Freire coordinó casi justo hace dos años un libro de la editorial Octaedro en el que paraticipaban muy diferentes perfiles profesionales ligados no solo al ámbito educativo, sino a la arquitectura, la sociología, el paísajismo, etc. Se trata del libro Patios vivos para renaturalizar la escuela, un libro en el que, además de ofrcer los ejemplos de varios centros educativos en sus procesos de introducción de elementos naturales en el patios, se reflexiona sobre la necesidad y oportunidad de llevar a cabo este tipo de actuaciones.
Para Freire existen muy diversas razones para llevar a cabo la renaturalización de un patio. No solo porque fomenta la innovación educativa al salir del aula y tener que utilizar diversos materiales y herramientas poco habituales para enseñar; o porque el contacto con el espacio exterior y la naturaleza ayuda a atraer la atención, a mejorar la capacidad de concentració de niñas, niños y adolescentes, poco dados naturalmente a pasar tantas horas en un interior; o porque se puede realizar una reflexión sobre el uso del espacio en función del género de las personas y cómo es importante garantizar que todas las que forman parte de la comunidad educativa deben poder tener un hueco suficiente en ese patio. Tal vez, la razón más improtante para este tipo de actuaciones, en realidad, «va más allá del aprendizaje y el bienestar» del alumnado y sea necesario «un cambio de cultura, urgente, por el bienestar de todos y la continuidad de la vida en el planeta».
Tengo la sensación de que la renaturalización de patios ha tenido un cierto protagonismo, antes incluso de la pandemia, aunque entiendo que después, más…
Hace 20 años a todo el mundo le parecían bien los patios; después va creciendo un porcentaje elevado de familias de escuelas, comunidades, de personas en la administración y docentes a quienes les parecen fatal. Parece que hayamos despertado de un sueño y hubiéramos visto que los patios eran feos. Ha explotado un espacio burbuja de los patios, que se ha reforzado con respecto al Covid. En las conferencias que doy paso algunas fotos de la pandemia, de gente que había sacado las aulas, las sillas, los encerados a los patios. Incluso gente que ha llevado el aula a la playa.
Heike Freire comenta que normalmente, cuando las comunidades educativas «se dan cuenta de que los patios son feos» y deciden transformarlos, realizan un primer proceso que ella califica como «del enanito». Todo el mundo quiere poner bonito ese espacio, decorarlo. «La comisión de patio, las familias, los docentes quieren ponerlo bonito y sol falta el enanito de jardín» y dado que vivimos en una sociedad de consumo «vamos a comprar unos bancos o un rocódromo», entre otras cosas, porque el patio es el escaparate del centro.
Sin que sean excluyentes, Freire describe que también se pasa por la etapa de hacer cosas educativas en relación a este espacio. Normalmente relacionadas con el género, con los juegos tradicionales o la diversidad. «Es un momento en el que algunos niños dicen: ‘Jolíncon lo bien que estábamos en el patio media hora sin tener que hacer nada'», bromea la experta.
En cualquier caso, comenta que la renaturalización «es un proceso que puede ser largo, es una búsqueda de razones hasta alcanzar la madurez» que es, precisamente, «tener razones para hacer las cosas».
Entre las razones que pueden esgrimirse para transformar un patio, si duda, están las educativas. Uno de los capítulos del libro, precisamente, lo escribr Jaume Martínez Bonafé y trata sobre la posibilidad de utilizar el patio para enseñar partes del currículo más o menos oficial. Hace el ejemplo de una clase de matemáticas.
Cambiar a un espacio natural restaura la atención y mejora las capacidades cognitivas y el rendimiento académico
Para Heike, «sin querer bajar a los usos concretos» una de las ventajas que se obtiene de tener un patio renaturalizado es «ganar un espacio que favorece un cambio de ritmo, un reequilibrar la atención», asegura. «Estar muchas horas en un espacio no es natural para el humano, que necesita verse estimulado por el espacio. Cambiar de escenario al patio favrece la concentración… si ese espacio es natural». La experta asegura que ya en los años 70 se estudió, en entornos laborales, el impacto que tenía, tan solo, tener cerca una ventana con vistas a un espacio natural en la atención de las personas. «Cambiar a un espacio natural restaura la atención y mejora las capacidades cognitivas y el rendimiento académico».
A esto, Heike suma el cambio de metodología al que obliga trasladar una clase al espacio exterior de un patio renaturalizado. «Necesitamos probar otras formas», asegura, «probar metodologías más participativas. Fuera no trabajas igual que dentro, necesitas que las personas participen mucho más». Según la experta, el trabajar tanto dentro del centro como en el exterior favorece que se realicen «una proyección pedagógica» que «permite construir conocimientos mucho más interesantes que vayan de lo concreto a lo abstracto».
Patios “saludables”, participativos y abiertos a la comunidad
«Se hace de todo para enriquecer las aulas cuando el espacio más rico está en el exterior: caben más seres vivos, más elementos, hay una riqueza mayor. Una maestra me reconoció que llevaba bolsas de arena a su clase». «Matamos el aprendizaje de tanto querer que reviva, como un fuego que de tanto soplar, se apaga», ejemplifica.
