Andrea Navarro tiene 31 años y es ingeniera matemática especializada en inteligencia artificial en Valencia. Hace poco ha publicado Elsa y el club de los números en Plataforma editorial, una novela juvenil que nos habla del descubrimiento maravilloso de las matemáticas que hace su protagonista y así también el lector. Su autora que se declara curiosa e inquieta también es amante de las matemáticas, y de esta vocación ha surgido su profesión. Actualmente trabaja como científica de datos en el sector bancario.
¿Cómo se te ocurrió escribir Elsa y el club de los números?
Se me ocurrió casi sin querer. No entraba en mis planes escribir, hasta que descubrí el concurso de Hortensia Roig que buscaba generar referentes femeninos en áreas STEM, y entonces me pareció una iniciativa muy valiosa y me lancé. La historia se fue creando sola, combinando ficción con algunas piezas de mi relación con las matemáticas.
¿Qué características compartes con Elsa, la protagonista del libro?
Elsa y yo compartimos la curiosidad y la tenacidad cuando algo se nos mete entre ceja y ceja. También ambas hemos tenido la suerte de rodearnos de un entorno propicio que nos ha permitido explotar nuestra vocación y seguir aprendiendo.
Va dirigido a jóvenes lectores entre 8 y 12 años. ¿Crees que en esta edad a los chicos y chicas les cuesta encontrar su sitio como a la misma Elsa?
Diría que desde los 12 o más en la adolescencia es cuando surge esta necesidad natural de querer diferenciarse y descubrir la propia esencia, pero al mismo tiempo, querer pertenecer a un grupo e identificarse con él. Lo que le ocurre a Elsa no es algo especial, sino que es algo por lo que, biológicamente, todos deberíamos pasar. Ella tiene la suerte de poder encontrar ambas en las matemáticas y en Ludus.
En realidad, narras el viaje iniciático de Elsa. ¿Tu también viviste una experiencia así? ¿Formaste parte de un club secreto como el Ludus que sale en el libro?
Bueno, el mío no era secreto, pero desde luego era minoritario. En mi colegio teníamos unas clases de matemáticas avanzadas durante los recreos, que nos preparaban para las olimpiadas de mates y a veces también hacíamos pruebas en el exterior. Molaba muchísimo, aunque como podrás imaginar no eran demasiado populares.
¿Has tenido algún feedback de si has inspirado en especial a niñas para que desarrollen su vocación y habilidades científicas?
Me han llegado algunos mensajes de niñas súper fan de las mates, que se sienten identificadas con Elsa, o que se están leyendo el libro “despacito para no perderse nada”. Solo por esto para mi ya merece la pena.
Otra de las cosas que me ha hecho mucha ilusión y considero una victoria, es que conozcan referentes femeninos en los que reflejarse. Cuando voy a los coles suelo preguntar si conocen a alguna matemática famosa, y me responden: ¡Noether!, que es una de las personalidades históricas que reforzamos en la novela.
Con este libro ganaste el premio Hortensia Roig, precursor en fomentar las carreras STEM en las niñas. ¿Ahora estás escribiendo algún nuevo libro?
Por ahora todavía sigo centrada en promocionar el primero y tratar de que llegue a los peques.
¿Y a ti, qué te gusta leer?
Me podría tirar horas leyendo ciencia ficción y fantasía, y de hecho así ha sido muchos años. Ahora me estoy pasando más a la divulgación de temas variados, por curiosidad y por aprender de sectores diferentes a los que me suelo mover.
¿Recuerdas cómo te enamoraste de las matemáticas?
Creo que siempre he sido una apasionada de las matemáticas y resolución de problemas, pero sí recuerdo el día que decidí estudiar matemáticas. Fue leyendo un libro de cálculo integral que me regaló un profesor, en el que hacían una demostración tan chula que literalmente me parecía magia. Ahí fue cuando lo supe.
Terminaste estudiando incluso Ingeniería Matemática en la Universidad Complutense. ¿Cómo fue la experiencia? ¿Había otras chicas como tú?
Desde luego, en la facultad de matemáticas por suerte está bastante equiparado el número de alumnos y alumnas, pero es cierto que no es así en otras ingenierías. Mi experiencia en la carrera fue una emoción continua. Hubo momentos complicados y mucho estudio, porque no es una carrera sencilla, pero a la vez me encantaba estrujarme los sesos. Había profesores brillantes y me sentí rodeada con gente con las mismas inquietudes. Para mi fueron cuatro años maravillosos.
Actualmente trabajas como científica de datos y colaboras como mentora en programas de formación en inteligencia artificial. ¿Donde te gustaría trabajar en un futuro? ¿Cuál sería tu sueño?
Recuerdo cuando era estudiante que, sin conocerla, me fascinaba oír hablar de la Inteligencia Artificial. Iba a cualquier charla o evento que surgiese. Podría decir que ese fue mi sueño. Ahora me encanta trabajar usando las mates, estadística o IA para resolver problemas reales, y sentir que toda esa teoría es realmente útil y tangible.
¿Cómo te imaginas el futuro? ¿Habremos avanzado en temas de igualdad de género y de oportunidades?
En mis años de científica de datos o programadora me han hecho entrevistas sobre el papel de la mujer en la ciencia y he leído muchas otras a investigadoras, directivas o profesionales en sectores minoritariamente femeninos. Entiendo que ahora es una fase necesaria para dar visibilidad, pero si me preguntas como me imagino el futuro: sueño con el día que dejen de ser necesarias porque la igualdad de oportunidad en la ciencia y puestos de responsabilidad estará tan normalizada que ya no será noticia.