Lorenzo Milani fue conocido en más de medio mundo por Lettera a una professoressa (1967), en más de 60 lenguas ya hace años (Unesco) y no firmada por él, sino por sus alumnos de Barbiana, su escuelilla perdida en la montaña florentina, lo que pudo ocultarle en un segundo plano. En cambio, su denuncia atronó en todas partes: “La escuela no tiene más que un problema. Los chicos que pierde”.
Y todavía sigue siendo el más grande de nuestros problemas, que alimenta durante más de 50 años la continua edición de Carta a una maestra (en catalán, español y gallego, y pronto en euskera); porque la escuela no es selectiva, sino ¡compensatoria de los últimos!
Lorenzo Milani es un pedagogo casual, como muchos de los mejores, y no se hizo en la Academia ni en los libros, sino en su propio entorno. La suya no es una propuesta teórica, pedagógica o didáctica, sino una respuesta concreta hecha a la medida, primero, de jóvenes rurales y obreros, indefensos ante las modas y seducciones de la masa y, después, a la medida de unos zagales serranos, pastores y leñadores, perdidos por el monte. En Calenzano, su primer destino parroquial, creó una escuela nocturna y, en Barbiana, que solo contaba con una primaria, creó una secundaria para pocos chavales y pronto la amplió con una formación profesional de primer grado, de diseño mecánico y los idiomas de la Comunidad Económica Europea naciente.
“Hay terror a que los alumnos aprendan a leer la actualidad”
Escribió con detalle el sentido de su entrega a la pedagogía –incluso como cura– en el único libro que firmó y, cuya venta, enseguida prohibió el Santo Oficio vaticano, así como sus traducciones por “inoportuno”. Con 475 páginas de texto, anécdotas y gráficos lo tituló Experiencias pastorales (1958). Dominar la palabra, dice allí, entender a todos y poder explicarse y comunicar con cualquiera es la primera y absoluta necesidad humana. Merece la pena por abundar en antropología –cristiana o no–, en pedagogía y en didáctica. Su única traducción por ahora está en castellano (BAC, Madrid 2004).
Carta a una maestra, de nueve años después, ahondó en esas mismas raíces referidas a la escuela básica obligatoria y añadió sus remedios: no hacer repetidores, usar el pleno tiempo y dar una verdadera motivación. Pero poco antes, en 1965, y al hilo de la prensa que leían juntos a diario en clase, decidió rebatir públicamente a unos curas castrenses que tachaban de cobardes a quienes se negaban a hacer el servicio militar obligatorio: la objeción de conciencia, decían, es “ajena al mandamiento cristiano del amor”. Le procesaron por apología de delito y, aunque primero absuelto, llegó su condena –hasta por ofensa al jefe de un estado amigo– después de muerto (en 1967, con 44 años):
“¿Habéis dicho a vuestros soldados qué deben hacer si les toca un general del tipo Franco? ¿Les habéis dicho que no se debe obedecer a los oficiales rebeldes a su pueblo soberano?”.
“Hay que tener el valor de decir a los jóvenes que todos ellos son soberanos, que la obediencia ya no es una virtud, sino la más sutil de las tentaciones, que no crean poderse escudar con ella ni ante los hombres ni ante Dios, y que debe sentirse cada uno el único responsable de todo” (…)
Aquí, en España, claro está, no pudimos leer esas respuestas a los castrenses y a los jueces, pero desbordaban el ámbito militar y pacifista y entraban en lo pedagógico.
Quizá sea su obra maestra, y corrió como la pólvora también fuera de Italia. El propio Eric Fromm quiso escribir sobre Milani y se puso en contacto con él.
Tutte le opere (Todas las obras) se editaron en 2017, cincuentenario de su muerte, en la colección Meridianos (Mondadori). El segundo de sus dos tomos contiene un arsenal de 1.109 cartas personales, que traslucen las entretelas sorprendentes de un hombre, cura y maestro.
Lo más increíble fue que ese mismo año el papa Francisco subió hasta Barbiana a visitar su tumba y aquella parroquia hecha una escuela y, sobre todo, a reconocer ante los montañeses que su maestro había sido un buen pastor y un buen párroco. Tiempo atrás se habían preguntado: “¿Qué habrá hecho este, cuando nos lo mandan?”.
Hoy, en 2023, bajo el patronazgo del presidente de la República italiana, se ha constituido un Comité nacional para su Centenario, presidido por la exministra Rosy Bindi.