Según la experiencia y el conocimiento de Heike Freire, el salir del aula para trabajar en el exterior «hace que cambiemos la estructura del aula y que nos centremos más en las personas» puesto que, salir de clase «requiere acción y personalización».
Además, educar en entornos renaturalizados fomenta la automotivación, «provocada por el sentido de asombro», afirma Freire. «Esa capacidad de maravillarse, innata, es motor infinito de las ganas de aprender. El momeno del asombro se pone en marcha con una fuerza enorme. Puede ser muy poderoso».
El patio no es para amueblar sino para ver qué necesidades tenemos, qué tipo de espacios necesitamos, qué características tiene el espacio y qué le falta o sobra
Hacer del patio un espacio renaturalizado en el que sea posible estar sin necesidad de hacer o practicar algún deporte, lo habitual en los patios convencionales y sus canchas de fútbol y baloncesto, «abre la escuela al entorno físico, al social y cultura, es como una visagra». Hay centros en los que «las familias utilizan el patio por las tardes, como parque. Es un espacio que atraviesas, donde ves fauna y flora del entorno, que te invita», afirma Freire, quien, además, señala que esto puede ayudar también a acercarse al barrio en el que se enclava el centro educativo. «Un patio renaturalizado abre las puertas de la escuela, frente a un patio encementado que las cierra», puesto que en estos lugares suceden acontecimientos más sociales.
Para qué
«El patio no es para amueblar sino para ver qué necesidades tenemos, qué tipo de espacios necesitamos, qué características tiene el espacio y qué le falta o sobra. Reflexiones que no son en términos de objetos y cosas. Estos no cambian, quienes cambiamos somos las personas, como solía decir Thoureau. Las cosas están a nuestro servicio y, para eso, tenemos que reflexionar sobre lo que queremos que haya en el patio, por qué una cosa y no otra, qué queremos que suceda. Por qué y para qué».
«Se están derrochando millones en patios, es una cosa exagerada». Los patios de centros de nueva construcción se siguen diseñando como pistas cementadas. Estilo carcelario. «Es un gasto; en unos años la comunidad educativa pedirá renaturalizarlo», con el consiguiente gasto «para ponerlo bonito».
«No se trata de que sea bonito, sino de apropiarnos de ese patio para crecer, para que nuestro proyecto educativo se desarrolle más, para que. como docentes y alumnado. tengamos más bienestar, una mejor manera de trabajar, alternativa… de esto se trata».
«Hablamos de un proceso vinculado al proyecto educativo del centro, a las necesidades de la comunidad educativa». Algo que choca con varias cosas como, por un lado, los plazos de entrega de las constructoras y su manera de trabajar (a base de subcontratas) y, por otro, la burocracia de las administraciones autonómica y local. «La rigidez de la administración es brutal».
En la Administración hay miedo, rigidez y cierta sobervia entre sus técnicos
Freire habla de un centro en el que el AMPA está en guerra con el técnico municipal porque «se niega» a quitar una de las dos canchas que tienen por cuestión de normativa. «U otras escuelas con zonas con caucho que quieren quitar porque se levanta por el calor y hay caídas, y el material es tóxico… no hay manera».
«En la Administración, resume, hay miedo, rigidez y cierta sobervia» entre sus técnicos. «Pero la técnica tiene que estar al servicio de las personas y su bienestar».
«Cuesta mucho hacer las cosas diferentes a como las hacían siempre, cuesta muchísimo. Pero en la administración debe haber una voluntad política, al menos, para dar una formación porque sus técnicos no pueden seguir agarrados a los mismos procedimientos. La sociedad ha cambiado; el clima, cambia; cambia todo. Vivimos en una sociedad caracterizada por la incertidumbre y la hace algunas cosas igual que en los 60 o los 70».
Además de aligerar la rigidez de la Administración, es importante la participación en los procesos de diseño y tansformación de los patios. Precisamente para responder a ese para qué del espacio. «La participación es fundamental porque no hay dos centros ni comunidades iguales». Explica que ha trabajado en centros sin patio, escuelas llenas de canchas que quieren mantener para dar un cierto servicio a su comunidad, «en algunos momentos hemos anexionado un trozo del jardín de una finca colindante» o, como cuenta, «hemos trabajado con una escuela cuyo patio era la plaza del pueblo».
Heike Freire asegura que en estos procesos debería contarse, como hizo ella en el libro, con perfiles diferentes. «Hay que trabajar así, con antropólgos, pedagógogs, filósofos, biologos, arquitectos, naturalistas». Y hay que hacerlo así porque el patio «es un lugar de encuentro en el que se saltan las disciplinas». Un lugar en el que puedes trabajar por proyectos, «lugar de encuentro de las familias, con la comunidad, el territorio, asociaciones, comerciantes, vecinos».
