Sinopsis
Un libro divertido e inteligente en el que el autor aborda las grandes preguntas de la filosofía, en diálogo permanente con sus dos hijos menores, Rex y Hank.
Los dos pequeños están acostumbrados a que su padre los haga razonar y contestan con profundas convicciones a aquellos problemas que se le plantean; desde su punto de vista infantil llegan a verdades muy complejas que incluso a los adultos nos producen dudas y reflexiones.
El profesor de filosofía, Scott Hershovitz, lleva al lector en un viaje a través de la filosofía clásica y contemporánea mediante cuestiones tan importantes como «¿Tiene Hank derecho a beber Fanta?», «¿En qué situaciones está permitido decir palabrotas?» o «¿Existe el número seis?».
En este libro ágil y entretenido sobre el arte de pensar, Hershovitz acomete grandes preguntas sobre derechos, venganza, castigos y autoridad; sexo, género y raza; la naturaleza de la verdad y del conocimiento; o la existencia de Dios. Una invitación a que cultivemos esa capacidad innata e infantil que tenemos todos de maravillarnos por el mundo que habitamos y, con ello, convertirnos en pensadores más agudos.
Scott Hershovitz es profesor de derecho y profesor de filosofía en la Universidad de Michigan. Dirige el Programa de Derecho y Ética de la Universidad. Y coedita Teoría del Derecho. Escribe sobre derecho y filosofía.
Vive en Ann Arbor con su esposa, Julie; sus hijos, Rex y Hank; y su perro, Bailey. Le encanta el béisbol, la barbacoa y los tacos. (Así lo cuenta en su biografía)
Reseña
El autor nos demuestra con soltura cómo se puede dialogar y filosofar con los niños y las niñas desde edades muy tempranas. Estos diálogos nos dan pistas para llevar a nuestros niños y nuestras niñas hacia la reflexión, para que vean el mundo desde un punto de vista crítico que les ayude en su vida adulta a pensar sobre el camino más certero que debe llevar la sociedad en la que viven.
Diálogo que el autor se imagina si hablara con un desconocido:
– ¿A qué os dedicáis exactamente los filósofos?
– Bueno, a ver… Más que nada a pensar.
– ¿En qué pensáis?
– La verdad es que en toda clase de cosas. En la justicia, la ecuanimidad, la igualdad, la religión, las leyes, el lenguaje…
– Yo también pienso en esas cosas. ¿Soy un filósofo?
– Tal vez. ¿Piensas en ellas con detenimiento?
– …
Manifiesta el autor que la tesis de este libro es que todo el mundo puede filosofar y todos los niños y las niñas lo hacen. Si un parvulito es capaz de filosofar sin leer a Locke, nosotros también. Los niños y las niñas conciben y ponen a prueba continuamente teorías sobre las creencias, intenciones y motivaciones de quienes los rodean.
Hershovitz afirma que durante años la gente le decía que sus hijos no eran normales, que filosofaban precisamente porque tenían un padre filósofo y él no estaba de acuerdo. A menudo sus razonamientos surgían de la nada; no desenterraban ideas de conversaciones anteriores. Una noche, durante la cena, Rex, con cuatro años, se preguntó en voz alta si su vida entera había sido un sueño.
“A mi juicio, si había alguna diferencia entre mis hijos y otros chiquillos era que, cuando mis hijos hacían filosofía, yo me daba cuenta… y los animaba a seguir”.
Los niños y las niñas hacen preguntas con naturalidad esperando respuestas convincentes. Si no es así, seguirán preguntando hasta que encuentren una respuesta adecuada a sus preguntas: no temen quedar como “tontos” ante los demás por su insistencia. Y esa es la filosofía, el arte de pensar. Un problema filosófico nos mueve a pensar en el mundo y en nosotros mismos con el objeto de comprender mejor.
Sin embargo, hacia los diez años esas preguntas disminuyen, ya están metidos en la sociedad menos reflexiva que da las cosas por supuestas y no las pone en cuestionamiento, se acepta una realidad y se siguen las pautas tradicionales.
Este libro está inspirado en los niños pero va dirigido a que lo lean los adultos. El objetivo del autor es que el lector intente seguir el ejemplo de los niños, infundir seguridad para poder hablar con ellos, ayudándoles a descubrir las cuestiones filosóficas que se plantean en la vida cotidiana y ser capaces de profundizar con el diálogo.
En el libro se relatan anécdotas protagonizadas por sus hijos que hacen que esta obra resulte reflexiva y entrañable. Nos ayuda a hablar con los niños y nos muestra que esos diálogos llevan a la reflexión tanto a aquellos como a las familias.
“En algunas ocasiones, dice el autor, seguiremos los razonamientos de los chicos; en otras, razonamos sobre ellos. Y otras veces divagaremos por nuestra cuenta para hacer reflexiones adultas sobre las cuestiones que suscitan. Pero nunca nos alejaremos demasiado de ellos, pues tienen mucho que decir”.
El libro se divide en tres partes:
Primera. “El sentido de la moral” (derechos, injusticias, venganza, castigo, autoridad, órdenes, lenguaje malsonante…)
Segunda. “El sentido de la identidad” (sexo, género, raza, moral, esclavitud, segregación…).
Tercera parte. “El sentido del mundo” (conocimiento, escepticismo, la verdad, el ratoncito Pérez, la conciencia, el infinito, la existencia de Dios…).
Las familias nos empeñamos en que los niños estudien idiomas, hagan deportes, arte, música, cocina, danza… pero desatendemos sus actividades de pensadores. De esto trata este libro de fomentar el diálogo y enseñar a pensar desde edades muy tempranas, crear un ambiente en las familias y en las escuelas en los que los niños puedan desarrollar su mente y llegar a tener un pensamiento crítico. Esto se puede conseguir si atendemos a sus preguntas y los hacemos reflexionar haciéndoles más preguntas que los lleven a unas conclusiones que partan de sus propios pensamientos.
Libro recomendable para docentes y familias que vayan buscando la educación integral de las personas.
Sobre este mismo tema ya reseñamos aquí en el Portal de Ined21 El niño filósofo de Jordi Nomen. En el siguiente vídeo podemos ver y escuchar a Jordi Nomen explicando por qué debemos filosofar con los niños y las niñas y esboza las claves sobre cómo enseñar a los niños a pensar por sí mismos.