Un colega apreciable, lector contumaz, me recuerda que, alrededor del Día del Libro, hasta los no lectores comparten mensajes conmemorativos.
Claro, siempre, pero más en estos días de guerras, violencia e inseguridad, ¿quién puede estar en contra de la lectura o los libros?
En varios de los chats donde participo en WhatsApp leo mensajes por el mismo motivo. Excepto alguno, de una profesora y autora prestigiada, el resto los leo con desinterés o paso la vista.
Después de farfullar algunas palabras insolentes, recuerdo que debo escribir mi colaboración para El Diario de la Educación. No está mal, pienso. Es tema pertinente; remato.
Busco en internet cifras sobre la lectura en América Latina. La primera cosecha parece alentadora. Luego voy espulgando paciente. Muchas de las más interesantes tienen diez años; las descarto para este propósito. Una década es suficiente para la modificación de los indicadores; en cualquier caso, la prudencia aconseja no adoptarlos. La realidad habrá cambiado, para mejorar o empeorar.
Habrá información, no lo dudo, pero no tuve suerte en mi pesquisa. Encuentro datos aislados: en 2021, según una plataforma de venta de libros (“Buscalibros”), en Argentina y Chile se leen cinco libros por persona cada año; México sigue con 3.4, luego Colombia, con 2.7. Los que más gastan en comprar libros: argentinos y chilenos. Las mujeres compran más libros. No hay algo adicional.
Otra fuente, mexicana esta vez, un periódico llamado El economista, reportaba en 2016 los países más lectores, según el tiempo promedio semanal: India, 10:42 horas; Tailandia, 9:24; China, 8; Filipinas, 7:36; México, 5:30.
“Universo abierto”, blog de la Universidad de Salamanca, basado en el World Culture Index (diciembre de 2018), informa que en América Latina los países donde se lee más son: Venezuela (6 horas 24 minutos por semana), Argentina (5:54), México (5:30) y Brasil (5:12). Cuando podría cargarme de desaliento, otros datos me sorprenden: en Estados Unidos y Alemania leen 5 horas 42 minutos por semana; más que Reino Unido (5:18), Japón (4.06) y Corea (3:06).
Cierro mi periplo con una nota de El mundo, fechada en febrero pasado. Según el “Barómetro de hábitos de lectura y compra de libros en España 2021”, hubo un crecimiento en los hábitos de lectura. Consigna que el 64 % de los españoles leyó libros como “forma de ocio durante el último año”, muy superior a los 47.2 % de una década atrás.
La lectura y los libros en México
El 20 de abril pasado el Instituto Nacional de Estadística y Geografía (INEGI), órgano autónomo del Estado mexicano, responsable de la realización de los censos nacionales de población y otras materias, presentó el informe que denomina “Módulo sobre lectura 2022”. Retrato del comportamiento de los ciudadanos de ese país en lectura de libros, revistas, periódicos, historietas, páginas de internet, foros y blogs en la población alfabeta a partir de 18 años.
Reporta que 71.8 % de la población declaró haber leído alguno de los materiales en los últimos doce meses. Reducción significativa respecto a 2016, pues entonces la cifra era de 80 %, reflejo de un descenso constante en población lectora. Entre los hombres la cifra es un poco más alta (76.1 %) que las mujeres (67.9 %).
El promedio de libro leídos por persona en el año fue de 3.9, el más alto desde la primera medición (2016), con una diferencia de medio libro entre hombres (4.2) y mujeres (3.7).
Otros datos para análisis: el grupo de edades entre 18 y 24 años es el más lector, mayor también entre hombres que mujeres (86.5 % – 77 %); la lectura se asocia con niveles de escolaridad, pues entre la población sin educación básica terminada, apenas lee el 49.9 %, mientras, quienes cursaron algún grado de estudios superiores llegan al 88.4 %. Aumentó la lectura en formatos digitales y el lugar preferente para esa actividad es la casa.
En lectura sólo de libros, 4 de cada 10 mexicanos leyeron al menos un libro en los últimos doce meses, invariable entre 2016 y 2022.
Un indicador explora las relaciones entre escuela infantil y lectura: al 77.5 % de los encuestados los maestros les pedían comentar o exponer lecturas; a 68.8 % los motivaban a leer; y al 60.5 % les pedían leer otros libros, además de los escolares.
Las motivaciones principales para la lectura: entretenimiento (44.1 %), trabajo/estudio (23.8 %), cultura general (20.7 %) y religiosas (10.1 %). Los temas preferentes: literatura (39.5 %), universitarios (29.5 %), autoayuda o superación personal (29.5 %), cultura general (26.5 %) y manuales, guías, recetarios (8.4 %).
Las razones más invocadas para no leer son dos: falta de tiempo (46.7 %) y ausencia de interés, motivación o gusto por la lectura (28.1 %).
Reflexión final
¿Leemos más o menos que antes? ¿Deberíamos leer más? ¿Leer con frecuencia nos hace ciudadanos responsables? ¿Los gobernantes que leen son mejores que los iletrados? ¿Son más justas las sociedades donde se lee más? ¿Progresan los países donde se lee con asiduidad?
Una cosa es clara: los promedios retratan situaciones de alguna manera irreales. Ya se conocen las veleidades estadísticas. Horas de lectura por semana o porcentaje de personas que declaran haber leído el último año, por ejemplo, son medidas riesgosas para juicios contundentes.
Si la vida escolar es impensable sin lectura, pareciera dominar su sentido obligatorio, no los beneficios que cantan sus promotores. Y los efectos parecen concluir cuando se ingresa a la vida adulta y las responsabilidades, pues las prioridades cambian.
Para muchas personas, la lectura de libros es irrelevante. Se puede vivir sin lectura de libros, sin duda. Pero no se puede vivir sin leer. Por eso afirmo que nunca como ahora los ciudadanos, las personas todas leemos y escribimos más que nunca. Pero, ¿somos mejores que antes? ¿Estamos más educados?