Pero para entender el problema en todas sus dimensiones, debemos hacer un ejercicio hermenéutico y remontarnos a la antigua Grecia, a la Atenas democrática del siglo V ac, la de Pericles, la que se pone como ejemplo político iniciador un modelo participativo y crítico inspirador de las democracias modernas.
En el diálogo Protágoras de Platón se discute sobre la necesidad de enseñar la virtud política, lo que hoy conocemos como ciudadanía. Afirma Protágoras en 327 ac. que en una ciudad donde tocar la flauta fuera una exigencia imprescindible para vivir en común, todo el mundo enseñaría a su descendencia a tocarla, surgirían escuelas que impartirían cursos y la ciudad dedicaría sus esfuerzos a mostrar su importancia a la ciudadanía. Y después el resultado sería diverso, algunas personas lo harían mejor y otras peor, pero, en conjunto, toda la ciudadanía la tocaría de forma suficiente y satisfactoria. Del mismo modo, afirmaba Protágoras, si en la sociedad democrática queremos obtener unos mínimos de convivencia pacífica y respetuosa, unas normas éticas básicas, deberíamos implantar la exigencia de conocer y dominar de forma mínima la virtud política y social, lo que hoy denominamos convivencia ciudadana, valores morales o mínimos éticos imprescindibles.
Desde posturas ideológicas y pedagógicas opuestas, Sócrates dedicó su vida a educar lo mismo, la virtud política, aunque desde una perspectiva metodológica opuesta a la de los Sofistas, con el diálogo y el autoconocimiento. Esta enseñanza le implicó una condena a muerte que no quiso eludir si debía dejar de llevar a cabo su actividad educativa, al considerar que una ciudadanía bien educada era garantía de cohesión y convivencia social. Ambas posturas muestran que, más allá de posiciones ideológicas concretas, una educación política participativa y consciente es necesaria para formar a una ciudadanía democrática y participativa.
La desaparición de la reflexión filosófica en la propuesta de currículum del Ministerio no solo es una muestra de desconocimiento, sino de mala intención, en lo que se refiere a la formación de una ciudadanía crítica y democrática
La desaparición de la reflexión filosófica y, concretamente, de la deliberación ética de la propuesta de currículum educativo propuesta por el Ministerio de Educación para la nueva Lomloe, no solo es una muestra de desconocimiento, sino de mala intención, en cuanto a la formación de una ciudadanía crítica y democrática en las modernas sociedades actuales. La asignatura de Valores cívicos y éticos queda como el único rincón dedicado a este quehacer, pero con una dotación horaria inicial de una hora semanal, situación claramente insuficiente para fortalecer una mínima reflexión moral. Además, abordar los valores ciudadanos desde una perspectiva contextual, como parece proponer el currículum de la asignatura, sin una reflexión ética más general que aporte perspectiva, deja sin suficiente comparación la gestación de la propia conciencia crítica. Aunque sea necesaria, la asignatura de Valores cívicos y éticos, con medios horarios y profesionales suficientes, debe ir acompañada, en un nivel posterior, de una reflexión ética filosófica que haga consciente al alumnado de las razones de los valores morales admitidos socialmente. Podríamos decir que sin ética y filosofía, la moral queda reducida a una discusión de valores contextuales y personales sin posibilidad de crecimiento personal. Si no queremos mantener la educación ética como un complemento de la Religión (como hacía la LOMCE), deberemos convertir este ámbito de reflexión en un conjunto de asignaturas obligatorias y con prestigio curricular y dignidad horaria.
Es cierto que la discusión sobre los valores éticos y cívicos, desde una perspectiva situada y contextualizada en el momento actual, forma parte de la necesaria discusión moral que el alumnado debe realizar para comprender el mundo en el que vive. Y esta se puede hacer de forma transversal, a través de la tutoría e, incluso, es conveniente que se haga desde diferentes asignaturas o de forma interdisciplinar por ámbitos. Ahora bien, una reflexión más fundamentada, razonada y comparada sólo puede realizarse desde un área específica impartida por profesionales formados al efecto, sólo puede realizarse desde la disciplina filosófica que comprende los Valores éticos y cívicos y una posterior Ética o una Filosofía con un bloque específico dedicado a la ética. Sin este segundo nivel, la reflexión moral transversal queda al mismo grado que las diferentes posturas morales religiosas y consolida un bla bla bla hipócrita y, en ocasiones, cínico que el alumnado capta de manera consciente e inconsciente.
La vacuna contra la intolerancia y los discursos de odio no es otra que la educación crítica de una conciencia ética formada desde criterios firmes y reflexivos
Por eso es tan grave la desaparición de un ámbito propiamente filosófico de reflexión ética dentro de la educación obligatoria, porque deja a la ciudadanía a merced de los vendedores de humo, de los traficantes de valores y de los impulsores de falsas verdades que se muestran como auténticas. Nos quejaremos de la baja calidad democrática de nuestra sociedad, renegaremos de la facilidad con la que las redes sociales proponen modelos tóxicos y nos sorprenderemos de la llegada de los traficantes de ideología que recuerdan al fascismo más recalcitrante. Pero no podemos olvidar que el auténtico antídoto contra las fake news, que la vacuna contra la intolerancia y las creencias excluyentes, contra el machismo y los discursos de odio, no es otra que la educación crítica y radical de una conciencia ética formada personalmente desde criterios firmes y reflexivos. Todo lo demás es humo, grandes palabras acompañadas de hechos pequeños que siembran la desconfianza entre la ciudadanía.
No podemos ignorarlo , si queremos una sociedad de flautistas, necesitamos formación musical, si queremos una sociedad de ciudadanos y ciudadanas, necesitamos formación ética, y eso no se consigue de manera mágica, es necesario invertir recursos, humanos y organizativos, demostrar que los valores que se proclaman se siguen de forma efectiva y aportar las razones por las que queremos adoptarlos. Esto o la hipocresía moral de la que algunos se benefician. No dirá que no lo sabíamos.