Termina este curso en la escuela, también para las compañeras y compañeros que trabajan en el primer ciclo de la educación infantil. En el segundo ciclo hace ya tiempo que profesionales y criaturas disfrutan de estas vacaciones, aunque en la escuela pública tengan que estar disponibles para la administración y cuando tienen un puesto interino o en la privada hayan sido despedidos, en muchos de los casos, para ser objeto de recontratación en septiembre.
Nos preguntamos, ¿es que son diferentes los niños y niñas del primer ciclo Infantil de quienes asisten al segundo? Es evidente que no, pero, en la práctica, sí es diferente la concepción de la institución educativa que acoge según la edad.
Hace poco sostenía un sabio compañero en un encuentro de expertos en cero a tres años que, en las escuelas para esta edad, deberían flexibilizarse las vacaciones en las zonas dependientes del turismo, para que se adaptasen a los tiempos de las familias trabajadoras, las que justo empezaban a disfrutarlas cuando sus criaturas comenzaban el curso en las escuelas. Parece muy lógico ¿no? Sin embargo, otra sabia compañera opinó que entonces manteníamos la diferente visión de la escuela 0-3 o 3-6, porque no era algo que se pidiera en el segundo ciclo. Y es que a nadie se le ocurriría sugerir que los colegios adaptasen sus horarios a los trabajos de las familias porque aparecerían montones de argumentos sindicales. Pero entonces ¿por qué si en 0-3?
Creemos que los criterios que determinan el calendario escolar tienen poco que ver con las necesidades infantiles y mucho con las de las personas adultas, llámese familias, en especial en las primeras edades, o profesionales de la educación, desde segundo ciclo de infantil en adelante.
El tema es que tenemos una gran contradicción de cara a la definición y coherencia de qué es una institución escolar para cualquier edad y al servicio de qué derechos debe responder. Lo cierto es que los niños y niñas no necesitan estar institucionalizados ni tantas horas ni durante tantos meses y semanas al año. Necesitan descansar, tanto más cuanta menos edad tienen, estar con sus referentes de apego, con su familia. ¿Qué tal si, desde un planteamiento colaborativo de políticas de diferentes ámbitos, se contestase a esta necesidad desde el mundo laboral y social? No sería ni más ni menos que hacer real la Convención que firmó España sobre los Derechos del Niño, comprometiéndose a que ninguna política que le afectara directa o indirectamente iría contra su interés superior.
Las familias de niños y niñas de menor edad necesitan, del mismo modo que se van considerando bajas paterno-marentales más amplias (muy insuficientes aún), que se consideren periodos vacacionales estivales más amplios cuando tienen criaturas que lo precisan.
Decimos que la sociedad española está cada vez más avejentada, y es que una sociedad sana tiene que responder a la necesidad social que representa tener una «tasa de reposición» suficiente y también sana. Eso supone dar incentivos de todo tipo que permitan que las familias no tengan miedo a tener hijos e hijas, porque serán apoyadas por una Administración que tiene en cuenta, también, el gran problema que, anualmente, representan las vacaciones estivales para ellas.
Para ir en la línea de lo comprometido en la Convención, necesitamos una Administración que entienda, al tiempo, que no son las criaturas quienes han de pagar el problema laboral de sus familias, estando escolarizados, con un calor insoportable, en tiempos que ya no debieran estarlo; tampoco es la institución escolar en sus profesionales quienes han de pagar esta situación, permaneciendo en el trabajo cuando compañeros y compañeras de otras etapas solo han de estar disponibles, y cuando la energía, también física, que representa trabajar en estas edades, es proporcionalmente superior cuanto menor es la edad infantil.
Mientras esta controversia no se clarifique, pensamos que los y las profesionales del primer ciclo, que cobran menos y trabajan más horas y días, deberían, por el contrario, cobrar más ya que trabajan más. Las familias que pueden tener a sus criaturas de vacaciones durante los dos meses estivales podrían plantearse, como se hacía hace 20 años, que estas no necesitan estar ya en la escuela en el tórrido mes de julio. La sociedad, que necesita no seguir perdiendo esa «tasa de reposición», debe plantearse igualmente que ha de variar sus prioridades y exigencias si quiere que se mantenga o aumente. Y es que la Administración, gestionada por profesionales de la política, no debería actuar apagando fuegos sino previniendo incendios; debiera empezar a pensar, desde todas las anteriores perspectivas, en su responsabilidad para con las criaturas y las familias, pero también para con los y las profesionales de estas edades.
Un aspecto inmediato es que se acondicione la temperatura de los centros, para que los más pequeños y las más pequeñas dejen de sufrir en muchas escuelas los rigores de unos meses de julio que muestran ser cada vez más extremos.
¡Felices vacaciones a todo el mundo y fuerza para seguir reivindicando a la vuelta!
Alicia Alonso Gil. Plataforma de Educación Infantil 06