Hacia una ciudadanía digital
La Asamblea General de las Naciones Unidas decidió, en su resolución A/RES/69/145, designar el 15 de julio como el Día Mundial de las Habilidades de la Juventud con el objetivo de concienciar sobre la importancia de invertir en el desarrollo de las habilidades de la juventud.
El desarrollo de competencias resulta ser un factor clave debido a la importancia que estas tienen en relación con la educación o el empleo, pero también para la vida cotidiana y la participación activa y plena en la sociedad. Por lo tanto, desarrollar políticas y prácticas que mejoren las competencias resulta esencial para el conjunto de la ciudadanía y, por supuesto, también en el caso de los jóvenes.
Como expone Selwyn, «el acceso a la tecnología es inútil sin las habilidades, el conocimiento y el apoyo para utilizarla de forma eficaz» (Selwyn, 2004:348).
La transición hacia una sociedad digital constituye uno de los principales desafíos del siglo XXI debido a sus profundas implicaciones sociales, económicas, políticas y culturales. Nos encontramos en medio de un proceso de digitalización de las ciudades, las administraciones, las empresas, las instituciones y los hogares.
En este contexto, las competencias digitales adquieren una relevancia central, ya que constituyen una parte esencial de la construcción de la ciudadanía digital. Choi define la ciudadanía digital como «el conjunto de habilidades, pensamientos y acciones relacionados con el uso de Internet, que permiten a las personas comprender, navegar, relacionarse y transformarse a sí mismas, a la comunidad, a la sociedad y al mundo» (Choi, 2016:20).
En cuanto a la construcción de la ciudadanía digital de la juventud, subyacen, en líneas generales, dos tendencias, de cierta manera contrapuestas, pero con impactos similares en cuanto a la consideración que implican sobre las competencias digitales de los jóvenes.
Por un lado, se observa una tendencia a entender la construcción de la ciudadanía digital desde un punto de vista fundamentalmente adultocéntrico, que se basa en una no concepción de la juventud como sujeto activo. Desde este punto de vista, el desarrollo de competencias digitales suele tener un objetivo más bien instrumental.
Por otro lado, también se observa una tendencia a entender la construcción de la ciudadanía digital de la juventud desde la concepción de la población joven como nativos digitales. Bajo esta premisa se diluye la importancia de las competencias digitales y se ignoran las profundas desigualdades existentes entre los diferentes colectivos de personas jóvenes, entendiendo la juventud como una masa homogénea, que se desarrolla de forma autónoma en la sociedad digital y que participa de forma igualitaria en esta.
Sin embargo, si entendemos la construcción de la ciudadanía digital como un proceso complejo y otorgamos a las competencias digitales el valor que requieren, observamos que las competencias digitales de la juventud ni son nativas, ni son ajenas a las desigualdades.
Las desigualdades sociodigitales, también entre jóvenes
Los datos de la Encuesta Brecha Digital en España 2022, la primera encuesta estatal enfocada exclusivamente en el análisis de la brecha y la capacitación digital, desarrollada por la Fundación Ferrer i Guàrdia, han permitido visibilizar dos cuestiones clave en este sentido.
Por un lado, los datos han mostrado la elevada incidencia que tienen algunas de las variables sociodemográficas que inciden en la prevalencia de las desigualdades sociales, también en el desarrollo y prevalencia de las desigualdades en el entorno digital. Esto, a su vez, muestra la elevada interseccionalidad de las desigualdades sociodigitales, así como la necesidad de prestar la debida atención a las cuestiones estructurales y sistémicas que subyacen en el desarrollo y mantenimiento de estas.
En este sentido, los datos han permitido observar que la edad, nivel de estudios y situación socioeconómica constituyen algunas de las variables clave que, junto con el género, condicionan la inclusión digital de las personas. Así pues, si bien es cierto que la edad constituye una variable clave y que, en general, las personas jóvenes muestran niveles de acceso, uso, competencias digitales y aprovechamiento digital mayores en comparación con las personas de mayor edad, no podemos caer en el error de pensar que las personas jóvenes, por el hecho de ser jóvenes, no sufren desigualdades sociodigitales, ni de pensar que se trata de un colectivo homogéneo.
Los análisis realizados nos han permitido constatar que en condiciones socioeconómicas similares y, más aún, bajo niveles de estudios similares, las diferencias por edades se diluyen o se matizan.
En cuanto al desarrollo de competencias digitales, se ha podido observar que, si bien se observa una tendencia que indica que a menor edad mayor nivel competencial, existe una elevada incidencia de las variables siguientes:
- Nivel de estudios: conforme aumenta el nivel de estudios alcanzado, también aumenta el nivel competencial.
- Actividad principal: tanto las personas que están estudiando como las que se encuentran en activo a nivel laboral tienden hacia un mayor aprovechamiento y desarrollo competencial.
