Justa Freire, como otras y otros miles de maestros y maestras republicanos, fue represaliada una vez terminada la Guerra Civil. Había sido maestra durante la República, había dirigido el Grupo Escolar Cervantes, en Madrid, y fue, junto a Ángel Llorca, protagonista del esfuerzo del gobierno legítimo por salvaguardar el bienestar de las y los niños a través de las colonias escolares que intentaron evitar, en la medida de lo posible, los horrores de la guerra que estaban viviendo.
Cuando finalmente el golpe militar acabó con el sueño republicano, Justa Freire fue detenida y enjuiciada por «laicismo» en la escuela. La había denunciado un compañero de colegio. Fue condenada a seis años de cárcel, de los que llegó a cumplir dos. Un tiempo en el que continuó con su labor educativa, esta vez centrada en las reclusas jóvenes de la cárcel de Ventas, también en Madrid.
Tras cumplir condena, no pudo continuar ejerciendo su profesión en los centros estatales de educación y no dedicó mucho más tiempo a la docencia en general.
Desde el mes de abril de 2018, Justa Freire tenía una calle en la ciudad de Madrid. El anterior ejecutivo de la capital había determinado que era de justicia que esta maestra tuviera este homenaje, en lugar del general Millán Astray, padre de la Legión y uno de los más sangrientos militares golpistas. Esta semana, el nuevo alcalde, José Luis Martínez-Almeida ha realizado el cambio de las plazas para que el general, una de las principales figuras en la propaganda durante de la Guerra Civil, recupere los honores.
Desde la Fundación Ángel Llorca han emitido un comunicado en el que asegura que el Ayuntamiento de Madrid desprecia «su papel como profesora que ejerció en la ciudad de Madrid». «De nuevo», continúa el texto, «una mujer de gran valor en el ámbito educativo, social y científico vuelve a ser silenciada». Además, aseguran que harán todo lo posible para que «la razón y la inteligencia vuelvan a ocupar las calles» de la capital.