Por desgracia, Francia es un país acosado por el terrorismo islamista. En la matanza del Charlie Hebdo hay que añadir la de un supermercado judío, los atentados en la sala de fiestas Bataclan y en otros lugares de París del año 2015. Pero la decapitación de este profesor tiene un carácter muy diferente: por primera vez el terrorismo pega una vez el corazón de la República, que es la escuela. Y como docente que somos, no puedo dejar de plantearme muchas preguntas.
La víctima de la intolerancia integrista hacía su trabajo: educar a los futuros ciudadanos de su país. Enseñar, a los jóvenes y a las chicas que en breve se convertirán en ciudadanos de pleno derecho y asumirán responsabilidades, los valores de la libertad de expresión, el respeto por la diversidad, la convivencia pacífica entre gente venida de todas partes, la resolución de los conflictos por la vía del diálogo y la negociación. En un entorno complicado y con unos recursos limitados, los docentes de todo el planeta hacen su tarea con la intención de no sólo transmitir conocimientos sino también de dar herramientas que ayuden a los niños a su desarrollo integral y para que encuentren su lugar en el mundo.
En un mundo marcado por la pandemia y por la experiencia durísima del pasado confinamiento, toda la comunidad educativa hemos redescubierto la importancia del papel de la escuela presencial, de la necesidad de reencontrarnos en los espacios que nos ayudan a convivir, a conocer ya respetar las diferencias de los compañeros que nos rodean; a pesar de los protocolos y las restricciones sanitarias.
Por otra parte, nuestra normativa educativa, desde la ley orgánica estatal hasta los proyectos educativos de los centros, pone el énfasis en uno de los objetivos de nuestro sistema educativo: el respeto de los derechos y libertades fundamentales, la convivencia de lenguas y culturas, el fomento del espíritu crítico, la formación para la paz, la cohesión social…
El profesor asesinado era uno de los nuestros. Nos sentimos tan identificados con él… Con la dedicación entusiasta para plantear interrogantes a sus alumnos y a despertar en ellos la llama de las ganas de saber y de no dar nada por seguro ni por definitivo, alejados de todos los dogmas. No se puede entender tampoco, como parece que ha pasado, que algunos padres de los alumnos hubieran denunciado el docente o que hubieran hecho llamamientos para que fuera acosado. Las familias nos deben apoyar, ya que nos han confiado lo que más aman, y somos conscientes.
El atentado también me ha herido en otro aspecto, como persona creyente que soy, por el hecho de tratarse de un asesinato hecho en nombre de un supuesto dios. En este sentido EXPONGO un fragmento del Documento sobre la fraternidad humana por la paz mundial y la convivencia común, firmado entre el Papa Francisco y el Gran Imam Ahmad Al-Tayyeb:
Declaramos firmemente que las religiones no promueven nunca la guerra y no llaman a sentimientos de odio, hostilidad, extremismo, ni invitan a la violencia o al derramamiento de sangre. Estas desgracias son fruto de la desviación de las enseñanzas religiosas, del uso político de las religiones y también de las interpretaciones de grupos religiosos que han abusado -en algunas fases de la historia- de la influencia del sentimiento religioso en los corazones de los hombres.
Por la escuela y la libertad de expresión.