Los pasados 4 y 5 de este mes se celebraba el seminario web “La dimensión ecosocial para una educación transformadora” organizado por el Ministerio de Educación y Formación Profesional en colaboración con Aecid. Tuve la oportunidad de participar en dicho seminario, junto a las profesoras de Pedagogía, Silvana Longueira y Fabiola Fares, del Movimiento por la educación transformadora, en la mesa en la mesa redonda: La educación para el desarrollo sostenible y la ciudadanía global como promotoras de la Agenda 2030: las personas y el planeta en el centro.
Cada vez oímos hablar más de ciudadanía global y educación para la sostenibilidad y transformación, ¿pero cómo hilamos todo esto desde las aulas?
Retomo las cuestiones de la mesa redonda, y con las ventajas que da el medio escrito y sin un cronómetro controlando el tiempo, me permito una respuesta más extensa.
La primera pregunta de la mesa hacía referencia a transformaciones sociales y ambientales desde los centros educativos con un enfoque de ciudadanía global.
Para abordar esta pregunta deberíamos comenzar por el concepto de “ciudadanía global”, en la concepción acuñada por la Unesco se hace una llamada a hacer que los estudiantes participen desde la reflexión acerca de los desafíos mundiales tanto local como globalmente y para que se vuelvan contribuyentes en una actitud proactiva por un mundo más pacífico, tolerante, seguro y sostenible. No podemos generar ciudadanía sin implicación, y no podemos generar implicación desde el desapego al entorno.
Si llevamos el concepto “ciudadanía” a una concreción estatal deberíamos remitirnos a la Competencia Ciudadana descrita en la Lomloe:
La competencia ciudadana contribuye a que alumnos y alumnas puedan ejercer una ciudadanía responsable y a participar plenamente en la vida social y cívica, pero para que esta participación sea real el alumnado debe tener ese espacio de participación , ese tiempo de escucha. Esta competencia ciudadana debe basarse en la comprensión de los conceptos y las estructuras sociales, económicas, jurídicas y políticas, así como en el conocimiento de los acontecimientos mundiales y el compromiso activo con la sostenibilidad y el logro de una ciudadanía mundial. Incluye la alfabetización cívica, la adopción consciente de los valores propios de una cultura democrática fundada en el respeto a los derechos humanos, la reflexión crítica acerca de los grandes problemas éticos de nuestro tiempo y el desarrollo de un estilo de vida sostenible acorde con los Objetivos de Desarrollo Sostenible planteados en la Agenda 2030. Si filtrásemos la definición podríamos quedarnos con la adopción de los valores propios de una cultura democrática fundada en el respeto a los derechos humanos, por que de ahí deriva todo: derecho a la salud, derecho a un medioambiente sano, derecho a la participación…
Así mismo, la propia OCDE, organismo económico que entre otras funciones, evalúa la eficiencia de del sistema educativo de los países a través de PISA, publica en su guía para el aprendizaje 2030 (Learning Compass 2030) una guía sobre la educación que debería llevarnos al bienestar individual y colectivo, y habla precisamente de competencias transformadoras y de la necesidad de que los estudiantes se hagan preguntas (desarrollo del espíritu crítico), colaboren con otros y , cito textualmente, “saliendose de la caja” y encuentren soluciones innovadoras. Aquí tenemos una clave importante, la colaboración, la base para que cualquier comunidad y, por lo tanto, cualquier sociedad funcione.
Para transformar una sociedad o emprender esas acciones educativas con repercusión o intención transformadora se debe comenzar por la colaboración. La comunidad educativa es un colectivo prioritario para transmitir valores, compromiso y corresponsabilidad, también para promover conciencia crítica y participación.
Esa participación activa del alumnado en la ciudadanía como parte activa de la sociedad y no como agente pasivo, solo es posible traspasando los muros de las aulas, permeando en la comunidad, mostrándoles su entorno próximo y preguntádoles que harían para mejorarlo, dándoles la oportunidad de que puedan opinar, de participar y transformar en su escala su entorno social y ambiental.
Para todo esto, para poner en marcha un proceso educativo de consciencia, conocimiento, crítica y transformación se necesita a toda la comunidad educativa: docentes, alumnado, familias, personal no docente y administraciones, elaborando proyectos de trabajo en red.
