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La exitosa trayectoria de Dagoll Dagom a lo largo de sus cincuenta años se resume en cifras: 34 espectáculos (23 de los cuales son musicales), 5 series de televisión, 8.353 funciones con casi 5 millones de espectadores, y 662 funciones escolares con más de quinientos mil espectadores. Pero en la historia de esta reconocida compañía de teatro también hay anécdotas, personas que han formado parte (actores y actrices, músicos, coreógrafos, equipos técnicos, de vestuario y de escenografía), aciertos y fracasos, premios y reconocimientos, y muchas reflexiones. Ppara hacer un repaso de todos estos años, analizar la importancia de la cultura en la sociedad y poner el foco en los públicos del futuro, entrevistamos a Anna Rosa Cisquella, socia y fundadora de la compañía junto a Joan Lluís Bozzo y Miquel Periel.
¿Cómo os conocisteis Joan Lluís Bozzo, Miquel Periel y tú? ¿Los tres comenzasteis como actores en la compañía? ¿Cuándo pasasteis a ser socios fundadores?
Bozzo y yo nos conocimos haciendo teatro en los Lluïsos de Gràcia. Luego, en 1973, cuando estábamos en la universidad estudiando Filosofía y Letras, formamos un grupo de teatro que se estrenó con el espectáculo Les Troianes. Hacíamos de troianas Rosa Novell, Isona Passola y yo misma. Miquel Periel también se unió. Ahí nos conocimos los tres y hubo mucha buena sintonía desde el principio.
Entonces, Joan Lluís se fue a hacer la mili, y yo pasé a formar parte de los Joglars. Seguimos manteniendo el contacto, y de hecho, nos llegamos a casar. En 1977 nos volvimos a encontrar los tres en el espectáculo No Hablar en Clase. Nos cogieron para hacer funciones en Madrid, ya que en esa época no todos los actores podían compaginar trabajo con teatro.
A partir de ahí decidimos continuar como compañía. Nos empezamos a organizar primero como cooperativa y luego como sociedad anónima, compramos una furgoneta, etc. Y llegó la primera obra de teatro, Antaviana. Era un espectáculo arriesgado porque era la adaptación teatral de unos cuentos de Pere Calders, y además, quisimos que participara Sisa. Fue tan bien que decidimos seguir pensando en nuevos espectáculos.
Cincuenta años de historia como compañía de teatro, ¿podríamos decir que sois los padres de los musicales en catalán?
Bueno, en parte sí. Aquí en Cataluña había mucha tradición de zarzuela, y estas eran en castellano. Había tradición de musicales antiguos y a la gente le gustaban. Nosotros empezamos una línea que aquí aún no existía.
No sé si somos padres, tíos o padrinos de los musicales en catalán, pero es cierto que hemos hecho que a través de nuestros espectáculos mucha gente se enamore de los musicales. Sí que pienso que ayudamos a que se creara una opinión diferente sobre los musicales a la que había hasta entonces.
Contribuimos a que realmente el género de los musicales empezara a ser respetado. Y de hecho, gracias a nosotros mucha gente empezó a dedicarse a este tipo de teatro.
¿Pero también habéis girado por el resto de España? ¿Cómo era actuar fuera de casa?
¡Uy! Hemos girado mucho, sobre todo al principio. Si sumamos los meses que recorríamos, estuvimos hasta siete años de gira. Ha habido muchas épocas en este sentido. Al principio éramos muy bien recibidos al actuar fuera de casa, ya que en esa época en el resto de España no había muchas novedades en el género teatral. Estábamos a años luz de muchas comunidades que aún tenían propuestas muy amateur.
De hecho, la Asociación de Compañías de Teatro Profesional de Cataluña, Ciatre, contribuyó realmente para que compañías como los Joglars, Comediants, La Cubana, Dagoll Dagom, entre otras, pudiéramos salir de gira con grandes espectáculos. Fuimos compañías conocidas y reconocidas.
Pero sí que es cierto que a partir del año 2000, con todo el tema del Estatuto de Autonomía, etc., las cosas cambiaron. Las otras comunidades empezaron a tener un enfoque más proteccionista y dieron más prioridad a sus propios creadores. Esto provocó que viviéramos una pequeña crisis y, por tanto, menos giras. El tema político de Cataluña fue duro para nosotros porque creó una opinión de rechazo hacia toda la cultura en catalán.
En toda esta trayectoria, ¿cuál ha sido el momento más alto e inolvidable?
Creo que uno de los momentos más altos fue el estreno de Antaviana. De hecho, Xavier Fàbrega, crítico de teatro, hizo una crítica muy acertada del espectáculo en ese momento. Dijo claramente que con Antaviana, el teatro catalán pasó del blanco y negro al color. Lo decía porque hasta ese momento el teatro era una lucha encubierta en cada espectáculo. Pero hubo un momento en que decidimos que eso ya no tenía por qué ser así, no podíamos estar siempre haciendo militancia desde el teatro, y creamos una propuesta más lúdica y poética. Fue un cambio tan grande que fue un éxito rotundo.
Otro momento álgido, por supuesto, fue el estreno de Mar i Cel en 1988, porque era un espectáculo de gran formato. El gran musical en catalán al que nos atrevimos, apostamos todo y nos salió bien. Fue un momento muy importante en nuestras vidas y para Dagoll Dagom.
Mar i Cel se ha representado hasta cuatro veces. ¿Cómo ha ido cambiando o evolucionando el espectáculo a lo largo de estos años?
Mar i Cel se ha representado en tres ocasiones (1988, 2004 y 2014) y lo han visto más de un millón de personas. Este 2024, ha vuelto el espectáculo manteniendo la misma alma original por última vez.
