“Construid un circuito de canicas, como queráis y con el material que queráis, lo único que os pido es que en algún punto se genere un sonido”. Sebastian Martin acaba de dar estas instrucciones a un grupo de 10 alumnos de 6º (la mitad del grupo-clase, con la otra mitad ha hecho el primer taller) de la Escuela Miralletes de Barcelona, situada en el barrio del Camp del Arpa. Lo verbaliza y lo visualiza, puesto que él mismo monta un minicircuito en el que la canica cae sobre un tambor y suena. Y los alumnos se ponen a ello enseguida, por parejas, está claro que están familiarizados con este espacio y los materiales a su disposición a pesar de que apenas hace unos meses que se puso en marcha. La sala tenía que estrenarse en marzo de 2020, pero ocurrió lo que ocurrió.
Veinte minutos más tarde, las cinco parejas tienen construidos sus respectivos circuitos. Los van probando uno por uno, ante el resto. En algunos casos funciona a la perfección, puesto que la canica hace el recorrido esperado de inicio a fin, en otros sale disparada en algún punto, pero en todos se han introducido instrumentos de percusión que generan el requisito pedido. No pasa nada si no ha salido del todo bien aquello que sí que parecía haber funcionado durante el proceso de ensayo y error. Cada pareja comenta qué pretendían hacer, qué les ha costado más, qué problemas se han encontrado y cómo los han tratado de solventar. Esto es lo importante. Y con algo más de tiempo del que tenemos hoy la actividad se habría complementado con un dibujo hecho por los alumnos del circuito que habían diseñado.
¿Qué han estado haciendo? “Pues han estado experimentando con algunas leyes de la física, pero sobre todo han estado aprendiendo a colaborar, a comunicarse, a hablar entre ellos y a pedir ayuda, son cosas como estas las que observamos que pasaban cuando empezamos con esto”, explica Sebastian Martin, miembro del The Tinkering Studio, un grupo de educadores integrado en el Exploratorium de San Francisco. Antes de entrar en esta institución científica, similar al Cosmocaixa, este grupo trabajaba en el ámbito de la educación no formal en el área de San Francisco a través de las máquinas de canicas (marble machines) y “fue cuando vimos cómo se motivaban los chavales y nuestros colegas, y cómo nos venían a proponer sus propios diseños, que empezamos a pensar que algo estaba ocurriendo”, explica Martin.
En Cataluña hay algún centro más con una sala tinkering, si bien la Escuela Miralletes es la única que la ha diseñado bajo la inspiración y acompañamiento del Cosmocaixa, con el que se vincula a través de un programa Magnet que ya se encuentra en su cuarto y último curso (habrían sido tres, pero con la pandemia y el confinamiento se decidió prorrogarlo un año más). Además del llamado “ambiente de engranajes”, donde los alumnos han estado trabajando hoy, cuando la sala esté totalmente acabada contará también con los ambientes del pinball, del viento y de la luz y la sombra, en las que los alumnos podrán seguir acercándose al universo STEAM a través de la experimentación, la manipulación y la observación.
Investigación sobre el potencial del ‘tinkering’
En el traductor de google, tinkering se traduce por “jugando”, pero, según explica Oriol Ballesteros, miembro del equipo del Cosmocaixa que trabaja en contacto con el Exploratorium, aquí los expertos han considerado que la traducción que más encaja es “trasteando”, seguramente porque gran parte de la gracia es que los elementos constructivos son trastos. Algún pedagogo mete el tinkering en el saco del movimiento Maker y la filosofía del learning by doing, y sin duda hay muchos puntos de conexión, pero Ballesteros precisa que también hay diferencias: “Lo que cambia es básicamente el rol del docente/educador dentro del proceso, y especialmente que en el Maker hay un objetivo concreto y unos materiales para llegar a ello, mientras en el tinkering no hay tal objetivo y los materiales pueden tener múltiples usos”.
