El punto final del curso escolar supone, en muchos casos, un dolor de cabeza para aquellas familias que no pueden compaginar su jornada laboral con el cuidado y la atención que requieren los hijos. Tradicionalmente entraban en juego factores tales como el apoyo familiar, en la mayoría de los casos por parte de un abuelo o abuela, sin embargo, en la actualidad, cada vez es más común que los niños y niñas acudan a campamentos y colonias urbanas en periodo estival. No solo como desahogo para los padres, sino como vía de disfrute para los propios hijos.
Tanto es así que la oferta en el sector del ocio y el tiempo libre no ha parado de crecer en los últimos años. Las temáticas de las actividades son ahora muy variadas, casi infinitas y, esquivando el clásico campamento en plena naturaleza, comienzan a organizarse todo tipo de actividades acordes a los gustos e intereses de los niños. Desde el ya citado campamento multiaventura en un entorno natural, que incluye todo tipo de actividades al aire libre, a colonias urbanas de temática deportiva, pasando por campus de especialización en una materia concreta, como pueden ser incluso asignaturas del currículo escolar como el inglés o la tecnología, entre muchos otros.
¿Qué ha cambiado con la pandemia?
La puesta en escena del coronavirus, sin embargo, sembró de dudas la viabilidad de estas actividades de ocio y tiempo libre al margen del ámbito educativo reglado. El temor a los brotes, pese a la baja incidencia del virus en los más pequeños, estuvo bien presente en la inmensa mayoría de gobiernos autonómicos que, desde el pasado año, se han puesto las pilas en cuanto a la redacción de dosieres y reglamentos que facilitasen la adopción de medidas acordes a la actual situación pandémica. Entre las principales destacan el uso obligatorio de mascarilla en niños mayores de seis años, el frecuente lavado de manos, la archiconocida distancia de seguridad, la reducción de las ratios o el establecimiento de grupos burbuja.
Todas estas medidas recuerdan muy mucho a las adoptadas en el ámbito educativo. Sin embargo, un elemento diferenciador separa ambos sectores por completo: mientras el profesorado, así como otros profesionales que trabajan con infancia en un entorno escolar reglado, fueron declarados en su momento grupo prioritario para la vacunación contra el Covid y, por ende, se encuentran ya con la pauta completa, los y las monitoras de ocio y tiempo libre no lo han sido en ningún momento. Algunos, por su edad u otras cuestiones personales, han sido ya vacunados, es cierto. No obstante, hablamos de una minoría en la que, además, nada ha influido su desempeño como monitor.
Javier Repollés, responsable de la empresa de actividades educativas, ocio y tiempo libre Ibón de Plan, en Aragón, cuenta cómo “pedimos la vacunación del personal de los campamentos, pero desde la Administración se nos dijo que no éramos prioritarios. Es por ello que optamos por hacer test de antígenos a nuestros monitores antes de acudir al campamento y también durante este».
En la misma situación se encuentra el Rock Camp de Castilla y León. Los organizadores cuentan que «recibimos la negativa por parte del Gobierno regional desde el principio, sin explicaciones y sin alternativas».
La gran mayoría de estos monitores son jóvenes que, compaginan sus estudios o su desempeño profesional, pretenden ganar algo de dinero extra durante las vacaciones de verano. Un colectivo, el de los jóvenes, al que, por cierto, se ha criminalizado en las últimas fechas como responsable del incremento de contagios fruto de su supuesta irresponsabilidad, entre otros ambientes, en el ocio nocturno.
Discrepancias entre Gobierno y sindicatos
Los sindicatos lo tienen claro: “Es imprescindible que todo el sector educativo sea vacunado. También, por supuesto, en el caso de los monitores de ocio y tiempo libre, pues ejercen una labor pedagógica, aunque sea en un contexto no reglado”.
