Seguramente si saliéramos a la calle hoy, una mañana de julio de 2024, y preguntáramos por azar sobre la Educación para la Ciudadanía Global, a un chaval joven que va rumbo a encontrarse con sus amigos, a la mujer que vende pescado en el mercado central o a una ciclista que hace un descanso bajo la sombra de un parque, las respuestas serían vagas, serían imprecisas, serían inciertas. Lo mismo ocurriría si les preguntáramos por qué creen que ayer tarde tres hombres mataron a sus parejas o exparejas, por qué cada vez más personas migran arriesgando sus vidas a través de terribles rutas e infranqueables fronteras, o por qué la deforestación se está comiendo los bosques y el aire que respiramos, y si creen que su forma de comprar contribuye a ello.
Sus respuestas serían vagas, serían imprecisas, serían inciertas. Quizá alguna persona se mostraría indiferente, esto no tiene nada que ver conmigo, otra despistada, ¿Ciudadanía Global?, uf, pues no me suena, no lo he oído nunca, una tercera impotente, ¿qué mal está el mundo verdad?, incluso alguna nos respondería con objeciones y reacciones de rechazo directas, otra vez hablando de lo mismo, las mujeres también matan, esta gente nos quita el trabajo y nos roba, el cambio climático no existe, ¿no sabes que es todo un complot?
Si hay suerte encontraríamos a alguien que nos diría: La Educación para la Ciudadanía Global es una forma de salvar el mundo. Y sería, si la tomáramos en serio, la más eficaz.
Es bonita y acertada la definición que se elaboró en la Declaración de Dublín, nombrando a La Educación Global como una educación que permite a las personas reflexionar de forma crítica sobre el mundo y su lugar en él. Una educación que sirve para abrir los ojos, corazones y mentes a la realidad del mundo a nivel local y global, para promover que las personas entiendan, imaginen, tengan esperanza y actúen.
Y para ello, hemos de darles la oportunidad de hacerlo. Hemos de permitir a la gente, a la gente joven en particular, mediante la implementación de procesos educativos transformadores, reflexionar y conocer la realidad en la que viven y entender qué tiene que ver con la realidad que viven otras personas en otros lugares del mundo. Que descubran que todo está interconectado, que nuestra forma de vida incide directamente en la de las otras y los otros. Que entiendan que nuestras formas de consumir, de habitar los espacios, de relacionarnos, son aprendidas y construidas para el sostenimiento de nuestras sociedades capitalistas, racistas y patriarcales, y que, seguir estas normas sin cuestionarlas está generando y perpetuando grandes desigualdades. Que nos merecemos aprender a distinguir entre los derechos y los privilegios. Que es ahora más que nunca cuando hay que darle a la libertad el significado que tiene de dignidad y justicia.
El escenario idóneo para llevar a la práctica, contagiar y expandir esta Educación Transformadora para construir Ciudadanía Global es sin duda la escuela, la escuela y los espacios de educación no formal que existen en muchos de los barrios de nuestras ciudades.
Desde InteRed este curso 23-24 hemos implementado junto con OMC Radio el proyecto Por Un Madrid para la Agenda 2030, financiado por el Ayuntamiento de Madrid, en el que hemos trabajado con educadoras/es, jóvenes y alumnado de los distritos de Villaverde, Carabanchel y Villa de Vallecas, para seguir incidiendo en la promoción de la interdependencia y ecodependencia como ejes centrales desde los que poner el cuidado de la vida y de las personas en el centro del sistema económico y de la práctica educativa y barrial.
Una de nuestras apuestas ha sido la implementación con jóvenes de Procesos de Aprendizaje Servicio (ApS) en los que, después de una formación para analizar la realidad y generar conciencia crítica con una mirada de ciudadanía global, la gente joven ha diseñado y ejecutado de forma colectiva y participativa, acciones de sensibilización en las que los grupos de jóvenes han compartido con personas adultas mayores del Servicio de Soledad No
Deseada de Villaverde, del Centro Municipal de Día de Villa de Vallecas, y del Espacio de Igualdad de Carabanchel, además de salir a parques de sus barrios para medir la contaminación de sus ríos y del aire, en contacto con personas de la Universidad Politécnica de Madrid y su proyecto “Ecología a Pie de Barrio”.
El aprendizaje y empoderamiento que han supuesto estos procesos tanto para la gente joven, como para las personas adultas de estas asociaciones ha sido realmente significativo, apreciando su motivación y ganas de convertirse en agentes activos para la transformación de sus barrios.
Comprobamos una vez más cómo la práctica de lo colectivo y comunitario, enmarcada en procesos educativos de reflexión en los que se aprende a vincular la realidad local de los barrios con la realidad global del mundo es una práctica muy eficaz para la transformación social. El intercambio intergeneracional, además de acompañar a destruir estereotipos y prejuicios que unas generaciones puedan tener sobre otras, aporta un reconocimiento mutuo y de la memoria que agranda la esperanza en la posibilidad de cambio.
Es aquí, es ahora, desde las escuelas y desde los barrios, y en pequeñito, desde donde estamos salvando el mundo. Y por supuesto, queremos seguir haciéndolo.