Martin es un físico alemán que lo de trastear lo tiene en los genes, puesto que nació en un pequeño pueblo con una larga tradición artesanal de fabricación de juguetes (este era el oficio de su abuelo) y que, después de dar muchas vueltas por el mundo, se encontró en San Francisco con otra gente que compartía su misma pasión.
“Cuando empezamos con los niños, la gente nos decía: esto es muy divertido, ¿pero están aprendiendo algo? Y nos dimos cuenta de que mucha gente tiene la creencia de que la diversión es incompatible con el aprendizaje, o sea que tuvimos que encargar una investigación académica para demostrar el potencial educativo del tinkering”, comenta.
A lo largo de dos años, durante dos tardes por semana grupos escolares con profesores incluidos estuvieron pasando por el Tinkering Studio, bajo la observación y seguimiento de un grupo de expertos en educación de varias universidades de los Estados de California y Washington, “y la conclusión fue que los chavales evolucionaron en el aprendizaje de conceptos y en la capacidad de documentarlos y comunicarlos, pero lo que realmente nos entusiasmó fue que los profesores dijeran que gracias a esta extraescolar los mismos alumnos habían cambiado su manera de estar en la escuela, porque cuando hacían Lengua o cuando hacían Historia tendían a ser más proactivos, tomando la iniciativa o expresando ideas, en lugar de esperar instrucciones”, añade Martin.
A partir de esta investigación, los defensores de la metodología describen las cinco competencias (en San Francisco las llaman “dimensiones del aprendizaje”) que trabaja el tinkering: iniciativa e intencionalidad, resolución de problemas y pensamiento crítico, comprensión conceptual, compromiso social y emocional, y creatividad y expresión personal. “Trabajar en equipo te compromete socialmente y te obliga a practicar tus habilidades sociales; el hecho de analizar una situación y hacerte preguntas, en vez de esperar que el maestro te dé las respuestas, desarrolla tu pensamiento crítico; y la creatividad es una competencia especialmente importante para unos jóvenes que se encontrarán en un mundo donde cada vez habrá menos trabajos definidos”, sostiene Martin.
De la educación no formal a la formal
No hay una única edad para incorporar el tinkering. Martin explica que en el Exploratorium trabajan con adultos, con jóvenes y con niños, puesto que los materiales permiten adaptarlo a cada edad. En el caso de alumnos de instituto, los circuitos de canicas ya introducen tecnologías más sofisticadas, como engranajes, motores, poleas y otros elementos que hoy no hemos usado. También han hecho talleres con alumnos del primer ciclo de primaria, con materiales mucho más sencillos.
A los escépticos, Martin y sus compañeros les tratan de convencer de una manera muy sencilla: “Venid, probadlo, y fijaos cómo el hecho de descubrir y experimentar por uno mismo ayuda a construir autoconfianza”, dice. Afirma que cada vez les visitan más escuelas y que cada vez reciben más noticias de centros educativos de países de todo el mundo que incorporan la filosofía tinkering. Tal como lo ve, el tinkering “no solo se expande, sino que cada vez es menos una actividad de la educación no formal y cada vez más pertenece a la educación formal”.
Aprovechando que el Exploratorium está cerrado a causa de la Covid, Sebastian Martin hace tiempo que viaja por Europa para conocer las iniciativas tinkering en otros países. En Barcelona realiza una estancia larga, de varias semanas, y por eso el Cosmocaixa le ha invitado a visitar su escuela, una experiencia que, afirma, le ha maravillado. “Nosotros hacemos muchas formaciones con maestros, lo más habitual es un taller de tres días que denominamos ‘El arte de jugar’ –comenta Martin–, pero también estamos muy acostumbrados a ver maestros convertidos en campeones del tinkering que no reciben ningún apoyo, y que hacen actividades con sus grupos, pero no tienen la capacidad ni el espacio para hacerlas con toda la escuela, por eso el hecho de ver que esto no recae sobre los hombros de un solo docente, sino que toda la escuela está implicada y acompañada por una institución como el Cosmocaixa me parece un acierto, porque podrá llegar a todo el mundo”.