Para transformar, hay que tener interés en el entorno, conocer el medio bien, mi colegio, mi patio, mi barrio, hay que desarrollar el sentido de pertenencia para el desarrollo de la empatía, el alumnado tiene que ser capaz de pasar del concepto de individuo a comunidad. Sería un enfoque desde la pedagogía holística, desde ese sentido de pertenencia a un grupo y una intención de mejorar o aportar. Desarrollar la motivación y la voluntad para emprender la acción voluntaria.
El trabajo por proyectos o aprendizaje y servicio, involucrando en la acción, es una metodología de aprendizaje que posiciona al alumnado en el centro del aprendizaje, lo convierte en el protagonista y da la opción de llevar a cabo el diseño participativo en la búsqueda de soluciones a problemas o cuestiones propuestas para alcanzar durante el proceso ese aprendizaje, desarrollando así las competencias.
La segunda cuestión hacía referencia a cuáles serían los aprendizajes importantes en el mundo que vivimos desde la perspectiva transformadora.
Como sabemos la gran apuesta de la U.E en los fondos Next Generation se han destinado en educación básicamente a tres aspectos: inclusión, digitalización y sostenibilidad. La inclusión merecería en sí misma un artículo aparte pero no es ajena los aprendizajes sobre sostenibilidad y digitalización, aprendizajes que sólo tienen sentido de manera transversal , entendiendo que son aprendizajes para llegar a adquirir competencias.
Ahora bien, es necesario informar también a las familias y la sociedad de la diferencia entre contenidos (saberes básicos) y competencias, que entiendan la diferencia entre saber algo y saber aplicarlo en la vida real. Enumerar los puntos cardinales no implica que sepas orientarte en el espacio, ese es el ejmplo que dí en la mesa redonda, tenemos que transcender de una educación puramente memorística a educación del aprender haciendo.
Por tanto , no podemos limitarnos al concepto de aprendizaje sino hacer hincapié en cómo se aprende. No podemos seguir compartimentando el aprendizaje en cajones estanco, en áreas, necesitamos la perspectiva global, que ayude a entender la vida, sus problemas y las competencias que debemos poseer para desenvolvernos en ella.
Además de las competencias o aprendizajes que se prescriben en los currículos oficiales, deberíamos tener en cuenta lo que se conoce como soft skills y entre ellas, se valoran como más importantes: la resiliencia, el pensamiento crítico, el compromiso, la flexibilidady el trabajo en equipo
El desafío más importante al que se enfrenta la humanidad es el cambio climático y los últimos informes del IPCC son demoledores , si queremos tener en cuenta esa perspectiva transformadora, debemos entender la información y entender cómo ser partícipes del cambio para poder transformar y tener capacidades de como vivir en la incertidumbre, ser resilientes, y tomar compromiso con el entorno y la comunidad, y para ello necesitamos esas soft skills.
En su libro Los 7 saberes necesarios para la educación del futuro. Habitar la complejidad ( Unesco , 1999), Edgar Morin , habla de enseñar la identidad terrenal (el sentido de pertenencia y dependencia) y enseñar las incertidumbres. Algo que he venido desgranando a lo largo de este artículo, podrían parecer saberes poco actuales, o poco competenciales, pero se ve que la Unesco no lo considera así pues lo ha reeditado en 2021.
Para cerrar, señalar que, desvincular los aprendizajes del entorno en el que uno se desarrolla implica no poder concebir el concepto de sostenibilidad, un concepto imprescindible para “ el bienestar común” del que habla la Unión Europea, la adaptación al cambio climático del que hablan los informes del IPCC, los postulados de la ONU y la agenda 2030, y por si necesitáramos más documentos que den peso y rigor a esa necesidad de sostenibilidad, tenemos el recién publicado marco europeo de competencias para la sostenibilidad “Greencomp Framework” publicado por la U.E en enero de este año y en el que se enmarcan cuestiones como el citado pensamiento crítico, la adaptabilidad y la acción colectiva entre otras. Sostenibilidad y ciudadanía van de la mano.