Gemma Lienas marchaba a Galicia, para un encuentro con los alumnos de un instituto que habían estado leyendo un libro suyo, el día antes de que cerraran todas las escuelas. Y ya no fue. El confinamiento no ha cambiado su rutina laboral, pero sí su vida, como la de todo el mundo, y sobre todo toma muchísimas precauciones cada vez que sale y entra en casa, porque es población de riesgo «por edad y por historial médico», dice . «¡Voy con mucho cuidado porque yo tengo ganas de vivir!». Vitalidad no le falta. A través de la escritura ha conectado con pequeños y grandes, y, en especial, con varias generaciones de adolescentes a través del personaje de Carlota; también fue diputada en el Parlamento catalán en la legislatura más explosiva, y ahora sigue con la militancia feminista en la que se enroló hace muchos años. «Cuando uno escribe también hace política, porque transmite ideas, y quizás así llego a mucha más gente que de la otra manera», comenta Lienas.
Para una escritora el confinamiento debe el estado natural.
Es así. Lo que me pesa más es no poder abrazar a mis nietos, mis hijos o mis amigos. Por lo demás, mi vida no ha cambiado demasiado, porque yo siempre trabajo en casa y, por tanto, no he notado una gran diferencia. Es decir, claro que ha habido muchos cambios, pero el hecho de quedarse en casa para mí ha sido menos traumático que para mucha gente, estoy muy acostumbrada. La gran diferencia es el contacto con la gente que quieres y el hecho de no haber podido salir a caminar durante muchas semanas.
Publicó un artículo en el que venía a decir que la Tierra se estaba defendiendo de nosotros, y que volvería a sonreír el día que nos perdiera de vista.
Sí, en el periódico PuntAvui, se titulaba «Nuestro planeta sin nosotros», jugando con el título de aquella película de Isabel Coixet, Mi vida sin mí. Lo que venía a decir es que, en gran parte, todo lo que está pasando es culpa nuestra. Expulsamos a los animales de sus hábitats naturales, permitimos una tala indiscriminada de árboles, usamos mil pesticidas que tienen incidencia en la salud, incentivamos sistemas de regadío que son poco sostenibles, hacemos ganadería intensiva que provoca nuevos virus, usamos antibióticos en animales, deslocalizamos la industria y la producción, hay un exceso de producción y de emisión de gases contaminantes, generamos toneladas y toneladas de residuos… todo esto y un sistema económico basado en la ingeniería financiera y no en el trabajo real es lo que nos ha llevado aquí.
El trabajo real se ha visto estas semanas.
El trabajo más importante de estos dos últimos meses han sido los cuidados, y la gente que se dedica al trabajo de los cuidados es la que nos ha salvado, y prácticamente todo son mujeres y con trabajos muy precarios y mal pagados.
En resumen, que por lo que dice en el artículo nos merecemos lo que tenemos.
Nos lo hemos buscado. Y si no cambiamos algunas cosas esto se reproducirá dentro de un tiempo. Claro que virus siempre ha habido, pero nunca la sociedad se ha movido tanto y ha sido tan capaz de trasladarlos de aquí para allá. Y, por lo tanto, a pesar de que hemos avanzado en muchas cuestiones en el ámbito médico y de higiene, en otros aspectos lo estamos haciendo muy mal. Si tuviera que hacer una carta a los reyes pediría que cambiaran estas cosas, pero no lo creo, veo demasiada gente que no entiende lo que está pasando.
¿Quiere decir que ya hemos bajado la guardia y que lo único que piensa la gente es volver a como era su vida antes?
Exacto, y eso es imposible. Para ponerte un ejemplo muy pequeño, la gente ya no respeta las franjas horarias para salir a la calle. O las distancias. Esto es no tener conciencia de lo que está pasando ni qué efecto puede tener sobre los demás lo que estás haciendo. Una falta total de responsabilidad y solidaridad. Aunque hay mucha gente que es muy consciente, pero claro, cuando se te han muerto familiares o amigos, o tienes gente muy cercana que ha estado muy mal a causa del virus, y a mí me han pasado las dos cosas, tienes muy claro que esto es muy grave y te fijas mucho en la gente que no es nada consciente.
Pero, sobre todo, lo que quiero decir es que estamos dominados por un sistema económico que no tiene sentido, basado en un incremento constante de la producción y el consumo, y eso ya se ve que no es sostenible. La gente que se hace rica no lo hace trabajando, sino con ingeniería financiera. Y los gobiernos cada vez tienen menos peso, en detrimento del que tienen cada vez más las supergrandes plataformas digitales que, además, ni siquiera pagan impuestos. Y la derecha hizo todos los recortes que hizo, pues ahora lo hemos pagado muy caro.
¿Cree que eso la penalizará electoralmente?
¡No han reconocido nada! Ni la derecha catalana ni la española, ahora parece que no han hecho nada de lo que hicieron. Los recortes nos dejaron en una situación dramática y la gente que está en primera línea de fuego ha pasado situaciones de riesgo y no entiendo cómo las han aguantado. Deben estar agotados y, por eso, da tanto miedo que haya un rebrote, porque tenemos a los sanitarios agotados, tanto física como psicológicamente.
Usted que conoce bien los y las adolescentes, ¿habrá una generación tocada por esta experiencia?
