En el salón de actos de la Academia del Cine casi no cabía más gente. Desde cineastas a inspectores de educación, pasando por representantes políticos de diferentes partidos. Con Mariano Barroso, presidente de la Academia, como maestro de ceremonias, y las tres personas que han coordinado la elaboración del libro: Marta Tarín, Mercedes Ruiz y Fernando Lara.
Hace ya dos años, la Academia dio los primeros pasos para llegar a este documento. En mayo y junio de 2017 la revista que edita la entidad dedicó ese número al cine y la educación y organizó unas jornadas con la misma temática. De aquel esfuerzo nació un grupo de trabajo conformado por personas de diferentes perfiles dentro del mundo audiovisual, así como de la educación. Su objetivo: elaborar un documento marco para que las diferentes administraciones pudieran recoger el testigo e implementar la cultura audiovisual en la aulas. Ayer, la Academia, presentó dicho documento.
La idea es que, al igual que otras expresiones artísticas están en ellas, como la Literatura, el cine merece un espacio, aunque solo sea porque en 125 años de historia ha generado grandes obras, además de convertirse en espejo y herramienta con la que aprehender el mundo. «En cierto modo, la Academia del cine -comentaba Mariano Barroso al inicio de la presentación- ha asumido un trabajo que correspondería a las administraciones».
Ahora, la pelota está en el tejado tanto del Gobierno central como de los autonómicos. Aunque ni unos ni otros estuvieran representados ayer.
Fernando Lara definió el documento como un «semillero de propuestas» para matizar que el documento marco no pretende ser una guía cerrada y única que deba seguirse al pie de la letra. En él se han recogido y unificado las decenas y decenas de propuestas y actuaciones que diferentes iniciativas privadas llevan ya años organizando por todo el Estado. También pretende ser una guía para las y los docentes, para lo que pueden encontrarse un listado de 100 películas españolas que van desde el inicio del cine sonoro hasta el año 2000. No están todas las que son ni son todas las que están, pero, como comentó Lara, sí son cintas representativas. Además, se establecen recomendaciones según el curso en el que se encuentre el alumnado.
Lara destacó estos listados. «Uno fundamental, por edades y tramos educativos, de largos y cortos», pensado para que los docentes tengan una guía sobre qué pueden enseñar a chicas y chicos. A este se suma el de las 100 películas, con la que se genera una perspectiva histórica.
«No hay excusas para las administraciones», afirmó Lara. «Se trata de una carrera de relevos. La comenzamos nosotros, planteamos iniciativas, hemos hecho un plan y ahora entregamos el testigo a cada una de las autoridades educativas y culturales». Es tiempo de que, «de una vez por todas, 125 años después, el cine llegue a las aulas».
Y aunque el grupo de trabajo que ha elaborado buena parte del trabajo, así como quienes lo han coordinado, tienen claro que cómo se haga esto es labor de la administración, se lanzan con una propuestas para un proyecto piloto para el próximo curso, financiado con un millón de euros para que se desarrolle en centros de las diferentes comunidades autónomas. «Es cuestión de voluntad» llevar la cultura audiovisual a las aulas, decía Fernando Lara, quien recordó que en comunidades como Aragón, Andalucía o Castilla y León ya se hacen programas potentes. «Si no se hace (a partir de ahora) es porque no se quiere hacer».
El libro, no queriendo ser un paso a paso, sí pretende facilitar la puesta en marcha de un Plan de Alfabetización Audiovisual que, eventualemente, quedase recogido en un Pacto de Estado, para que la administraciones central y autonómicas pudieran implementarlo. Para ello, esboza algunas medidas que podrían tomarse a lo largo del tiempo para la consecución de dicho plan.
También señala la necesidad de una mayor y mejor formación del profesorado en relación al cine y al lenguaje audiovisual. Generar ciudadanía crítica que pueda acercarse a las pantallas con el conocimiento suficiente como para comprender crítcamente lo que ve, su significado e intencionalidad, además de conocer la historia de una parte importante de la cultura, sobre todo del siglo XX y de este XXI.
El libro, tras una breve presentación, así como una catalogación de cómo se encuentra la cultura audiovisual representada en el sistema educativo, no gasta esfuerzos en ponérselo fácil a las administraciones, así como a los centros educativos, con propuestas sobre qué ver a qué edad, o qué festivales y otras iniciativas acercan el cine a chicas y chicos.
Y, para que nadie tenga excusas, también dedica páginas y páginas a cómo trabajar diferentes materias curriculares utilizando el cine como herramienta en la educación secundaria obligatoria y el bachillerato.