La pandemia no solo causó, sino que develó los graves problemas estructurales e históricos en países como los centroamericanos (principalmente Guatemala, El Salvador y Honduras). Dentro de ese cuadro afectado por el virus se ubican los sistemas educativos que resintieron el impacto, pero que también evidenciaron las grandes brechas educativas, institucionales y tecnológicas entre áreas urbanas y rurales.
Sin embargo, en el pasado mes de octubre y parte de noviembre, se vinieron encima dos tormentas terribles (Eta e Iota) que vinieron a complicar esta situación ya de por sí dramática. De hecho, nos tocó vivir los efectos de una primera tormenta, Eta, complicando las situaciones derivadas de la pandemia en poblaciones empobrecidas y excluidas de toda respuesta de derechos humanos. Aquí entra el caso de la aldea Quejá en San Cristóbal Verapaz, Guatemala, en la que 150 casas quedaron soterradas con una cantidad todavía inexacta de muertos, que quedaron sepultados en ese lugar ahora considerado un cementerio. La dramática imagen de una niña encontrada por su tío es la foto más precisa de esta tragedia.
A los pocos días de esta primera tormenta llegó la segunda. Poblaciones hundidas recibieron mayor cantidad de agua y sin resolver la tragedia inicial se sumó una segunda.
En una mirada especial a la educación escolar, ya completamente afectada por la pandemia, porque las aulas no tenían internet ni las familias, y las formas metodológicas de atención fueron muy precarias y bastante discutibles, ahora también hemos visto que las aulas quedaron bajo el agua. Las hemos podido presenciar personalmente y nada puede explicar el dolor y la angustia que esto genera en las comunidades.
¿Para qué escribir sobre esto? Para recordar que la construcción de una pedagogía crítica, que pretende contribuir a una vitalidad de la educación enfocada a la transformación del mundo, pasa por acercar a quienes estudian pedagogía y a quienes se dedican al mundo de la educación a la realidad que trasciende aulas y edificios escolares.
En el caso de nuestros países centroamericanos, afectados por ambas tormentas (y por la pandemia, como todo el planeta), la realidad es una asignatura pendiente en la formación de profesionales de la educación, puesto que, como ya lo hemos expresado reiteradamente, pareciera que todo se trata de metodologías, didáctica, currículos, etcétera. Ahora, con la irrupción arrolladora de la educación virtual y a distancia, pareciera que todo se concentra en plataformas, ordenadores, programas, etcétera. Pero más allá de eso, existe una realidad muy pero muy dramática, muy oscura y que no invita al aliento. Las condiciones materiales, económicas, sociales y también ambientales nos piden a gritos que si queremos aprender pedagogía también aprendamos sobre la realidad.
Las brechas entre países pobres y países ricos se agrandan en la medida que estas crisis sigan considerándose solo producto o consecuencia de la naturaleza. Ningún desastre es natural en sí mismo. Todo fenómeno con graves consecuencias, como estas tormentas, deben considerarse situaciones socionaturales. Están causadas históricamente por los modelos de desarrollo, pero también sus efectos son muy graves por el abandono y la falta de previsión y de acción permanente de los gobiernos.
Por supuesto que no es solo en Centromérica que el cambio climático nos cobra factura y nos pega sustos dramáticos y trágicos. También en el Norte las cosas están empezando a recordar que en la medida que sigamos sin cuidar el planeta (la Casa que todos compartimos), seguiremos sufriendo, cada cual a su manera. Así, estamos frente a unas exigencias educativas que pasan por la consideración estructural de las cosas, pero también por la necesidad de educar hacia una mirada ambiental justa y digna. Pero también pasa por la exigencia a los Estados para que coloquen en el centro la vida y la dignidad de cualquier ser humano. Esta es, con toda seguridad, la más difícil de las exigencias. Pero es la que justifica la necesidad de una educación para la ciudadanía política, que nos movilice y nos invite a pensar en el nuevo mundo que es preciso construir.