Debemos analizar cómo es posible que tantas personas (muchas de clase trabajadora) hayan pasado por las aulas y el sistema educativo público durante la democracia y defiendan en pleno siglo XXI postulados e ideologías ultraderechistas, patriarcales, fascistas, xenófobas, racistas, neoliberales y capitalistas, apoyando sistemas basados en el egoísmo, la lógica depredadora del más fuerte y la desigualdad. ¿Qué hemos hecho en la educación?
Nos tenemos que preguntar qué hemos hecho todos estos años en la educación para que contemplemos este auge del neofascismo en España y en Europa. Cómo es posible que, estableciendo leyes y programas para educar en derechos humanos, en justicia social, equidad, solidaridad e igualdad, tantos jóvenes estén apuntándose a la moda de la ultraderecha. ¿No nos habremos centrado demasiado en lo técnico en la escuela, en dedicar la mayor parte del esfuerzo en preparar a los jóvenes para el mercado, y no para lo importante: el modelo de sociedad y de principios y valores por los que han de regirse una sociedad del bien común? ¿No habrán influido tantas exigencias de las empresas por preparar al alumnado para el siglo XXI con competencias, bilingüismo, robótica, esfuerzo, competitividad y éxito y tan pocas para combatir el fascismo, promover el apoyo mutuo, la cooperación, etc.?
Necesitamos repensar el actual modelo de educación. Necesitamos un sistema educativo que ayude a construir otro modelo de sociedad donde no sea posible, ni siquiera pensable, el neofascismo y sus doctrinas del odio al diferente, de antifeminismo, de antiecologismo y de desprecio a los derechos humanos más fundamentales. Un modelo de educación basado en el bien común. En Pedagogía Antifascista se plantean propuestas concretas y líneas estratégicas para avanzar en esa educación del bien común que combata el neofascismo en las aulas y en las políticas educativas.
Debemos seguir avanzando hacia un modelo educativo que contribuya al bien común de las futuras generaciones y de toda la comunidad educativa y social actual
Como plantean Nichols & Berliner: “Deberíamos ser el número uno en el mundo en porcentaje de jóvenes de 18 años que están política y socialmente implicados. Mucho más importante que nuestras puntuaciones en matemáticas y nuestras puntuaciones en ciencia es la implicación de la generación siguiente en el mantenimiento de una democracia real y en la construcción de una sociedad más justa para los que más la necesitan: los jóvenes, los enfermos, los ancianos, los parados, los desposeídos, los analfabetos, los hambrientos y los desamparados. Se deberían identificar las escuelas que no pueden producir ciudadanía políticamente activa y socialmente útil y divulgar sus tasas de fracaso en los periódicos”.
Para eso se requiere una labor conjunta de familias y profesorado que se esmeran por enseñar a sus hijos e hijas y a su alumnado que lo más importante no son los resultados, el éxito individual, sino la justicia social y la solidaridad hacia sus compañeros y compañeras y el bien común que enriquece a la comunidad y el planeta. Pero también se requiere la labor de “toda la tribu”. Especialmente los medios de comunicación y las redes sociales que están contribuyendo profundamente a “educar” a las actuales y futuras generaciones. Es imprescindible que el beneficio económico y el afán de lucro de unos pocos dejen de regir los criterios y el funcionamiento de los medios para convertirse en un servicio al bien común y contribuyan, junto con el sistema educativo, a educar en derechos humanos, en solidaridad, en apoyo mutuo, en decrecimiento, en feminismo, en todos esos principios y valores que se proclaman en todos los tratados y acuerdos internacionales pero que no se cumplen.
Debemos seguir avanzando hacia un modelo educativo que contribuya al bien común de las futuras generaciones y de toda la comunidad educativa y social actual. Un modelo de educación global, en la que se implique toda la tribu, que impulse la formación de personas más iguales, más libres, más críticas y más creativas. Lucio Anneo Séneca, en el siglo IV antes de nuestra era, afirmaba: “No nos atrevemos a hacer muchas cosas porque aseguramos que son difíciles, pero son difíciles porque no nos atrevemos a hacerlas”. Tenemos que atrevernos a soñar. Nos jugamos el futuro de nuestros hijos e hijas, el de la sociedad y el del planeta en su conjunto.
Paulo Freire decía que “la educación es siempre un quehacer político, en tanto quehacer humanista y liberador en lucha por la emancipación”. Por eso, como comunidad social debemos educar en la igualdad, en la inclusión, en la justicia social, en el bien común y en los derechos humanos desde una pedagogía claramente antifascista. Sin concesiones ni medias tintas. Educación antifascista o barbarie, no hay neutralidad posible.