Tal día como ayer, 1 de abril de 1939, el bando franquista daba por terminada la guerra civil. «Cautivo y desarmado el ejército rojo…», proclamaba el último bando de la guerra. Comenzaba (proseguía) la represión, la depuración que Franco impondría en todo el Estado durante los siguientes 36 años.
El silencio de los otros, ganadora del Goya al mejor documental, recoge el significado actual de esta represión. Bebés robados (una práctica que duraría hasta bien entrada la democracia), trabajo esclavo, torturas o fosas comunes sin catálogo y sin nombre son los temas que se abordan y configuran un mapa complejo de reivindicaciones, un ejercicio de memoria y presente.
«Nadie nos dijo nada de esto». Una frase que resume el pensamiento de la mayor parte de sus espectadores. Así lo afirma Carracedo, codirectora de este documental, cuyo rodaje se ha dilatado casi siete años, coincidiendo con el inicio de la Querella Argentina, único proceso judicial que está investigando los crímenes del franquismo.
«La realidad (comenta Carracedo al teléfono) es que esto es presente para muchos miles de personas que son nuestras y nuestros vecinos. Es un presente de sufrimiento y de lucha. No es para nada algo pasado. Por eso era importante hablar del olvido en presente».
Hemos olvidado, como aparece al inicio de El silencio de otros, como afirmaba Xabier Arzalluz en el Congreso de los Diputados el día de la aprobación de la Ley de Amnistía de 1977. Había que olvidar, pero no solo desde la cúpula política. Había que trasladar ese olvido a toda la sociedad. “Ah, entonces, a vosotros os han silenciado para poder ignorar que exististeis”. Esta es la reflexión de un adolescente en un coloquio que organizó su colegio para ver la película y comentarla, después, con sus protagonistas.
Pero como explicaba Carracedo, esta desmemoria no es solo un olvido de los políticos causada por la Ley de Amnistía, «sino que las familias tienen aversión a contar qué pasó con el abuelo, con la abuela». Lo ejemplifica con algunos de los comentarios que les dejan jóvenes espectadores en la página web: “Después de ver tu película le he preguntado a mis padres y, por fin, he entendido quién era mi abuelo” o “He preguntado por qué los carteles de detrás de la foto de mi abuela estaban en francés y me han explicado que, efectivamente, no estaba de vacaciones como siempre me habían dicho”. Para ella, el silencio del miedo durante la dictadura se extiende al silencio ya en democracia. «Los mensajes de Franco de ‘no nos matemos entre hermanos’ se asumen en la transición».
Sin obligación de saber
El currículo, ya sea de Historia o de Literatura, de Matemáticas o de Science, es demasiado extenso. Son muchos quienes se quejan de que no llegan al final del temario, o que tienen que apretar a final de curso y introducir cosas con calzador. Sin ánimo científico, no es extraño preguntar a personas criadas en democracia que ignoran prácticamente todo de lo ocurrido durante casi medio siglo de la historia de España, entre 1936 y 1976, porque simplemente «no daba tiempo».
«Puedes salir perfectamente de la secundaria (y la gran mayoría sale así) sin haber oído hablar ni de la propia guerra civil ni de lo que pasó después». Esther Barceló es profesora de Historia en la Comunidad Valenciana además de la responsable de Memoria Histórica de Izquierda Unida.
Ella, como muchas y muchos de sus compañeros, se ha tomado la molestia de buscar unidades didácticas relacionadas con los crímenes del franquismo, para dar información a su alumnado sobre lo ocurrido en aquellos años.
Admite que ahora hay más concienciación con estos asuntos y, «si eres alumno de secundaria, puede que tengas la suerte de encontrarte con un profesor que se haya preocupado de haber buscado una programación didáctica sobre la represión, la situación de las mujeres durante la represión franquista, que hable de los guerrilleros, bebés robados…”.
Se trata de «una historia que no conocían (los jóvenes), que ni siquiera se lo han contado en la escuela», afirma Almudena Carracedo. «Siempre digo que sabemos más de Atapuerca que de la Transición».
Según Carracedo: «La manera de acercarnos a un público no conocedor y no comprometido, ni consciente o simpatizante siquiera, era a través de los personajes; saltarnos la retórica de algo aprendido (en la calle, en la escuela, en la familia), para ir directamente a las personas. Si fuera tu abuela, tu madre, la que estuviera debajo de la carretera, si fuera tu padre al que hubieran torturado, si a ti te hubieran robado un hijo o tuvieras un hermano robado, ¿qué harías?».
«Para la gente joven esto es una epifanía. Si ves la cara de la gente joven cuando ve la película… salen absolutamente indignadísimos. Dicen: ‘Me han robado mi historia’”.
El currículo…
«La educación es tema clave, ¿no? Qué se enseña en las escuelas, qué nos enseñan», afirma Carracedo. «Los alemanes lo tienen clarísimo. Los niños van a los monumentos, se chupan las imágenes, que son duras, y aprenden de lo que ha pasado. Si no aprendemos de lo que ha pasado, obviamente estamos condenados a repetirlo».
Algo que, docentes como Esther Barceló intentan paliar. De hecho, el pasado fin de semana viajó con su alumnado de 4º de la ESO y 1º de bachillerato a Polonia para visitar el campo de exterminio de Auschwitz-Birkenau. Antes de la visita, eso sí, les ha hablado de las relaciones que se establecieron entre los regímenes nazis y fascistas de Alemania, Italia y, claro, España.
