El ocio a través de las pantallas está integrado en nuestra sociedad desde hace tiempo. Durante el confinamiento todavía se ha intensificado más el uso de Internet y de las redes sociales. Para los niños y adolescentes, la pandemia de la COVID-19 ha supuesto que estén más horas en casa, conviviendo con la familia, haciendo los deberes escolares en línea y buscando formas de relacionarse con sus amigos a través de las pantallas. Y es que Internet ofrece grandes posibilidades para relacionarse e interactuar con los otros, pero su uso excesivo puede ser un factor de riesgo y desarrollar un uso problemático o adictivo de las pantallas. Los datos apuntan que, actualmente, el porcentaje de niños y adolescentes que hacen un uso problemático de Internet es del 9 o 10%, porcentaje que se ha visto aumentado en los últimos cinco años, en qué casi se ha triplicado.
Con el confinamiento se ha visto aumentado el uso de pantallas entre niños y adolescentes y, en algunos casos, las familias han sido más laxas a la hora de permitir su utilización. “Algunos padres y madres, para favorecer la convivencia, entretener sus hijos y poder teletrabajar con más tranquilidad, han sido más permisivos en el uso de Internet, redes sociales y videojuegos durante el confinamiento”, explica Rosa Díaz, psicóloga clínica del Servicio de Psiquiatría y Psicología Infantil y Juvenil del Hospital Clínico. Díaz remarca que ahora hay que volver al uso habitual de las tecnologías, pero que, en periodo estival, esto costará. “En septiembre veremos qué consecuencias ha tenido al confinamiento y si aumentan los casos de niños y adolescentes que hacen un uso problemático de Internet o si se han agraviado algunas adicciones ya existentes”, señala la psicóloga.
En los niños y jóvenes, el uso excesivo de Internet y de los videojuegos puede afectar el buen desarrollo físico, psíquico y social. Pero no es lo mismo hacer un mal uso de Internet que tener una adicción. Se habla de adicción cuando una persona no puede llevar una vida satisfactoria porque el uso excesivo y descontrolado de las pantallas le impide hacer las actividades de la vida diaria con normalidad. “Se establece que hay adicción cuando la persona es incapaz de controlar y aceptar que hay unos límites en la utilización de Internet, y continúa accediendo”, explica Díaz. A veces, en los jóvenes es bastante difícil de detectar, porque ellos mismos no son conscientes de su problema. Cómo sucede en otros tipos de adicciones, algunos de los indicios de una adicción a las nuevas tecnologías pueden ser la aparición de dificultades para mantener las actividades de la vida cotidiana, como las relaciones familiares o que dejen de ir a la escuela, que desarrollen irritación y agresividad cuando no pueden acceder en Internet o la necesidad de ir aumentando el tiempo de conexión para sentirse satisfechos.
Los orígenes de la adicción
Las causas que pueden propiciar la aparición de un trastorno adictivo a las nuevas tecnologías son diversas y, en muchos casos, se trata de una combinación de factores. Según explica Díaz, entre un 80 y un 90% de los casos de adicciones -del tipo que sean- se trata de jóvenes que tienen algún tipo de trastorno previo o experiencias traumáticas. “A veces queda confundido, pero si vas rascando descubres que detrás la adicción hay un fracaso académico, una situación familiar muy complicada, un trastorno de ansiedad o depresivo, trastorno por déficit de atención e hiperactividad o alguno otro tipo de trastorno leve de neurodesarrollo”, explica la psicóloga. “En la adicción -continúa- encuentran una salida airosa en su problema”.
También las personas tímidas o con problemas para relacionarse con su entorno social tienen más riesgo de tener una adicción en las nuevas tecnologías, puesto que el uso de Internet y de las redes sociales permite comunicarse e identificarse con otras personas sin tener que interaccionar frente a frente. Además, el tipo de recompensa que ofrecen Internet, las redes sociales o los videojuegos es inmediata, de forma que es más fácil ser adicto a esta actividad que a otros que pueden tener recompensas más a largo plazo. En las redes sociales, por ejemplo, cada interacción genera una información diferente que hace que la persona tenga ganas de volver a consultarla al cabo de un rato.
En general, los niños y adolescentes son una población especialmente vulnerable para desarrollar una adicción a internet, redes sociales o los videojuegos, porque su cerebro todavía se encuentra en proceso de desarrollarse y porque las pantallas están cada vez más presentes en todo su entorno. “Internet y determinadas aplicaciones tienen un gran atractivo para los jóvenes y es fácil que se puedan enganchar, especialmente si tienen alguna dificultad al relacionarse en su vida cotidiana”, destaca Díaz.
Pautas y acompañamiento para tratar las adiciones
El Servicio de Psiquiatría Infantil y Juvenil del Hospital Clínico de Barcelona dispone de un programa específico para la atención integral de niños y adolescentes diagnosticados con una adicción a Internet, las redes sociales o los videojuegos. Habitualmente, el tratamiento que se hace para controlar una adicción a Internet tiene que ser un tratamiento integral, tratando toda la problemática y detectando si se tiene alguna enfermedad asociada. El tratamiento de los síntomas es principalmente psicológico, como el objetivo de identificar las causas de la conducta adictiva y actuar a través de mejorar las capacidades de la persona. Se trata de enseñar herramientas de control de impulsos, de gestión emocional y estrategias para afrontar el estrés. El tratamiento debe tener en cuenta la necesidad de consolidar los adelantos y prevenir las posibles recaídas, de forma que la media de tiempo de tratamiento de un paciente atendido en el Hospital Clínico de Barcelona por este tipo de adiciones es de entre 1 y 2 años.
En este sentido, se considera clave el trabajo conjunto con la familia del niño o adolescentes y su colaboración en todo el proceso. “Damos pautas a las familias, les damos herramientas para sean firmes y pongan límites, pero a la vez con tacto y empatía”, explica Díaz. Hay unas pautas generales y después se incorporan nuevas en cada caso concreto. Generalmente, explica Díaz, se trata de hacer un pacto con el niño o adolescente, poniendo unos horarios de restricción de las tecnologías, pero también teniendo en cuenta su opinión, llegando a un acuerdo. “En el caso de los adolescentes se intenta que no se pase de una hora u hora y media diaria de ocio digital, sea móvil, televisión o cualquier otro tipo de aparato. También se limita el tipo de actividad, dependiendo de la edad, y se acuerda el cumplimiento de este pacto”. Y, sobre todo, se recomienda fomentar las actividades sociales, favorecer la comunicación y diálogo con la familia y potenciar aficiones de ocio exterior.