Somos una Fundación que ejercemos el periodismo en abierto, sin muros de pago. Pero no podemos hacerlo solos, como explicamos en este editorial.
¡Clica aquí y ayúdanos!
«Yo era el gracioso de la clase, siempre me ha sido fácil relacionarme con los compañeros, pero los estudios me interesaban poco o nada; en el instituto la única asignatura que me gustaba era tecnología… Fui pasando hasta llegar a 4º de ESO, que ya no superé, repetí y volví a suspender. Y con 16 años comenzaron mis problemas». Mauro Marrero ahora tiene 23 años y los problemas los explica con una sonrisa en los labios. Los ve muy lejos, pero en realidad son de anteayer. Sólo hace un año y medio que entró en la sede de una oenegé de Sabadell, el nombre no lo recuerda, para ver si le podían ofrecer un cursillo que la ayudara a encontrar algún trabajo. «Nada de lo que me ofrecían me motivaba -recuerda-, pero entonces vi un póster en la pared que me llamó mucho la atención. Recuerdo perfectamente lo que decía: ‘Sí, programar espara ti'».
Antes de llegar a este punto, antes de convertirse en uno de los primeros alumnos de Factoría F5, Mauro estuvo cuatro años ejerciendo de nini en medio de una situación familiar nada sencilla. Llegó de Uruguay con 4 años solo con su madre, quien más adelante tendría una pareja efímera de la que nacería su hermano pequeño. Se instalaron en Sabadell y de allí no se han movido. Pero sí lo han hecho de piso. «Desde que estamos aquí hemos tenido que hacer 17 mudanzas, por motivos siempre diferentes. Y, al menos, habrá una más, porque yo no me resigno a que mi madre viva en un 5º sin ascensor», explica Mauro. Su madre limpia casas, y con ello la familia ha ido saliendo adelante. «A mí me destrozaba verla llegar del trabajo y que yo no pudiera aportar nada -dice-, he llorado muchas veces de impotencia porque pensaba que no podría trabajar más o, por lo menos, en un trabajo que me gustara. Ahora, en cambio, veo un futuro y me siento súper productivo».
Mauro trabaja ahora en Pasiona, una empresa catalana líder en desarrollo de software que tiene su sede en un ático del distrito 22@. Todavía no hace un año que entró. Su profesión suena a película de ciencia ficción: UX/UI designer developer. Tiene que decírmelo tres veces para que la escriba bien. Básicamente es como se definen los especialistas en el diseño gráfico de webs y aplicaciones de móvil que aseguran que lo que llaman «experiencia de usuario» sea la más satisfactoria posible. Son los que definen dónde debe ir el botón, de qué forma y color debe ser y con qué tipo de letra para que, de esta manera, se facilite al máximo la vida al usuario de la aplicación. En el cole y en el insti, Mauro era un desastre con los idiomas, pero en cambio domina varios lenguajes de programación como HTML, CSS, JavaScript o Frameworks… y quiere seguir aprendiendo más.
ESO suspendida, PCPI inacabado…
El recuerdo que tiene de su instituto de Sabadell (un instituto normal situado en un barrio normal) es que «no aprendí nada o prácticamente nada». «Todas las clases tenías que estar en silencio, si abrías la boca te la hacían cerrar, y si llegabas tarde no podías entrar», explica. Cuando salió no tenía ganas de hacer absolutamente nada, pero su madre lo espabiló: «Todo el día en casa no puede ser, busca algo». A través de una entidad social entró en el programa Incorpora de La Caixa, donde hizo un PCPI (ahora PFI) de comercio. «Me gustaba, pero cuando llegó la hora de hacer las prácticas del curso no pude, porque no tenía DNI. Fue muy frustrante, me dejó muy hundido», recuerda.
A partir de aquí, la caída en el pozo de la rutina nini. «Estuve dos años sin hacer nada. Me pasaba el día en casa con el ordenador, que siempre se me ha dado bastante bien. Después conseguí un trabajo en una fábrica de reciclaje de plásticos de Polinyà, estuve unos meses, pero no me gustaba, y volví a casa, a no hacer nada». Este es el resumen de la vida del Mauro, aproximadamente, de los 18 a los 21 años.
«El gran cambio», según explica Mauro, comenzó el día que vio aquel póster por casualidad. Fue a informarse a Factoría F5 y en abril de 2018 formó parte de su primera promoción. Siete meses y 1.000 horas de formación después, en octubre de 2018, terminó el curso, y Factoría F5 comenzó el proceso de ayudar a sus alumnos a encontrar una salida laboral. En diciembre Mauro recibió la llamada de Pasiona, una de las firmas que lo habían entrevistado. Y hasta hoy.
Escuela digital inclusiva y solidaria
Factoría F5 es una entidad sin ánimo de lucro que se define como «la primera escuela digital inclusiva y solidaria de España, basada en el modelo de éxito de las escuelas Simplon.co». Organiza cursos gratuitos dirigidos a personas en situación de vulnerabilidad sobre diversos aspectos relacionados con la economía digital (SEO, ciberseguridad, desarrollo de aplicaciones, etc.), porque entiende que es donde hay más demanda de mano de obra, actual y potencial . Simplon.co comenzó hace seis años en la periferia de París, y se extendió rápidamente por toda Francia. Barcelona fue la primera ciudad del Estado donde Factoría F5 puso en marcha una escuela hace dos años (ya van por la tercera promoción), y ahora acaba de abrir dos más, en Madrid y en Bilbao.
Según Guillaume Thureau, cofundador de Factoría F5, «la red internacional Simplon llega en este momento a 15 países en el mundo, y desde que comenzó hace 6 años se han formado ya 6.000 personas con un mínimo del 75% de tasa de éxito, que quiere decir que seis meses después de terminar la formación tienen trabajo, continúan estudiando o han montado su propio proyecto». Con esta red «compartimos un mismo compromiso de hacer de la transformación digital, no una amenaza, sino una oportunidad de inclusión para las personas que más lo necesitan».
Thureau es también el director de la Asociación Española de Escuelas de Segunda Oportunidad (E2O), lo que explica que un proyecto como este, basado en encontrar financiación externa (subvenciones privadas y públicas, básicamente de la UE) para poder ofrecer cursos muy especializados y gratuitos, tenga esta capacidad de expandirse. Las dos nuevas escuelas se ponen en marcha en asociación con entidades que forman parte de la red de E2O: Fundación Tomillo en el caso de Madrid y Peñascal Cooperativa en Bilbao.
«En el sector digital hay trabajo, es la economía del futuro, y tenemos que construir un puente para que personas en riesgo de pobreza puedan aprovecharlo. Este sector lo ocupan mayoritariamente hombres blancos con estudios superiores, nosotros estamos consiguiendo que entre la diversidad, de orígenes, de edades, de géneros y de trayectorias, y en la sociedad necesitamos esta diversidad», explica Thureau. Aparte de la expansión del proyecto, el principal reto para su consolidación es conseguir una financiación que no dependa sólo de conseguir ayudas, sino que salga también del servicio a empresas mediante cursos de recapacitación en habilidades digitales para sus plantillas.
El vínculo con los antiguos alumnos se mantiene una vez terminada la formación. Con Mauro, por ejemplo, han acordado que lo seguirán invitando a participar en formaciones concretas. «Para mí es importante -puntualiza-, creo que antes era una persona con miedo, y que me abrieron los ojos, y creo que aquellos meses no aprendí sólo cuestiones técnicas o competencias digitales, sino que fue mucho más allá, me ayudaron a trabajar en equipo, a tener otra actitud ante la vida y conocerme mejor».