Para ella es una apuesta importante y cuando enseña qué significó el surgimiento de los fascismos en Europa o la II Guerra Mundial, introduce siempre qué papel jugó España en todo aquel contexto. “Desarrollo un poco más el tema y lo que hago es introducir el tema español. Con esa acción se respeta el currículo establecido y lo que se hace es ahondar en lo que a nuestro alumnado le debería interesar más: qué relación tiene España en todo esto, cómo afectó este momento de la Historia al país en el que vivo y en el que me desarrollo como ser social».
Esta docente valenciana critica que los temarios de todas las asignaturas estén escritos para un «alumnado ideal», abstracto, que puede estudiarlo todo en el tiempo marcado «sin pensar que hay clases en las que cuesta más, que hay alumnado con diversificación, que hay días en que tu alumnado tiene una excursión de otro docente… es decir, miles de avatares que conforman la vida real».
Para ella, hay dos claves importantes. Por un lado, habría que sintetizar el temario de historia universal para que algunos asuntos, algunas épocas, se tratasen de una forma más global («no es normal que chicas y chicos de 11 años estudien todas y cada una de las instituciones del Imperio Romano») y, por otra parte, priorizar aquellos asuntos que les puedan ayudar a entender el mundo, el país, la sociedad en la que viven. “Realmente, deberíamos reducir los temarios, priorizar los más importantes, incluyendo bloques mucho más amplios y darlos en términos mucho más generales”.
En 2012, Enrique Díez, profesor de la Universidad de León, dirigió el estudio La memoria histórica en los libros de texto. Un texto que realiza un análisis crítico del contenido de manuales escolares de diez editoriales y recoge también, el análisis de las entrevistas en profundidad con decenas de docentes de Historia de todo el país sobre sus impresiones sobre el tema.
Su primera conclusión: “Estos materiales curriculares sí recogen, aunque no con la suficiente profundidad” parte de lo sucedido tras la República, “especialmente los relacionados con la represión de la dictadura franquista y la resistencia de muchos hombres y mujeres frente a ella”.
Del estudio se desprende que la mayor cantidad de contenido se dedica a la descripción de la guerra civil, seguido de la explicación sobre la República, “pero en mucha menor proporción la represión de la dictadura y la lucha antifranquista. Mientras que los movimientos de recuperación de la memoria histórica prácticamente están ocultos en los contenidos de los libros de texto”.
Bien es cierto, que muchos de los libros analizados tienen más de 15 años ya y bien puede haber cambiado su contenido en los últimos tiempos.
Y el pasado nos golpea hoy
Como asegura Carracedo, el documental, aunque bucea en el pasado de España, mira firmemente al presente y al futuro, momento en el que lo pasado impacta: «Con toda esa desmemoria y después de 36 años de dictadura y 40 de democracia, nos encontramos ahora con discursos, no solo de VOX, o de Falange o de la Fundación Franco… sino discursos del PP para que se mire al futuro y no al pasado o al presente. Por no conocer lo que pasó, no somos capaces de avanzar, seguimos 40 años después incapaces, con gente que sigue reclamando a sus familiares. Este ejercicio de desmemoria, en realidad, no consigue lo que busca».
Barceló lo ratifica: “Hemos aprendido y sido educados en la normalización de ese silencio y, por tanto, de la represión anterior a la democracia». Ese silencio “hace que hayamos tendido a normalizar el hecho de que ahora puedan estar surgiendo partidos que defiende cosas que en democracia no deberían ser permisibles como la intolerancia, el odio al otro. Valores que van en contra de los principios democráticos”.
Cómo ver ‘El silencio de otros’ en tu centro
Además de la emisión en unos días en la 2 de TVE, tanta es la preocupación de los responsables de la película para que lo que en ella se cuenta llegue a las generaciones más jóvenes que han puesto en marcha una campaña (a partir del 16 d abril), y gracias a la colaboración de la distribuidora (Bteam Pictures) para que pueda proyectarse de manera gratuita en colegios, institutos y universidades.
Para que la exhibición sea legal, hay que comprar el DVD del documental y rellenar un formulario que facilitan en la página web para tener un permiso especial para hacerlo.
Almudena Carracedo nos comenta que animan a los centros para que pongan la película coordinándose varios docentes con sus respectivas clases “para que se convierta en una experiencia compartida por el mayor número de personas”.
También animan a que estas exhibiciones, con su conversación posterior, se realicen a través de los ayuntamientos o los distritos de las ciudades. En ese caso, la distribuidora cobraría a la institución.
Además, para llegar a las universidades han ideado una posibilidad. Que los colectivos o asociaciones hagan proyecciones gratuitas. En este caso la distribuidora no cobraría. Sí lo haría si dichas exhibiciones cuentan con el apoyo institucional de la universidad o la facultad.
También recuerdan al público que existen organizaciones locales con las que contactar para solicitar la presencia de alguna de las personas protagonistas en la proyección y así enriquecer las conversaciones posteriores.
De hecho ya llevan bastante tiempo haciendo estos coloquios por todo el país. Tantos que ni ella ni Robert Bahar pueden asumirlos todos.