamentales, que son:
Primero, tomar conciencia emocional, lo que nos permite poder reconocer las emociones y sentimientos que nos afloran.
Segundo, controlar las emociones; no supone reprimirlas, sino afrontarlas tanto en situaciones favorables como adversas. Nos permite refrenar las emociones y demorar los impulsos.
Tercero, desarrollar la capacidad de motivarse a uno mismo. Supone infundirse entusiasmo y tenacidad.
Cuarto, tener empatía. Implica ponerse en la piel del otro y comprender sus sentimientos, y
Quinto, desarrollar habilidades para el control de las relaciones. Significa tratarnos con quienes nos rodean y establecer lazos sanos y duraderos. Además nos permite promover la construcción del bienestar personal y social.
Como seres sociales que somos nada nos atrae más que estar con otros. Pero no en todas las circunstancias. Cuando estamos con un ánimo decaído a menudo no tenemos ganas de estar con nadie. Preferimos la soledad. Obviamente para relacionarnos satisfactoriamente con nuestro entorno necesitamos sentirnos bien. ¿Qué podemos hacer para sentirnos bien? ¿Qué debemos hacer para generarnos bienestar? Si tuviéramos la respuesta exacta a estas preguntas, el mundo no sería como es ahora. No tenemos soluciones pero sí podemos buscar estrategias que nos permitan mejorar nuestro día a día.
Una de estas estrategias es buscar la unidad dentro de nosotros, es decir, que nuestra mente sepa lo que el cuerpo necesita. Que sepamos escucharnos, saber qué estamos sintiendo y a qué se debe. Qué hecho ha sido el desencadenante. Para ello tenemos que dedicar tiempo a la escucha personal.
Una segunda estrategia es “parar nuestro pensamiento” cuando nos inunda de preocupaciones, de desánimo y de pensamientos obsesivos.
Uno de los mecanismos más eficaces para la parada de pensamiento son las actividades de distracción:
- Recordar una lista de palabras que empiecen por la misma letra.
- Hacer un recorrido, paso a paso, de una actividad gratificante que hayamos realizado recientemente.
- Buscar pensamientos positivos que reemplacen a los negativos que nos invaden, y por último,
- Recordar y visualizar películas que nos hayan hecho sentir bien.
Otra estrategia interesante para conseguir el bienestar emocional es no juzgarnos con dureza ni a nosotros mismos ni a los demás. Es evidente que hacemos cosas inapropiadas, inconvenientes, equivocadas, pero no es menos cierto que muchas de nuestras acciones no responden a un plan premeditado para hacer las cosas mal, sino que muchas veces nos dejamos llevar por los impulsos. Por eso mismo debemos analizar nuestra conducta y corregir lo que sea necesario, pero sin maltratarnos.
Una cuarta estrategia, esencial para desarrollar el bienestar emocional es aprender a desembarazarse de los estados de ánimo negativos. La vida está llena de altibajos, pero es la adecuada proporción entre emociones negativas y las positivas lo que determinan nuestra sensación de bienestar. Para ello debemos establecer deliberadamente un programa de actividades que nos diviertan y relajen.
Y, como última estrategia de entre el gran número de estrategias que podríamos seguir nombrando, tenemos la reestructuración cognitiva, que consiste en ver las cosas desde una perspectiva diferente.
Una vez hecho este breve recorrido por las estrategias que nos pueden ayudar en nuestra vida cotidiana, vamos a pararnos y retomar nuestra necesidad de relacionarnos y encontrar satisfacción en cuidar a los demás.
Saber expresar nuestras emociones es clave tanto para comprender las de los demás como para que los demás nos comprendan. Sentir con otro es cuidar de él.
En educación en general y en educación infantil especialmente, el trabajo con las emociones de nuestros pequeños se hace indispensable. Comprender lo que les sucede, poner palabras a sus sentimientos, dar alternativas a sus acciones no deseadas y, en suma, ayudar a los niños/as en el desarrollo de sus competencias emocionales nos va a asegurar importantes diferencias en su salud y bienestar a largo plazo.
Esta conexión con los sentimientos ajenos nos hace partícipes de las emociones colectivas y promueve el bienestar emocional a nivel social.
En conclusión, debemos sentirnos bien para poder cuidar de los otros, y finalmente entre todos conseguir un mundo más habitable.
Junta de Portavoces de Educación Infantil Pública 0-6