El cambio climático y su impacto en el medioambiente es una realidad que muy poca gente sigue cuestionando. De hecho, según la encuesta realizada por el Centro Reina Sofía de FAD Juventud y Pfizer, tan solo el 0,9 % de las más de 1.200 personas de entre 15 y 29 años que contestaron a su encuesta, aseguran que el cambio climático no existe.
Una gran mayoría, el 47 % ha realizado cambios personales en su vida cotidiana en un intento por poner su grano de arena para frenar este impacto sobre el medioambiente. Acciones que pueden ir desde el reciclaje al consumo sostenible. Un tercio, además, ha cambiado algunos de sus hábitos de viajes y desplazamientos y uno de cada cuatro investiga sobre sostenibilidad y otros temas climáticos.
Frente a esta realidad, el 17 % de las y los jóvenes se paraliza o se siente impotente ante esta realidad en la que viven y uno de cada diez (el 12 %) dice no haber cambiado ningún aspecto de su vida.
Una gran cantidad de ellos, aseguran desde el Centro Reina Sofía, han llegado a tomar acciones como las anteriores o a involucrarse con organizaciones que luchan contra el cambio climático, porque han vivido en sus carnes, de una manera u otra, los efectos que se producen en el medioambiente.
Casi siete de cara 10 han sufrido las consecuencias de olas de calor, uno de cada tres, incendios o sequías excepcionales. El 25 % hablan de plagas de insectos y alrededor del 17 % nombran picos de contaminación, contaminación o escasez de agua potable o inundaciones.
El hecho de haber sufrido estas situaciones y haberlo hecho en mayor medida que otras personas es lo que marca, de alguna manera, la preocupación posterior por el medioambiente y el cambio climático, según el estudio.
Hábitos no integrados
Eso sí, aunque no nieguen la evidencia sobre el cambio climático, aunque estén preocupados o hayan sufrido de alguna manera los efectos relacionados con esta realidad, los datos parecen demostrar que la juventud no ha integrado en sus hábitos cotidianos algunas de las acciones que les mueven.
Eso sí, aparecen ciertas diferencias según el género a la hora de tener los hábitos más o menos integrados en la vida cotidiana. Mientras que el 30 % de los chicos separa la mayoría de los residuos para reciclar, ese porcentaje alcanza el 40 % entre ellas.
El nivel de estudios también parece tener una cierta influencia en algunos de estos hábitos. Estos niveles de estudios, más allá de la concienciación en relación a determinados temas, parece tener relación con el tipo de trabajo al que tienen acceso y cómo este influye en ciertas decisiones. Por ejemplo, cuando se pregunta por la reducción de viajes en avión o largos en coche, las personas con niveles universitarios los reducen en menor medida que las personas con estudios de secundaria postobligatoria o inferiores. Pasa parecido cuando se habla de reducir el consumo de agua y energía (calefacción, aire acondicionado…).
Diferencias por género y nivel educativo
Ellas, como era casi de esperar, muestran una mayor preocupación por los efectos del cambio climático y están más de acuerdo con la necesidad de que se tomen medidas individuales y colectivas para poder hacer frente a la situación. Son, al mismo tiempo, el colectivo que muestra menor acuerdo con las afirmaciones que minimizan los riesgos y la existencia de estos cambios en el medio ambiente.
Las jóvenes son más escépticas ante las posibilidades que la ciencia pueda ofrecer para evitar o minimizar el cambio climático y son más fatalistas en relación al colapso ecológico. A pesar de esto, se muestras más proclives hacia la necesidad de tomar medidas importantes para luchar contra él.
Los hombres le quitan importancia al impacto del cambio climático y confían más en la tecnología como medio para salvar la situación. También creen que no hay que hacer importantes cambios de vida individual o social porque la ciencia y las consecuencias reales en el medio ambiente no son tan graves como se dice.
El nivel educativo alcanzado también marca ciertas diferencias en cuanto a la percepción de los efectos del cambio climático y de las acciones que pueden o deben tomarse para minimizarlos.
Cuanto mayor es el nivel de estudios alcanzado, mayor preocupación se muestra por la situación del medioambiente. De hecho, ha 12.5 puntos porcentuales de diferencia entre quienes alcanzaron la universidad y quienes tienen tan solo estudios obligatorios.
Esto se complementa, aseguran las y los autores del informe, con el hecho de que «las personas con mayor nivel de estudios están más informadas, sensibilizadas y son más activas con los temas medioambientales».