No he tenido tiempo todavía para hablar de ello ni siquiera con mis nietos. Los pobres tienen tanto trabajo, tantos deberes, que no tienen tiempo de hacer nada más. Pero bueno, lo que sí les digo a mis nietos es que son ellos quienes habrán de impulsar un cambio. No podemos continuar viviendo como lo estamos haciendo, consumiendo un planeta y medio cada año, esto no tiene sentido. O sea que les digo que se tendrán que comprometer y empezar a trabajar por una sociedad diferente. Deberán exigir cambios.
Quizás es verdad que a consecuencia de ello sale una generación mucho más concienciada y militante.
Es posible. Yo lo espero, porque sólo la gente joven es la que puede impulsar este cambio. Los jóvenes han vivido una crisis económica en 2008 y en los siguientes años, de la que no nos habíamos recuperado aún, y ahora les ha tocado esto.
¿Todo esto le está inspirando algún argumento literario?
Ahora estoy escribiendo una novela que no tiene nada que ver con ello; quizás en el futuro salga algo, pero yo siempre necesito dejar pasar tiempo, sedimentar lo que me está pasando y tal vez me salga pasados diez años. Ahora bien, en mi última novela de adultos, que es El hilo invisible, hablo de la gripe española, que de hecho no era española y que mató a 50 millones de personas en Europa. Como tenía que escribir sobre esto, porque los bisabuelos de una de las protagonistas habían muerto de la gripe española, estuve investigando y leí que muchos epidemiólogos decían que esto en cualquier momento se podría volver a producir, y lo puse en la novela, y ahora mucha gente que lo ha leído me lo ha hecho notar, y me preguntan cómo puede ser que hace dos años yo hubiera previsto algo así. Pero yo no preví nada, simplemente me hacía eco de lo que ya decían muchos epidemiólogos. De hecho, hemos tenido otras epidemias y tenemos otra que es muy grave, que es la del SIDA, que ha dejado de momento 25 millones de muertos y para la que todavía no hay vacuna. El SIDA hizo cambiar muchas cosas, como la forma en que la gente se relaciona sexualmente. Ahora seguramente también cambiaremos cosas, quizás nos acostumbraremos a ir con mascarilla mucho más a menudo, como hacen en Japón, donde la gente se la pone siempre cuando está enferma por no infectar a los demás.
¿Los escritores ha sufrido mucho esta crisis?
La hemos sufrido porque para nosotros la época de las conferencias es de marzo a junio, y se han anulado todas. Además, hay gente que aún no ha cobrado las liquidaciones de 2019, que se pagan en esta época, y hay aún editoriales que no han pagado, pero en cambio mucha gente nos han pedido cosas, hemos proporcionado muchos contenidos gratuitos. Este confinamiento se ha podido resistir gracias a mucha gente que hace trabajos precarios, algo que debería cambiar, ya que muchos han podido distraerse y abstraerse de la crisis gracias a la música, el cine, el teatro, la lectura … y todo esto es lo que está peor pagado en estos momentos. Es una pena que todo lo que nos ha permitido superar la crisis es lo que está peor pagado.
Y, de postre, este Sant Jordi tan descafeinado que tuvimos …
Esto ha sido un golpe durísimo para todos, porque no se ha vendido casi nada. Se supone que en julio se podrá hacer, pero ya veremos, yo lo veo muy difícil. Yo iba a sacar un libro nuevo, que se quedó en la imprenta; además se llama La verdadera leyenda de Sant Jordi, por tanto no se puede vender a ninguna otra época del año. En el fondo, el drama es que vivimos en un país en el que la gente no compra libros.
Los compramos una vez al año.
Claro ,y esta vez, el año permite que subsistan muchas editoriales y muchas librerías, pero supongo que muchas cerrarán, y a los autores nos pasará lo mismo. Conozco cada vez más autores que se dedican a otros trabajos porque de esto no se puede vivir.
¿Ha tenido ocasión de hablar con maestros y alumnos y hacerse una idea de la situación de la educación durante el confinamiento?
Me parece terrible que la brecha entre las clases más favorecidas y las más desfavorecidas se esté haciendo aún mayor. Hay familias que no tienen ordenador ni conexión a internet, y esta gente está absolutamente descolgada. Es verdad que ha habido profesores que han hecho muchos esfuerzos para hacer llegar estos ordenadores, pero no sé hasta qué punto se ha solucionado nada. Y otra cosa es que el hecho de dar clase desde casa está creando un problema grave de conciliación, sobre todo para las mujeres, porque la mayoría de trabajos de la casa todavía recaen sobre las mujeres, y esto se suma que trabajar desde casa y tener que ayudar a los hijos a hacer los deberes. Muchas mujeres con niños pequeños me han dicho que es horroroso, que no pueden más.
Pero la otra solución, la de volver a los centros, no es nada fácil.
Tampoco lo veo, que volver a la escuela en este momento es imposible. Por eso tendremos que encontrar soluciones imaginativas, no sé qué. Quizás la solución pasa por utilizar espacios públicos como centros cívicos u otros que tienen las administraciones y doblar las clases y contratar más docentes. O tal vez, si hay que seguir dando clases en streaming, las bibliotecas puedan servir para que los chicos sin ordenador ni conexión puedan ir a hacerlas. No sé, se deben buscar soluciones para que nadie quede descolgado.