Han pasado muchas cosas en las últimas cuatro décadas largas. La salida de la dictadura, ya antes, supuso un momento en el que las ganas de cambiar un estilo de hacer en las aulas era prácticamente imparable. Había muchas ganas de sacudirse todo aquello y el caldo de cultivo propicio para que nuevas formas fueran imponiéndose. El momento perfecto para la aparición de movimientos de renovación pedagógica que fueron eclosionando por todo el Estado y que más tarde se fueron organizando hasta la creación de la Confederación de Movimientos de Renovación Pedagógica.
Tanto esta como la Federació catalana vieron hace unos días todo este trabajo reconocido con la inclusión, de diferente maneras, en la Oren de Alfonso X el Sabio. Hablamos con sus representantes unos días después sobre los retos que han de abordarse en el sistema educativo en un camino que no parece terminar nunca hacia una escuela más democrática, pendiente de su entorno social y asociativo y que ha de dar respuesta a una sociedad que ha cambiado mucho con los años.
También en un momento en el que se hace urgente una reflexión sobre qué sistema educativo se quiere y se puede crear para un futuro, que ya es presente, cambiante y muy complejo. Un tiempo en el que los movimientos de renovación pedagócia no están en su mejor momento en cuanto a seguimiento e impacto si se tiene en cuenta el volumen total de docentes en todo el país.
«El relevo generacional es complicado», admite Pilar Gargallo, presidenta de la Federació de MRP de Catalunya. Así lo cree también Ángel Sáenz del Castillo, presidente de la Confederación Estatal de MRP y miembro de los movimientos en Extremadura. Para él, la sociedad ha cambiado, y así también el compromiso de quienes la conforman. De alguna manera, nos hemos acostumbrado a que la «militancia» no sea tan a largo plazo, las adhesiones duran lo que dura una protesta, una acción concreta.
Retos
Además del reto de conseguir relevar a quienes llevan décadas trabajando desde los MRP, el sistema educativo se enfrenta a otros muchos. Por ejemplo, a una formación inicial y continua más pegada a la realidad de las aulas, a la inclusión de personas migrantes o con necesidades educativas especiales.
La creación de una ciudadanía crítica que mire a una sociedad en un cambio constante y cada vez más rápido es el primero de los grandes retos que debería enfrentar el sistema educativo, desde el punto de vista de Sáenz del Castillo.
La alternativa a la LOMCE se vislumbra como un buen momento para contar con los MRP, ahora que parece que el PSOE podrá gobernar durante una legislatura entera. Es un «ámbito en el que debemos estar», dice Sáenz del Castillo, sobre todo después de tantos años de experiencia como tienen, tan cercanos a la práctica cotidiana en el aula, a los años de esfuerzo realizado.
Es necesario construir mayores acuerdos, «un pacto plural», dice el presidente de la Confederación, «participativo». «Es fundamental que la educación no esté al servicio de un partido, sino de la sociedad; esta debe plantearse por dónde ir, qué tipo de personas quiere construir».
«La formación ha de cambiar, los contenidos han de cambiar», hay que introducir las relaciones con otras culturas, tener en cuenta la desigualdad social. También, hablar de los contenidos que se imparten en la escuela; «quitar o poner asignaturas no arregla nada, hay que hacer una reflexión más profunda», asegura Sáenz del Castillo.
En este punto también es importante el papel de los centros en el territorio. Afirma el presidente de la Confederación que hay que pasar del centro escolar al centro educativo. Deben se más abiertos, con diferentes horarios, facilitando una mayor participación de las familias, aunque, reconoce, esto no es fácil para el profesorado. Entre otras cosas porque, como comenta, los docentes salen de las facultades «pensando en contenidos escolares, no en contenidos educativos». «Hay que superar el concepto de profesor administrador de un contenido que está en los libros de texto», afirma.