- Nivel de ingresos: a mayor nivel de ingresos, especialmente a partir de los 1.800 €/mensuales, mayor aprovechamiento y desarrollo competencial.
Además, los análisis realizados han permitido constatar que el nivel de competencias digitales no solo es desigual entre diferentes colectivos o perfiles de personas jóvenes, sino que también se observan diferencias en función de las áreas competenciales que se analizan.
Como se puede observar en la tabla comparativa, las áreas competenciales relativas al acceso a la información y uso de dispositivos digitales, así como la comunicación y la colaboración, constituyen los ámbitos competenciales más extendidos entre las personas jóvenes. En cambio, la creación de contenidos digitales, las cuestiones relativas a la seguridad y el bienestar y a la resolución de problemas son, en general, las áreas competenciales en las que se observan mayores niveles de desigualdad.
En esta misma línea, se observa que las desigualdades en clave de género también se hacen más notables en estas áreas. Sin embargo, como justificaremos a continuación, el análisis a partir de las variables edad y sexo no es suficiente para analizar estas desigualdades, sino que se ha hecho necesario incluir en la ecuación un mayor número y diversidad de variables explicativas.
Las actitudes hacia las TD son clave y existe una brecha de género
Por otro lado, los datos también muestran desigualdades sociodigitales entre las personas jóvenes en cuestiones como los niveles de autoconfianza digital; autopercepción de las capacidades y habilidades digitales; o las percepciones respecto a la inclusión o exclusión digital. En este sentido, se ha podido constatar que la perspectiva de género resulta clave para analizar los resultados respecto a las actitudes sobre las tecnologías digitales.
Uno de los aspectos especialmente interesantes de la encuesta es que mide las percepciones de las personas en cuanto a su relación con las TD. Esto resulta interesante porque, tal como ha mostrado la literatura desarrollada en torno a estas cuestiones, lo que motiva cualquier uso avanzado de las TD son las actitudes hacia ellas. Es decir, sabemos que, aunque un individuo posea las condiciones de accesibilidad y las habilidades necesarias, si no existe la actitud (interés, motivación, etc.) es menos probable que decida realizar ese uso complejo.
Así pues, en el análisis de los datos de la Encuesta se enfatiza la relevancia de las actitudes en relación con las competencias digitales, principalmente en lo que respecta a la autopercepción y la autoconfianza digital.
En este sentido, se han observado diferencias en la autopercepción de competencias en función del sexo que podrían explicarse, al menos entre hombres y mujeres de edades y nivel de estudios similares, por los impactos que tiene sobre la autoconfianza de las mujeres, la socialización en sociedades patriarcales.
Un ejemplo de la distancia entre las autopercepciones genéricas sobre el nivel de competencias digitales y la realidad en las capacidades concretas se da entre las personas más jóvenes. Es decir, se ha podido observar que las personas más jóvenes tienden a sobreestimar su nivel de competencias digitales.
Según los datos de la encuesta, las personas jóvenes entre 16 y 29 años mostraban la autopercepción de competencias más elevada del conjunto de la muestra, con una media de 7,3 en una escala de 0 a 10. Sin embargo, observamos que, al analizar el nivel competencial de forma exhaustiva para las diferentes categorías, las diferencias con los grupos de edad menores de 65 años se reducen, especialmente en aquellas competencias digitales más complejas.
Además, si tenemos en cuenta otras variables como el nivel de estudios, estos resultados también se matizan considerablemente.
Las variables sociodemográficas, por tanto, son relevantes en la explicación de la autopercepción de competencias, pero se ven matizadas por el poder explicativo de las variables relativas a las competencias digitales, así como otras variables actitudinales.
Se ha podido observar la relevancia de las variables sociodemográficas, especialmente la edad (a mayor edad se observa una percepción de las propias competencias digitales más baja), el nivel de estudios (a mayor nivel de estudios mayor percepción de capacidad). Además, observamos que el nivel de estudios modula la fuerza explicativa de la variable edad, de manera que la combinación de personas jóvenes con estudios primarios reduciría el nivel de competencias, mientras que aumentaría en las personas de más de 65 años con estudios superiores.
A partir de los análisis basados en un modelo de inteligencia artificial con el algoritmo «Random Forest» podemos observar cómo la introducción de otras variables reduce el efecto de las variables sociodemográficas. Es especialmente relevante en el caso de la variable sexo. No obstante, la edad se mantiene como una variable muy relevante. Así, observamos que el dominio de las diferentes competencias digitales incrementa la autopercepción, aunque lo hacen con especial intensidad las competencias más complejas como, por ejemplo, la creación de contenidos digitales, los usos ofimáticos o relacionados con la resolución de problemas. Asimismo, la frecuencia con la que se utilizan los dispositivos digitales también incrementa o reduce la autopercepción de las competencias digitales.
