Ya está próximo el final de curso, pronto nos despediremos de los alumnos y alumnas que terminan ciclo en la Casa de Niños, la mayoría pasan al centro de infantil y primaria del municipio. Esto nos asegura que vamos a seguir su trayectoria y podremos ver cómo evolucionan en sus procesos de vida, lo cual resulta muy enriquecedor para nosotras y nos hace ver las realidades educativas de una manera más personalizada. Esta proximidad nos da la oportunidad de realizar un verdadero trabajo conjunto, contribuye a crear un entorno educativo estable y a dar coherencia a los proyectos educativos de ambos centros.
Los proyectos educativos y diseños curriculares de todas las etapas educativas, desde infantil hasta secundaria, ponen el foco en la necesidad de una colaboración y trabajo mutuos entre ciclos y etapas. Ya en el preámbulo de la LOE se habla de la “necesidad de que todos los componentes de la comunidad educativa colaboren para conseguir la combinación de calidad-equidad, es decir, que haya un esfuerzo compartido” y establece como algunas funciones tutoriales: “La coordinación entre las distintas personas e instituciones que intervienen en el proceso de enseñanza-aprendizaje”. Pero quienes trabajamos dentro del sistema sabemos lo difícil que esto resulta: la falta de tiempo, de tradición colaborativa, la dificultad para llegar a acuerdos, adaptar objetivos, atender a la individualidad…
Los inconvenientes se incrementan cuando los dos ciclos de una misma etapa se desarrollan en centros diferentes como es el caso de la educación infantil. No es preciso marcarse grandes objetivos, la cotidianidad ofrece múltiples oportunidades, sino tener claras las bases de la colaboración analizando de forma realista las necesidades y objetivos de la comunidad educativa en su conjunto.
El contexto marca en gran medida la viabilidad de este tipo de coordinación. En contextos rurales o pequeños municipios resulta más fácil debido a una mayor proximidad de los centros y, por lo tanto, de los y las docentes de los distintos ciclos y etapas, y al hecho de que la mayoría del alumnado de primer ciclo de infantil cursará el segundo ciclo, la etapa de primaria y, en muchos lugares, también la etapa de secundaria en centros próximos entre sí. Esto facilita la coordinación y determina la necesidad de crear cultura educativa común. Y hay que aprovecharlo.
Nuestra pequeña comunidad educativa se planteó esta necesidad hace años y, poco a poco, fuimos construyendo puentes hacia una colaboración sistematizada, coherente y coordinada, que nos ha permitido facilitar los procesos de cambio, entender el desarrollo vital de la infancia y cómo favorecerlo de una manera más ajustada. Participando en actividades y actuaciones conjuntas aprendemos del resto de profesionales, niños y niñas crecen al tiempo, lo que posibilita la creación de vínculos y el reconocimiento de ambos centros como un continuo, como un marco seguro, estable y coherente.
A los y las docentes nos proporciona un lugar y unos tiempos en los que aprender del compañero o de la compañera, en los que reflexionar sobre diferentes criterios pedagógicos y didácticos, pero también experienciales, donde poner en marcha proyectos conjuntos, aprender a ponerse en el lugar de la otra persona desde la experiencia directa, realizar proyectos de investigación-acción que tengan continuidad. En definitiva, esta coordinación y cooperación nos hace crecer como profesionales aumentando nuestras competencias y conocimientos. También como personas al favorecer el desarrollo de habilidades sociales y emocionales.
Es cierto que no ha sido fácil, hemos pasado etapas más productivas y otras menos, hemos tenido que ganarnos la confianza del ayuntamiento, de las familias, de las direcciones de ambos centros… Hemos tenido que pasar por muchos cambios en el claustro debido a la interinidad… pero con pequeños esfuerzos, renunciando en ocasiones y, en otras, defendiendo a muerte nuestros planteamientos, creo que hemos conseguido un punto de encuentro: acompañar de la manera más ajustada posible los proyectos y los procesos de vida de nuestros alumnos y alumnas.
Celebramos, al menos, una reunión trimestral con las docentes de infantil del cole, ponemos en común las diferentes actuaciones conjuntas, nos intercambiamos información relevante sobre los procesos de aprendizaje, estrategias y herramientas didácticas, coordinamos la información a las familias sobre el paso de ciclo… También realizamos formación conjunta relacionada con el proyecto comunidades de aprendizaje, lo que facilita que tengamos una línea pedagógica común y adaptada al contexto. Las direcciones de ambos centros coordinan las tareas organizativas para proporcionarnos el tiempo de coordinación, supervisan y aconsejan sobre la viabilidad de las propuestas… Nos reunimos al final del curso para evaluar los procesos, para comentar los ritmos y estilos de aprendizaje de los alumnos y las alumnas que pasan de ciclo y para comparar las memorias de ambos centros y las propuestas de mejora.
Hasta el momento hemos realizado actuaciones conjuntas de tipo simbólico como instalaciones, espacios de arte en momentos significativos como, por ejemplo, el día de los derechos de los niños y niñas. Nos encanta juntarnos para hacer desayunos saludables donde aprovechamos para disfrutar de diferentes alimentos y a observar las diferencias entre las características de las distintas edades; quienes son mayores aprenden a esperar que los pequeños y pequeñas elijan la fruta que quieren, a mirar a los bebés sorprendiéndose con sus avances y se dan cuenta de que sus capacidades manipulativas son diferentes; los pequeños y las pequeñas observan la autonomía de los de mayor edad en el reparto de tareas y se esfuerzan poniendo en práctica todas sus capacidades comunicativas para que les hagan caso en primer lugar…
Me resulta imposible describir la cantidad de sensaciones y sentimientos que se despiertan en nosotras al ver cómo las niñas y los niños de primaria se acercan a leernos poesía y a jugar en nuestro patio, lo que les transporta por un breve instante a sus vivencias anteriores. Es un premio ver sus caras y sentir su energía.
Sé que esto en muchos centros es una utopía, pero considero necesario intentar cambiar poco a poco esta realidad. Por ejemplo, en zonas urbanas o en municipios donde una coordinación permanente no sea posible, se tendrían que considerar otras opciones como proyectos de aprendizaje-servicio que, con apoyo de las instituciones locales, puedan ayudar a conectar los centros. Es interesante también plantearse la creación de redes virtuales de aprendizaje, donde compartir experiencias, reflexionar, donde sentirnos con el apoyo y la comprensión del resto.
No tengo la respuesta, supongo que hay tantas soluciones como comunidades educativas pero, al menos, el hecho de plantearnos si realmente estamos respetando los procesos evolutivos y los intereses de la infancia ya merecería la pena el esfuerzo.
Al tomar conciencia de la necesidad de coordinarnos como docentes, al compartir momentos con niñas, niños y personas adultas de diferentes etapas y ciclos podemos ampliar conocimientos y desarrollar nuevas competencias, así como observar de primera mano y a lo largo del tiempo los procesos de vida infantiles.
Tanto personas adultas como niños y niñas estamos en constante crecimiento, todo lo que sucede en nuestro entorno es parte de nuestra educación. Aprendemos en el hogar, en la escuela, en la sociedad. Niños y niñas crecen todo el tiempo y todos los momentos que viven son importantes y valiosos en su desarrollo. Es por eso que los y las docentes de los distintos ciclos y etapas tenemos la obligación de entendernos, de coordinarnos y de facilitar que los proyectos de vida infantiles se desarrollen en un entorno escolar amable y coherente con la sociedad que queremos crear.
Así que animo a todas y a todos a intentarlo.
Plataforma de Educación Infantil 0-6