Los valores son aquellas conductas que una sociedad acepta como propias. Conductas que tienen que ver con la concepción que tenemos de la amistad, la justicia, la libertad, el respeto, la felicidad, la moral o la ética. Estos conceptos son abstractos y, como tales, son extremadamente difíciles de explicar: ¿Cómo explicar a un joven qué es la moral, por ejemplo? Una forma fácil de hacerlo es mediante el ejemplo, contemplando una determinada escena, y en este sentido, el cómic es una herramienta pedagógica muy adecuada.
En el caso del acoso escolar, a través de las viñetas podemos contemplar las acciones de los acosadores, el comportamiento de la escuela, las reacciones de los víctimas y el impacto en el entorno familiar, como si de un espejo se tratara por cada perfil… «Yo no soy así», «En mi escuela esto no ocurre», «Sólo era una broma» o «Son cosas de la juventud» seguro que son expresiones habituales que no diríamos después de ver exactamente lo que ha pasado y sus consecuencias. En la mayoría de los casos, la agresión pasa inadvertida porque ocurre en los lavabos, en el pasillo, en el patio o, incluso, fuera de la escuela. Empieza siendo verbal y puede desembocar en maltrato físico.
El pasado 17 de mayo de 2022, coincidiendo con el Día Internacional contra la Homofobia, la Transfobia y la Bifobia, se presentó la novela gráfica Bat Alan. Biografía de un asesinato social (2022), escrita y dibujada por Ramón Boldú, y publicada por Astiberri Ediciones. Boldú es un reconocido y veterano autor de novelas gráficas autobiográficas y que ya se había atrevido a una biografía en La voz que no cesa. Vida de Miguel Hernández (2017), con guión de Ramón Pereira. En esta ocasión, en solitario, se enfrenta a un caso cercano, cercano en el tiempo y cercano por la proximidad en la que se convierte en la historia, cercana y, a la vez, desconocida en los detalles… hasta ahora.
El día de Navidad de 2015 los medios de comunicación abrían en sus titulares con la noticia de que Alan, el primer menor trans en Cataluña que pudo cambiar su nombre al DNI de Nieves en Alan, se había suicidado. Tuvieron que pasar varios días para que su madre hablara claramente de que el suicidio de su hijo había sido un crimen social, un desenlace fatídico como consecuencia de las continuas vejaciones por parte de los compañeros de la escuela y las desafortunadas reacciones de los profesores y directivos, por no decir directamente inacciones.
Pese a que la policía se entrevistó con diferentes personas en las escuelas donde estudió (cambió dos veces de escuela), finalmente no hubo imputados, ninguna persona responsable… pero ahora los podemos ver en acción en la novela gráfica, eso sí, con los nombres cambiados. Alan tuvo la gran suerte de recibir en todo momento el apoyo de su familia, especialmente de su madre Ester, que le acompañó en todo su proceso vital y que buscó soluciones a las depresiones que le provocaban estas agresiones (por otra parte, escondidas a la familia por el propio Alan). Muy significativa es la viñeta donde las agresoras de la primera escuela observan cómo llega Alan al centro y las enerva que lo haga con aspecto feliz, como si tuvieran la necesidad de destruir todo lo que él representaba y ellas no tenían.
También podemos intuir en el cómic cómo debería ser el entorno familiar de uno de los acosadores de la segunda escuela, líder con unos seguidores de un talante débil, que necesitan demostrar su pertenencia al grupo atacando la identidad de los demás, sea en relación a la raza, el color, la nacionalidad, la discapacidad, la religión, la orientación sexual o cualquier otra circunstancia. Y es habitual que sean varios contra uno porque son innatos en este comportamiento la cobardía y la crueldad con la que actúan, como si disfrutasen con la agresión y el sufrimiento del acosado y crecidos por la sensación de impunidad. Saben que es difícil de demostrar, que estos actos no se reconocen con la suficiente importancia y que, además, la denuncia perjudica al agredido, convirtiéndolo socialmente en chivato en lugar de alertador, como debería ser. Parece una constatación de que en caso de acoso reconocido, lo fácil es cambiar de escuela… al acosado.