La secretaria de Acción Sindical y Salud Laboral de la Federación de Enseñanza de USO, Inma Badía, expone qua “siempre hemos defendido que los monitores deberían ser, al igual que el resto de los profesionales de la enseñanza, un colectivo prioritario en la vacunación contra el Covid. Aunque no desempeñen su labor en un entorno reglado, cualquiera que conozca el sector sabe que existe una intencionalidad educativa muy potente y, como tal, no entendemos que sean los únicos del sector que no han sido vacunados”.
Añade que “sobre todo en el caso de los monitores que trabajan con niños muy pequeños, se trata de una labor de contacto permanente: cogerlos, acostarlos, darles de comer… Por no mencionar la estrecha relación con las familias. Si lo que se pretende es evitar, en la medida de lo posible, nuevos contagios, deberían haber sido vacunados antes del verano”.
En la misma línea se manifiesta la responsable del área de acción e intervención social de la Secretaría de Acción Sindical de UGT Servicios Públicos, May Mármol: “Tengo la sensación de que el plan de vacunación se ha ido configurando sobre la marcha y se han olvidado del ocio y el tiempo libre. En cualquier caso, me parece peligroso que no se haya vacunado a los monitores. Las pruebas de antígenos son solo una foto fija. No garantizan que el monitor no haya contraído el virus o que lo vaya a hacer a posteriori”.
Matiza que “las grandes empresas del sector se aprovechan de que muchos de sus trabajadores desempeñan alguna labor en el contexto educativo reglado durante el curso, ya sea como profesores de refuerzo o responsables de comedor, por lo que están ya vacunados. No obstante, no ocurre lo mismo con las pequeñas empresas. Hay que presionar a las distintas administraciones autonómicas para que no escurran el bulto y les dé una solución”.
Fuentes del Ministerio de Sanidad, por su parte, justifican la decisión de no declarar a los trabajadores del ocio y el tiempo libre como colectivo prioritario para la vacunación en «la evidencia científica y los ensayos» llevados a cabo por científicos especializados. “Hemos tenido este debate con muchas otras profesiones. ¿Por qué unos sí y otros no? Muy fácil: las decisiones para el establecimiento del plan nacional de vacunación se han tomado en base a criterios científicos. No es una cuestión opinable. Es ciencia”, aseguran.
Del mismo modo, las diferentes consejerías de Sanidad de las comunidades autónomas con los que ha podido contactar El Diario de la Educación sostienen que únicamente se limitan a “seguir la estrategia nacional de vacunación”, cuya última actualización data del pasado 22 de junio, motivo por el cual no han considerado a los profesionales del ocio y el tiempo libre como personal prioritario.
El Departamento de Sanidad del Gobierno de Aragón va un paso más allá y reconoce ciertas deficiencias, desajustes e incoherencias que, en algunos casos, se han dado en cuanto a la selección de los sectores prioritarios. «Son muchos los profesionales que tienen un carácter esencial o, por su puesto específico de trabajo, un riesgo incrementado de exposición a Covid-19. La Estrategia Nacional de Vacunación estableció, tras la primera etapa, priorizar algunos ámbitos, tales como el sanitario, sociosanitario, el sector docente o las fuerzas de seguridad. En ningún caso se planteó con un criterio de exhaustividad y es evidente que algunos sectores han podido quedar sin recogerse en estos grupos. Es el caso de los monitores de ocio y tiempo libre, pero hay muchos otros, como el del transporte, la alimentación, el comercio minorista, los trabajadores de mataderos, el personal de caja en grandes superficies o los trabajadores públicos en atención directa», admiten.
Por su parte, Sanidad del País Vasco llegó a plantear al Gobierno autonómico la posibilidad de vacunar tanto a los monitores como a los jóvenes que pretendiesen acudir a algún tipo de campamento este verano. Este, sin embargo, «desestimó la posibilidad de vacunación por falta de viabilidad». La única «alternativa real», aseguran, «pasa por el inicio del periodo de vacunación a la franja de edad comprendida entre los 16 y los 29 años», que en el caso vasco «se prevé para este mismo fin de semana».