Que la situación socioeconómica de las familias tiene un impacto en los resultados académicos del alumnado es algo que no se suele discutir, más allá de la consabida «cultura del esfuerzo» que se nombra esperando que todas las personas puedan superar las adversidades vitales que les acontecen.
En cualquier caso, desde hace muchos años ya, la situación de pobreza y exclusión en la que vive nuestra infancia es alarmante. Se ha mantenido casi invariable entre el 27 y el 28 % de la población menor de 18 años. Una situación que tiene a dos millones de NNA en situación de pobreza. Y la escuela, aunque ha podido mejorar ciertos escenarios, no obra milagros.
Como puede verse en el gráfico superior, el abandono escolar temprano (AET), en rojo, no ha dejado de disminuir constantemente desde hace más de 15 años hasta alcanzar los objetivos marcados por la UE para España del 15 %. Paralelamente, la tasa de NNA en situación de pobreza, a pesar de ciertas fluctuaciones, se ha mantenido bastante constante, por encima del 26 % desde 2008 hasta el 27,8 % actual, pasando por el pico del 30,5 % en 2014.
Daniel Turienzo, maestro y doctor en Educación, señala algunos elementos que, más allá de la situación de pobreza en la que vive la infancia, están impactando positivamente en las tasas de AET. El primero de ellos sería que se están dando mejores respuestas al alumnado en los centros educativos; el segundo, el impacto positivo de la mejora de la oferta de ciclos formativos de FP de los últimos 15 años y, tercero, la mejora del nivel educativo de las familias.
Lucas Gortázar, economista especialista en educación, coincide en el análisis de Turienzo. «El sistema se está volviendo más inclusivo, los alumnos repiten menos y el sistema les expulsa menos». Señala aquí algunas políticas educativas que han podido ayuda, como la de becas o la inversión en educación inclusiva. Turienzo habla también de los programas como PROA.
Otra de las razones de Gortázar es que «ha habido un cambio cultural respecto a la educación de las familias», sustentado en las crisis económicas previas, que hace que «la gente quiera estudiar». Y, finalmente, el economista habla también del impacto del aumento de la formación profesional, aunque no solo.
Si atendemos a las cifras, vemos que el nivel de estudios de la madre es una variable importante. Cuando mayor es, menor es el índice de AET de la juventud.
La bajada del abandono es constante, en términos generales, para todos los niveles educativos alcanzados por las madres, pero las diferencias son abismales. Mientras los NNA de madres que tienen estudios superiores tienen un AET del 3 %, el de cuyas madres solo ha alcanza la primaria es diez veces superior, un 36,3 %.
En el siguiente gráfico puede verse cómo ha ido variando el nivel formativo de la población en general desde 2003 hasta 2022 y cuál ha sido la evolución del AET en este mismo periodo. Sin querer hacer una relación causal, sí se ve cómo la línea del abandono baja y se aleja casi en la misma medida que la de los estudios superiores se mueve en dirección opuesta.
Como puede verse en el gráfico, además de esos descensos y subidas más o menos pronunciados en los niveles de educación de la población en general, destaca por su regularidad la tasa de persona que se quedan en la segunda etapa de la secundaria, es decir, en el bachillerato o en los ciclos de grado medio. La población que alcanza este nivel (y no pasa de él) se mantiene prácticamente fija, dando otra perspectiva del problema de las cualificaciones medias, tan escasas en España en comparación con otros países europeos y en donde está uno de los retos de los próximos años.
Seguramente, uno de las razones más importantes para que el AET haya descendido tan sustancialmente y a un ritmo tan constante en los últimos 15 años tenga que ver con las evaluaciones del alumnado. Aquí coinciden tanto los dos expertos como Mercedes López, que es profesora en un instituto público de la Comunidad de Madrid. Para ella, en los últimos años el alumnado pasa de curso y de etapa con mayor facilidad que antes.
En cifras, podríamos verlo desde dos variantes diferentes, la tasa de NNA que han repetido curso en las diferentes etapas o la tasa de idoneidad a los 15 años, es decir, el porcentaje de chicas y chicos que con esa edad están escolarizados en el curso que les corresponde. Vemos en el gráfico cómo las líneas de tasa de idoneidad y AET se han movido, prácticamente, al mismo ritmo pero, eso sí, en direcciones completamente diferentes.
Dos crisis desde 2008, la financiera que supuso tan importantes recortes para el sistema educativo público y tantos problemas en las familias, y la provocada por la Covid-19, han hecho mucha mella en la economía, principalmente en el empleo.
Tanto Gortázar como Turienzo señalan las crisis económicas como un momento en el que la escuela se vuelve «refugio» y la bajada del abandono temprano comienza su senda continua. En el siguiente puede verse en relación a los índices de paro de la población joven entre los 16 y los 29 años. Bien es cierto que en el caso de estos índices han tenido movimientos significativamente más abruptos que el descenso del abandono.
Un refugio, el del sistema educativo que, como señalan los expertos, se ha visto beneficiado por el incremento de las plazas en la formación profesional. A pesar de que el sistema todavía necesita un fuerte aumento de su oferta pública en prácticamente todos los territorios, está claro que ha habido una apuesta más o menos importante por aumentar el número de plazas. Las de grado superior se han prácticamente duplicado, mientras que en los grados medios todavía queda por hacer.
En definitiva, los datos parecen claros. El descenso de la repetición y la mejora de la tasa de idoneidad; la educación como refugio durante periodos de crisis y paro, tanto desde 2008 y la caída del boom de la construcción, como con la Covid-19 y una mejora del nivel educativo general de la población (particularmente de las madres), parecen estar empujando a la mejora de los datos de abandono educativo temprano, mientras que la situación de pobreza y exclusión no ha variado entre niñas, niños y adolescentes.