Lorenzo Milani procedía de una familia judía, no practicante, rica y de alto nivel intelectual universitario. Él se hizo cristiano –mientras estudiaba pintura– a los 20 años (1943) y sacerdote católico a los 24, pero puede que la laicidad familiar impregnara, desde su infancia, su razón y sus escritos con una neta tonalidad mundana y secular que conlleva, al menos, tres consecuencias: una, que a Milani le entienden perfectamente quienes discurren al margen de la religión y de la fe (aunque él nunca las ocultó ni disimuló). Dos, que una grave incomprensión por parte de sus superiores eclesiásticos y de muchos compañeros sacerdotes le condenara al ostracismo. Y tres, debo añadir que haberle salvado de aquel –en lo cultural, pedagógico y bibliográfico– hay que agradecerlo, sobre todo, a los docentes e intérpretes laicos; aunque no quepa la falsa dicotomía –mientras aumentan libros y artículos sobre él– de poder elegir entre el pedagogo y el sacerdote.
Ojalá comprendiéramos mejor la naturaleza rara y envidiable de su conversión y de su fe. Como escribió Dietrich Bonhoeffer, el teólogo alemán mártir del nazismo: “Solo viviendo plenamente la vida de este mundo es como aprendemos a creer”. Sin duda, Milani –cristiano y cura hecho un gran maestro– fue un hombre de este mundo.
Aquel Lorenzo se arrancó voluntariamente de su cerebro, su vida y su estilo –no de su afecto– la mentalidad y la clase social de los Milani.
“He empleado 22 años para salir de la clase social que escribe y lee el Espresso y el Mondo. No debo permitir que vuelvan a capturarme ni un solo día siquiera. Deben tratarme como esnob, decir que soy ingenuo y demagogo, no honrarme como a uno de ellos. Porque de ellos no soy”, escribió a su abogado de oficio en el 65.
Y es que tuvo la suerte de vivir siete años en la parroquia obrera de Calenzano (1947-1954) y, trece, en la de Barbiana (1954-1967), donde su opción por los últimos fue radical por puro análisis histórico, no por caridad. Sus Experiencias pastorales las dedicó a los misioneros chinos que volverán aquí dentro de mil años a anunciar de nuevo el Evangelio
“No hemos odiado a los pobres, como la historia dirá de nosotros. Sólo hemos dormido. Ha sido entre sueños cuando hemos fornicado con el liberalismo de De Gasperi [democristiano] y con los congresos eucarísticos de Franco. Nos parecía que su prudencia nos podría salvar”.
Su mayor astucia estribó, no en enseñar, sino en aprender: “Debo cuanto sé a los jóvenes obreros y campesinos a quienes di escuela. Lo que ellos pensaban estar aprendiendo de mí, fui yo quien lo aprendí de ellos. Solo les enseñé a expresarse mientras ellos me enseñaron a vivir”.
Y a uno empeñado en imitar su escuela le dijo: “Solo te aconsejo que mires a tu alrededor durante años y que, más que enseñar, preguntes. Después, poco a poco te nacerá entre las manos lo necesario”.
En Carta a una maestra aparece una clave de su adherencia pedagógica a la realidad social, histórica y personal: “A lo mejor se descubre que la Pedagogía tiene que decirnos una sola cosa. Que los chicos son todos diferentes, diferentes los tiempos históricos y cada momento de un mismo chico, diferentes los países, los ambientes, las familias… En Barbiana no pasaba día sin entrar en problemas pedagógicos. Aunque sin este nombre”. Milani figura entre los grandes maestros del siglo XX. Por ejemplo, Cuadernos de Pedagogía (2000) le contó entre los once grandes del siglo, junto a la Montessori, Ferrer i Guardia, Dewey, Giner de los Ríos, Freinet, Neill, Makarenko, Piaget, Freire y Stenhouse.
El Movimiento de Educadores Milanianos (MEM) radicado en Salamanca, es desde 1982 un Movimiento de Renovación Pedagógica, cuya revista trimestral Educar(NOS) –íntegra en https://www.amigosmilani.es– acaba de publicar su nº 100 y convoca un concurso de escritos sobre Milani para celebrar este Centenario, además de su oferta de cursos didácticos, paneles y textos.
Bibliografía hispana
Además de Carta a una maestra (edición extraordinaria PPC, M 2017) y de Experiencias pastorales (BAC, M 2004), L’obediència ja no és una virtut (Rosa Sensat, B 2014) y de su alumno M. Gesualdi, Don Lorenzo Milani. El exilio de Barbiana (PPC, M 2017). Hay antología de cartas y artículos, en Educar(NOS) y en
J.L. Corzo, Don Milani: la palabra a los últimos (PPC, M 2014) y antes Lorenzo Milani, maestro cristiano (SA 1981). Varias biografías, de M. Martí, El mestre de Barbiana (catalán y castellano) (B 1972); T. Espigares, Lorenzo Milani (M 1995); G. García Domingo, Lorenzo Milani (M 2004).
2 comentarios
Espectacular Corzo, gran pistoletazo de salida al centenario.
Comenzamos Bien El año. A ver si seguimos asi