Finalmente, se observa que las variables actitudinales resultan clave. En este sentido, se observa que la autoconfianza digital, es decir, la percepción de capacidad para enfrentar los retos tecnológicos que puedan presentarse también contribuiría a explicar la autopercepción de las competencias. Lo mismo sucede con la percepción de exclusión digital (a mayor percepción de exclusión menor nivel de autopercepción de competencias digitales) o el hecho de necesitar ayuda de otras personas para desenvolverse en el entorno digital (los que dependen del apoyo de terceros muestran menos autoconfianza digital y también menor percepción de competencias digitales).
La autoconfianza digital está estrechamente relacionada con la autopercepción de las competencias digitales. En este sentido, podemos observar que la media de autopercepción de competencias digitales aumenta conforme aumenta la autoconfianza digital. Se observan diferencias destacables en función de las variables sociodemográficas, sobre todo en lo que respecta a la edad, pero de nuevo, también es necesario tener en cuenta otras variables como el nivel de competencias digitales. En este sentido, se ha podido observar que las personas que muestran más confianza para poder enfrentar los retos digitales también son capaces de adquirir conocimientos de manera autónoma, siendo esta su principal estrategia para enfrentar los posibles nuevos retos tecnológicos. Por el contrario, las personas con menor autoconfianza digital dependen en mayor medida del apoyo de otras personas para desarrollarse con las Tecnologías Digitales, lo que también las hace más propensas a sentirse excluidas digitalmente.
Así pues, se constata la complejidad del fenómeno de la brecha digital también entre las personas jóvenes, y la importancia del desarrollo competencial y del abordaje de las desigualdades que se producen en este sentido. Si bien es cierto que se observa una tendencia al cierre de la brecha digital de género en el desarrollo de competencias cuando se producen situaciones de equidad en el nivel de estudios, situación socioeconómica, capital cultural y social, nos encontramos, quizás, más bien en un proceso de transformación de las características de esta brecha digital de género que provoca que esta no haya desaparecido sino, más bien, transformado. Nos encontramos, pues, ante la existencia de una brecha digital de género que, más allá de las cuestiones de acceso, afecta al desarrollo competencial y al aprovechamiento o uso de calidad de las tecnologías digitales. En especial destacan las desigualdades condicionadas por el género en relación a las actitudes hacia las tecnologías.
En esta misma línea, otros estudios también han mostrado la permanencia de las brechas digitales de género. Tal como apunta la OCDE, la reducción de la brecha digital de género no es únicamente una cuestión que permita asegurar la igualdad de género y, por tanto, se relaciona con los derechos humanos fundamentales, sino que resulta clave para una economía moderna y próspera que proporcione un crecimiento inclusivo y sostenible.
Las implicaciones a futuro de estas desigualdades digitales de género resultan evidentes. Tal como expone la Comisión Europea, actualmente hay alrededor de 9 millones de especialistas en TIC en toda la Unión Europea y menos de una quinta parte de ellos son mujeres. El objetivo de la UE para la transformación digital requiere disponer de 20 millones de especialistas en TIC para el 2030, con un equilibrio más equitativo entre hombres y mujeres. Sin embargo, el camino por recorrer, como podemos ver, aún es largo. Aunque el 54% de todos los estudiantes de educación superior en la UE son mujeres, solo representan alrededor del 25% de todos los estudiantes TIC. En 2021, el número de mujeres graduadas en TIC que trabajaban en el sector fue aún menor, con solo el 19%. Si bien es cierto que se ha producido un ligero aumento en los últimos años (del 15% en 2015), es un crecimiento bastante lento.
El grueso de la literatura coincide en identificar algunas causas comunes a esta brecha digital de género en Europa. En este sentido, se señalan los sesgos de género inherentes en la educación digital; las normas socioculturales y los estereotipos de género; y la falta de modelos femeninos de referencia (por falta de visibilidad, no de existencia). Diferentes estudios apuntan al impacto de los discursos arraigados y los estereotipos, lo que se manifiesta en importantes impactos sobre la autoconfianza y autoeficacia de las mujeres en relación con las tecnologías digitales. Los datos de 2018 de la OCDE muestran que incluso las niñas que recibieron el mismo tipo de educación digital que los niños califican sus propias habilidades por debajo de sus homólogos masculinos.
Más allá de las cuestiones relativas al impulso de las capacidades digitales y las vocaciones STEM, no existe un volumen equiparable de producción científica en torno a otras cuestiones que se derivan de esta brecha digital de género. Sin embargo, las experiencias de las mujeres y la relación con las Tecnologías digitales difieren más allá de estas cuestiones. La brecha digital de género conlleva un amplio abanico de impactos que van desde el desarrollo competencial, las cuestiones autoconfianza y autopercepción digital, que se han comentado, hasta las violencias en la red; los consumos culturales digitales y los sesgos de género; las posibilidades de participación en línea y de incidencia sociopolítica; etc.