La obra y el barco son los mismos. Pero es cierto que ha habido cambios radicales. Como por ejemplo el fondo, que al principio era pintado, y en 2014 lo hicimos con proyecciones que le daban más dinamismo al barco. El hecho de que se muevan el mar, el cielo y el barco realmente da esa sensación óptica de movimiento.
También la parte de luz y sonido ha mejorado mucho. Ahora hay leds y muchas más opciones para poner los focos, lo que permite una iluminación más precisa y especial. Y en cuanto al sonido, claro, ahora el Teatre Victòria, que es de Antonio Díaz, tiene un equipo de sonido muy potente, con un nivel tecnológico comparable al de los musicales ingleses o americanos.
Mar i Cel es como Shakespeare, es un espectáculo con un drama muy bien trabado y con una temática que no pasa de moda, desgraciadamente. Cada edición que hemos representado recuerda los conflictos que existen actualmente en el mundo. Es un espectáculo que impacta mucho por eso.
En esta edición ha habido hasta tres generaciones de espectadores disfrutando del espectáculo. ¿Cómo os hace sentir esto?
Francamente, me hace mucha ilusión, porque desde el principio nosotros queríamos hacer teatro popular. Venimos de la izquierda más izquierda y realmente creemos firmemente que la cultura es un derecho, y que debe estar al alcance de todos. No queríamos hacer un teatro para intelectuales, queríamos poner peldaños culturales para que todos pudieran acceder.
Si los espectáculos están subvencionados por la administración pública, deben llegar a todos. Siempre hemos querido democratizar la cultura.
Y claro, ahora cuando ves una familia entera en el teatro es muy emocionante. Porque significa que volverán a casa y podrán comentar el espectáculo juntos, y eso le da a la cultura una dimensión mucho mayor y deja huella en todas las generaciones.
¿En este sentido, qué hace falta para que la cultura tenga el apoyo que se merece? ¿Es necesario invertir en educar al público del futuro?
El apoyo ha mejorado en los últimos años, pero tenemos que decir que aún queda camino por recorrer. Todavía hay carencias, somos conscientes de que los presupuestos se pueden y deben ampliar para el sector cultural.
Nosotros, como productores de cultura, somos conscientes del valor y los beneficios que aporta la cultura a la sociedad. Por eso, defendemos que se le dé un valor de primera necesidad, porque acceder a la cultura no es un lujo, es un derecho de primera necesidad.
El teatro es un arte muy emocional que transforma. La gente cuando sale de ver un espectáculo sale psicológicamente diferente, siente que ha podido hacer un baño de pensamiento, ha reafirmado valores y su pensamiento crítico. Y esto, actualmente, es más necesario que nunca, es esencial. Es muy importante que la sociedad tenga estos puntos de reflexión.
Por eso, apostamos desde hace años por el público escolar. Ahora con Mar i Cel hacemos una función escolar cada semana con 1200 niños. Y hace años que nos dedicamos a redactar guías didácticas que siempre enviamos para que en clase puedan preparar el antes y el después de la función.
Hemos conseguido que la administración dé ayudas para que las escuelas vayan más al teatro, pero hay que potenciarlo más y facilitarlo. Todos debemos tener claro que este es el público del futuro y hay que cultivarlo desde ya, no podemos esperar.
¿Y la profesión, dejará de ser precaria? ¿Animaríais a alguien a dedicarse a este sector?
El sector cultural, aquí y en todo el mundo, es precario. Es una profesión que todo el mundo puede hacer, si tiene el don. Es cierto que puedes estudiar y formarte, naturalmente, pero al final es una carrera totalmente vocacional.
Pero no hay el consumo necesario para dar trabajo a todo el mundo. Los buenos y los que tienen suerte son los que se pueden acabar dedicando.
¿Cómo ha evolucionado el teatro catalán?
Desde que empezamos, podemos decir que ha subido mucho el número de público, el nivel actoral, y también el de los músicos. Aunque muchos de ellos son nuestra orquesta desde hace años.
También ha habido cosas negativas. La irrupción de la televisión y las plataformas de streaming ha creado una disrupción entre la escena y la pantalla. Ahora muchos actores y actrices trabajan en el teatro y en la tele, y esto no permite una estabilidad en el equipo de artistas de los espectáculos cuando luego se hacen giras. Los actores y actrices tienen otros compromisos, lo que dificulta la continuidad y el éxito de un espectáculo.
¿Cómo os imagináis la última función de Mar i Cel? ¿Cómo será o qué diréis en esta bajada definitiva del telón?
¡Uy, no sé cómo imaginarlo! Pero nosotros somos muy “fiesteros”, así que seguro que acabamos con una gran fiesta.
¿Creéis que las carteleras de teatro se quedarán un poco huérfanas sin vosotros? ¿O el panorama teatral catalán ya hace tiempo que vive un cambio?
Quizás al principio sí se notará que ya no estamos, pero estoy convencida de que habrá un renacimiento y se harán cosas nuevas.
El legado que dejamos es haber podido ver todos nuestros espectáculos, y todos los formatos diferentes que hemos hecho desde la opereta de Mikado hasta L’Alegria que passa, que era un teatro más híbrido.
Ya hay muchas compañías haciendo cosas interesantes y seguro que vendrán cosas muy chulas.
¿Ya tenéis pensado qué vais a hacer ahora? ¿Cómo será vuestro día a día? ¿Continuaréis implicados en este mundo después de tantos años?
Joan y Miquel ya están jubilados, uno cocinando y el otro recogiendo naranjas en Valencia. Yo asesoraré a compañías y además estoy ocupada con el nuevo espacio Texas. También estoy llevando el Poliorama. No tengo tan claro que ya me haya retirado del todo.