Lo nuclear es que el centro de la programación deben ser las competencias, no los saberes básicos (los contenidos). Los saberes deben estar al servicio de las competencias, no ser un fin en sí mismos. Esto implica que el inicio de la programación debe partir de las competencias pero, ¿cuáles?, ¿las clave o las específicas? Una de las características de la LOMLOE es su estructura jerárquica. Una estructura que hace que las competencias específicas tengan embebidas las clave. De este modo, no hace falta usar las clave en nuestra programación anual, sino que con las específicas de nuestra área o materia es suficiente.
El primer reto que nos encontramos es que la programación anual de aula no puede ser un ejercicio descontextualizado, sino todo lo contrario. En primer lugar, debemos respondernos a cuestiones como: ¿cuáles son los retos sociales ante los que se encuentra y va a encontrar nuestro alumnado? ¿Y los ambientales? ¿Qué es lo que necesita aprender? ¿Con qué bagaje cuenta? ¿Qué centros de interés tiene? ¿Qué barreras existen que pueden dificultar su aprendizaje?
La siguiente dificultad que nos vamos a encontrar es que las competencias, aunque sean las específicas, son objetivos de aprendizaje gigantescos que no se pueden abarcar en una sola área o materia. Ni siquiera en un solo curso. Por ello, necesitamos un primer nivel de concreción. Esta concreción son los criterios de evaluación, que nos ayudan a aterrizar a qué se refiere cada una de las competencias específicas. Debemos trabajar todas las competencias que tenemos asignadas a nuestro curso y materia/área, y también todos los criterios de evaluación.
Pero esta concreción no es suficiente, necesitamos aterrizarlas más. Para esto nos sirven los saberes básicos, que marcan la información que vamos a poner en juego para conseguir las competencias. Insisto en que estos saberes básicos no son un fin en sí mismo, sino un medio para el desarrollo competencial. De este modo, si trabajamos una situación de aprendizaje que aborde el sistema digestivo, la finalidad no puede ser que nuestro alumnado se sepa de memoria los órganos que lo componen y sus funciones (poner el énfasis en los contenidos), sino que desarrolle las competencias que requieren de esa información.
Esto nos obliga a un doble ejercicio. Por un lado, casar los saberes básicos que propone la ley con las competencias específicas y los criterios de evaluación. Esto es algo que tenemos que hacer en nuestra programación y que no viene prefigurado en la normativa. Pero no solo tenemos que realizar esta asociación, sino que, como los saberes básicos están al servicio del desarrollo competencial y este desarrollo tiene que estar contextualizado a mi grupo-clase, los saberes básicos indicados en la legislación deben ser seleccionados (no hace falta usarlos todos), modificados (hay que adaptarlos) y completados (pueden ser necesarios saberes nuevos que no estén indicados de la norma).
Una vez relacionadas competencias específicas, criterios de evaluación y saberes básicos, debemos agrupar todo ello en los bloques que van a conformar nuestra programación. Estos bloques darán lugar a las situaciones de aprendizaje que se sucederán a lo largo del curso. Esta agrupación implicará que algunas competencias específicas solo se trabajarán en una situación de aprendizaje, mientras que otras lo harán en más de una (lo que no implica que todos sus criterios de evaluación se aborden en todas las situaciones de aprendizaje). Además, este armazón de situaciones de aprendizaje tendremos que temporalizarlo para ajustarlo al curso.
Podríamos pensar que esto es suficiente, pero en realidad no lo es. La LOMLOE tiene una clara vocación ecosocial. Persigue dotar al alumnado de las herramientas necesarias para hacer frente a los desafíos de nuestro tiempo. Más allá de este imperativo legal, no vamos a ser capaces de dar una educación de calidad sin atender a esta dimensión. Por ello, la programación necesita de una especial atención a la incorporación de la dimensión ecosocial.
Esto requiere incluir aprendizajes ecosociales que completen las competencias específicas, de criterios de evaluación que se trabajen junto a los recogidos en la LOMLOE y de saberes básicos que desarrollen esa mirada ecosocial. Para facilitar esa tarea, desde FUHEM hemos realizado una propuesta de competencia ecosocial de descarga gratuita con todos esos componentes curriculares.
Una vez realizado este recorrido, que ni siquiera es completo, pues no aborda la evaluación, el método o el desarrollo concreto de las situaciones de aprendizaje, queda patente la dificultad de una programación competencial con mirada ecosocial. Conscientes de todo ello y con la experiencia adquirida en la práctica del aula y en diversas formaciones y asesorías, FUHEM ha desarrollado una herramienta nueva. Con el nombre de PROECOS, ofrecemos una aplicación que está adaptada a los currículos de todas las comunidades autónomas y confiamos en que resuelva alguno de los retos que tienen los docentes al inicio de cada curso escolar.