Una educación en la que dar el protagonismo a la infancia y la juventud, incide Gargallo desde Cataluña. «Que sean los protagonistas de su aprendizaje y que este les sirva como ascensor social». Y en este sentido, de nuevo, la relación con el territorio que se objetiva en que, por ejemplo, los momentos de educación no formal les faciliten más oportunidades de aprendizaje a lo largo de la vida. En definitiva, «despertar el interés del alumnado».
Y hay que contar con la innovación en educación, o mejor, con la renovación pedagógica. Es decir, una innovación que esté ligada y pegada a la realidad social del profesorado y del alumnado. Como explica Gargallo, conectada al territorio, a su tejido asociativo, que haga que la educación sea de nuevo un ascensor social y que haga de chicas y chicos los protagonistas de su aprendizaje.
Para buena parte de todo esto, claro, la formación inicial y permanente es básica. Y lo es, por ejemplo, para la formación de un compromiso ético necesario para enfrentarse a las situaciones que se dan en el aula, en el centro. «Trabajamos con personas, no solo desarrollamos conocimiento», afirma Sáenz del Castillo. Hay que mirar al alumnado y pensar en que «no solo pongo una nota», sino que esta y mi comportamiento como docente tienen un impacto en las chicas y chicos. Un impacto «no solo en lo emocional» sino en la generación de «fatiga mental o en la minusvalía» que se puede provocar. Y remite a cómo en algunos países, para poder trabajar en los centros, se desarrollan entrevistas personales con los futuros docentes para medir su actitud, no solo si aptitud, a la hora de colocarse ante niñas y niños.
«El compromiso social es la madre del cordero. Ser docente es una labor ética; no porque lo diga yo, explica Sáenz del Castillo, sino porque trabajamos con personas. No solo desarrollamos contenidos de matemáticas o de ciencias, construimos personas, lo que supone tocar de lleno el tema de la ética».
Tanto él como Gargallo hablan de la necesidad de ciertos cambios en el acceso a la función docente («podríamos hablar, incluso, dice el primero, de si es obligatorio que el profesorado sea funcionario»). Con un guiño al sistema finlandés en el que hay entrevistas previas a la contratación o, como en Catalunya, en donde las direcciones escolares pueden elegir determinados perfiles que se adapten a su proyecto educativo.
Para Sáenz del Castillo sería importante que en el acceso se cambiaran algunas cuestiones. Una podría ser precisamente estas entrevistas, igual que tener en cuenta las prácticas. «Que el título sea posterior a unas prácticas con personal experto, hablo de hacer algo similar al MIR». «Que el título se dé después de probar (y no de aprobar) que se está haciendo una buena labor en un contexto real en el aula». Entre otras cosas, como explica, porque cualquier recién llegado tarda un tiempo en aprender a estar en la clase, a trabajar con el alumnado y «¿qué pasa con los alumnos que he tenido durante esos años?».
Sáenz del Castillo también asegura que el profesorado «ha de tener un tiempo en su nómina, de obligado cumplimiento, para formación» y essta «ha de ser plural, como la sociedad». «El sistema educativo tiene el riesgo de institucionalizar y crear una formación a sus ervicio y sus parámetros. Si abrimos la formación a todos profesionales y ámbitos, enriquecería».
Otros temas podrían sere el papel de la inspección educativa, o la asignación de qué grupos tendrá quien dé sus primeros pasos en la función docente, la escolarización o la asignación de grupos y esa segregación no escrita en la que los mejores están juntos en un aula y los peores en otra. También cómo se gestionará la diversidad de las aulas, ya sea por cuestiones de origen del alumnado o porque este tenga necesidades educativas especiales.
Los restos del sistema son muchos y variados y parece necesario que se toquen diferentes teclas al mismo tiempo para ir produciendo cambios sustanciales en su funcionamiento de cara a que la educación dé respuesta a, al menos, parte de los desafíos de una sociedad muy cambiante que no parece tener tiempo de pararse a pensar hacia dónde va.
En cualquier caso, tras este reconocimiento del Ministerio de Educación y FP, desde los MRP, dice Ángel Sáenz del Castillo, «somos optimistas, nos ha dado energías positivas que nos digan que nuestro trabajo es interesante, somos positivos».