Salud
Además de los beneficios que pueda reportar la renaturalización en el proceso de enseñanza aprendizaje, también impacta en la salud de las personas. «La naturaleza es fundamental hoy día para la infancia y la juventud porque es una herramienta preventiva». Freire se refiere a algo que se ha podido ver durante la pandemia, el confinamiento y la vuelta a las aulas. «Han aumentado los problemas de salud mental, también los relacionados con el desarrollo y el aperndizaje».
Según los estudios que la experta maneja, «las niñas y niños que pasan más tiempo al aire libre, enferman menos, tienen mejor salud, crecen mejor y mejora el bienestar, baja el estrés y mejora la resiliencia». Asegura que quien más nota estos cambios son, precisamente, «quienes viven en entornos más desfavorecidos».
La activista señala que, los entornos naturales o renaturalizados tienen un impacto positivo en las infancias que tienen un mayor contacto con la tecnología. «Hay entornos que son tóxicos y el tecnológico lo es». Habla aquí de la denuncia, conocida hace unos días, de centros educativos en Estados Unidos contra grandes empresas tecnológicas por el impacto negativo en el desarrollo de niñas y niños; «esperamos replicar la denuncia en España», asegura.
Necesitamos escuelas más naturales y menos robóticas
Para Freire, la presión de empresas y administraciones sobre la escuela es grande en el sentido de introducir la tecnología. «La naturaleza acoge, dice, al ser humano y la tecnología lo expulsa. Necesitamos escuelas más naturales y menos robóticas».
Más allá de la tecnología, la naturaleza tiene impacto en el estrés. Según dice, el espacio libre, la naturaleza, los árboles e incluso el agua «equilibran el sistema nervioso»; «vivimos en una sociedad que va con el acelerador siempre pisado». Los espacios naturales suavizan esas situaciones.
Miedo
«Hace años se hicieron estudios en parque renaturalizados en Alemania: había un poco más de accidentes leves de los que había en parques convencionales, pero los accidentes eran menos graves y los niños se ayudaban más: se fomentaba la autonomía, la resolución de problemas…». Según Freire, este tipo de espacios más naturales ofrecen a la infantia la posibilidad «de enfrentarse a la vida, que es lo piden». «La escuela es que les ofrece un condensado de la vida masticado elaborado y lo que piden es tener retos de verdad, ayudarse».
Son precisamente las posibilidades de que niñas y niños tengan accidentes en los espacis exteriores, en los parques o patios escolares lo que ha promivido en los últimos años una serie de normativas a la hora de diseñar y construir estos espacios que generan una gran cantidad de dificultades a la hora de renaturalizarlos.
La seguridad es una quimera, la vida siempre implica un riesgo. Además, la seguridad no se puede comprar, se desarrolla
¿Por qué asustan tanto a los adultos?
«Hay una especie de campaña de miedo en torno a la infancia que va pareja a la reducción de la maternidad y quizá tenemos más miedos, que son estimulados por una industria de la seguridad», afirma Freire, quien comenta, por ejemplo, el uso que algunas familias hacen de dispositivos GPS con los que conocer en cada momento dónde están sus hijas e hijos, cual capítulo de Black Mirror.
«La seguridad es una quimera, la vida siempre implica un riesgo. Además, la seguridad no se puede comprar, se desarrolla. La capacidad de cuidarte, la trabajas. Si la depositas en un dispositivo exterior, inhibes tus capacidades». Además, opina, toxifica las relaciones entre padres e hijos, al reducir a los progenitores a un papel de controladores. «Niñas y niños no necesitan un adulto para controlarlos».
¿Un patio renaturalizado es peligroso?
«Los miedos de los docentes están en el hecho de que no se les han enseñado a trabajar al aire libre. Les cuesta el cambio». Enseñar en el exterior «hay que prepararlo, ponerse (como docente) retos que motiven. Si el reto es demasiado grande, hay un efecto rebote».
Cambio cultural
Desde el principio de este texto se han apuntado diferentes razones para la renaturalización de los espacios. Razones que tiene que ver con la salud, con la mejora de la educación, con la autonomía y el bienestar. Pero Heike señala otra más que está en el centro de la actividad humana. «Allí donde se construye una escuela -como cualquier otro edificio- se ha destruido un ecosistema».
«La renaturalización tiene un profundo sentido cultural», asegura Freire quien cree, además, que la escuela ha de ser líder. «Es para lo que nació la escuela en su momento».
Tiene un nuevo ejemplo. Un centro en cuya renaturalización participó. Una escuela de nueva construcción cuya constructora «entregó» con una zona de tierra. Tierra de la que habían eliminado cualquier manto de humus, quemada por el sol. La comunidad estaba en el proceso de pensar qué hacer con el patio. «Les invitamos a hacer algo con la tierra y han empezado un proceso de regeneración». Supone un proceso de cambio cultural y de valores. «Este es el espíritu con el que hay que llevar estos procesos de renaturalización en lo posible», asegura.
El objetivo de la renaturalización de los espacios es conseguir «un cambio de la cultura antropocéntrica a una biocéntrica, en la que los seres vivos no solo sean recursos para el humano, sino que este pueda aprender y convivir compartiendo espacio con otras especies».