Para profundizar sobre la realidad trans, le recomendamos dos novelas gráficas biográficas, también publicadas por Astiberri Ediciones, y que son Llamadme Nathan (Appelez-moi Nathan, 2018), de Catherine Castro y Quentin Zuttion (publicada en castellano en 2019), y Us (2021), de Sara Soler. Ambas obras son una interesante y pionera aportación sobre las incomprensiones de la sociedad frente a la vida del día a día de sus protagonistas. También destacamos la labor que está realizando la Asociación de familias de Infancia y Juventud Trans, Chrysallis, creada en 2013 con el impulso de diferentes familias, que luchan desde entonces por la visibilidad y la incorporación de protocolos para mejorar la vida de las personas trans.
En abril de 2022, el sello Evolution de la Editorial Panini publicaba la versión en catalán y euskera del cómic Subnormal. Una historia de acoso escolar, de la que se había publicado la primera versión castellana en 2020 y la gallega en 2021, esta última por Retranca Editora. Con guión de Fernando Llor y dibujo de Miguel Porto, el cómic narra el acoso escolar que sufrió Iñaki Zubizarreta, exjugador profesional de baloncesto, quien con apenas 11 años ya medía un metro y ochenta centímetros de altura. Han pasado más de 30 años desde entonces y varios desde que Zubizarreta se puso como objetivo explicar su caso para contribuir con su ejemplo a eliminar la lacra del acoso en las escuelas.
Escuchar su experiencia personal con sus propias palabras te hace conmover, es imposible no emocionarse y sentir empatía por todo lo que le estaba ocurriendo, teniendo en cuenta que era solo un niño de 11 años a pesar de su altura. Pero ver todas las agresiones ahora dibujadas (y, si todo va bien, pronto lo veremos en una película) es impactante. Podemos aplicar con contundencia la expresión de que una imagen vale más que mil palabras.
Contemplar los insultos, el desprecio, las amenazas, golpes, soledad e incomprensión de la institución es desolador. Saber que el psicólogo de la escuela le tildó de retrasado mental (de nuevo la altura como prejuicio) y ver cómo la profesora se añadía a la burla ante todo el mundo es desalentador… ¿Habrá sabido alguna vez esta profesora el mal que llegó a hacer?
Afortunadamente, el desenlace de Iñaki fue distinto al de Alan. Cerca del acantilado, en Getxo, decidió no saltar en el último instante. En ambos casos, tuvieron que sufrir la peor de las violencias en nuestra sociedad, la de la exclusión. La firmeza de Iñaki de no lanzarse a una muerte segura y enfrentarse a sus agresores le costó una estancia en el hospital en coma tras una gran paliza. Ésta es la respuesta de los cobardes.
El baloncesto en la escuela contribuyó a cambiar poco a poco la tortura de ir cada día a clase. La nobleza del baloncesto, los entrenamientos, los partidos, los compañeros y el entrenador le ayudaron a encontrar su propia identidad hasta el punto de convertir el deporte en su profesión. Dedicación, responsabilidad, compromiso, disciplina… «Se sale del acoso», dice el propio Iñaki Zubizarreta, y nosotros le agradecemos su sinceridad y generosidad.
La lección que nos dan ambos casos reales, el de Alan y el de Iñaki, es la importancia de pedir ayuda, que no debes callarte, seas el agredido o seas quien ve la agresión. Ojalá estas publicaciones contribuyan a la reflexión y a evitar que se produzcan los abusos o, en caso de empezar, poder detectarlo pronto con la complicidad de todas las partes involucradas. Que se publiquen este tipo de obras es gracias al talento de sus autores y la audacia de las editoriales, pero que se publiquen más títulos de este tipo en el futuro y, además, en gallego, euskera y catalán como en el caso de Subnormal, esto… esto depende de nosotros.