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El proyecto: revisamos la estructura y los objetivos tras su ejecución
Con el cierre del año llegan a su fin muchos proyectos que demandan una reflexión sobre el cumplimiento o no de sus objetivos,la revisión del trabajo realizado a través de sus actividades, y los aprendizajes derivados de éstas, con tal de asegurar el propósito y el sentido de la existencia del propio proyecto y sus planteamientos. Es el caso del proyecto Aulas en Acción: “La vida en el centro: Situaciones de Aprendizaje para la Transformación Social desde la Ciudadanía Global”, financiado por el ayuntamiento de Madrid en el marco de su convocatoria de proyectos de Educación para el Desarrollo Sostenible y la Ciudadanía Global 2023. Llegando ahora a su fin, no queremos desaprovechar la ocasión para revisar y recopilar todo lo aprendido y vivido a través de su ejecución.
Tal y como contamos en un artículo previo en este mismo diario (AULAS EN ACCIÓN: Educación para el Desarrollo y la Ciudadanía Global para transformar el mundo desde el aula) el proyecto fue diseñado y ejecutado a cargo de la Fundación Jóvenes y Desarrollo, y está estructurado en tres bloques, según los resultados perseguidos y la población a quién se dirigen.
En primer lugar (R1), el proyecto persigue reforzar las capacidades del profesorado madrileño (tanto de educación formal, como no formal) para implementar una Óptica de Aprendizaje Global en las aulas. Este enfoque implica y contribuye a integrar algunas de las directrices de la LOMLOE, ya que en ella destacan tanto la importancia de la educación por competencias a través de situaciones de aprendizaje, como la necesidad de incorporar elementos esenciales de la Educación para el Desarrollo Sostenible y la Ciudadanía Global dentro del currículo educativo. En este sentido, las ideas de Miguel Ardanaz (expuestas en el artículo anteriormente mencionado) fueron visionarias y, gracias a continuar su legado, nuestra entidad ha sido pionera en marcar el camino, hace ya 15 años, para lograr algunas de las directrices establecidas por esta ley. Para todo ello, el proyecto proponía un programa de actividades de formación y seguimiento dirigido al profesorado madrileño, de forma gratuita y personalizada, incluyendo un programa de mentorización para el diseño y la implementación de estas Situaciones de Aprendizaje integrando la Óptica del Aprendizaje Global. A través de ellas, se promovía una ciudadanía activa y participativa, así como el desarrollo de la Ciudadanía Global y la Iniciativa Solidaria en las aulas.
En segundo lugar (R2) tenemos las actividades dirigidas al alumnado e implementadas en las aulas de 5 institutos públicos de la ciudad de Madrid y dos centros de educación no formal, que conforman el corazón del proyecto y cuyo objetivo se declara en su título: Aulas en Acción. La intervención en cada uno de los centros partió de la obra de teatro foro del artivista senegalés Thimbo Samb: “El Sueño es Vida”, y una versión itinerante del proyectoIndestructibles(de Alfons Rodriguez y Xavier Aldekoa) como experiencias y contenidos disparadores de los subsecuentes talleres implementados por el personal técnico de la entidad Jóvenes y Desarrollo. Estos talleres trataron de acompañar y canalizar los aprendizajes evocados por ambas propuestas culturales, para devolver una mirada solidaria al entorno local propio de las personas jóvenes, así como la motivación para tomar iniciativas activas de cambio. Se trabajó con cada grupo (en total más de 500 jóvenes) la relación entre los problemas que conocen a escala global (el cambio climático, la desigualdad económica y de género, el hambre, el acceso a la salud, etc.) con sus contextos y realidad local, para despertar con ello su conciencia ciudadana y capacidad de acción, y buscando inspirar la toma de iniciativa solidaria por parte de sus aulas. Para esto último se convocó el 11º Certamen de Iniciativas Solidarias, donde reunimos sus propuestas y premiamos con dotación económica y acompañamiento profesional para su ejecución, a las ganadoras.
Por último, el tercer objetivo del proyecto (R3) concierne la participación de toda la ciudadanía madrileña para desarrollar una conciencia crítica y solidaria en su entorno local y entre territorios. Para ello se plantean diversas actividades de sensibilización y fortalecimiento de redes y tejido solidario entre distintos agentes de la comunidad educativa y de la población local. Notablemente, cabe destacar la proyección del documental de Indestructibles seguida por un coloquio con los autores del mismo, con convocatoria pública y gratuita en los cines embajadores y alcanzando aforo completo. Con esto, pero también a lo largo de todas y cada una de las actividades del proyecto, hemos ido constatando tanto la necesidad como el entusiasmo con las que son acogidos los espacios de diálogo y encuentro en la sociedad civil. Bien sea a través de los espacios participativos que se generan dentro de las aulas, a través de eventos culturales -como puede ser la inauguración de una exposición, o su visita guiada-, o simplemente en la participación en las reuniones de la Mesa de Educación de distrito centro, o en los espacios formativos propuestos al personal docente, todas estas actividades, su razón de ser y su éxito tienen en común que habilitan un espacio para dialogar, practicar una escucha activa y la construcción participativa de ideas colectivas. Podemos concluir que el principal aprendizaje de la puesta en marcha de este proyecto ha sido una verificación continua de que el cumplimiento de su objetivo general, es decir, construir sociedades que se dirijan hacia el cumplimiento de los objetivos del desarrollo sostenible poniendo la vida en el centro, pasa necesariamente por dar valor y construir estos espacios. Además constatamos la complejidad y las dificultades respecto a cómo generarlos y desarrollar las herramientas necesarias para que dentro de ellos aprendamos a cooperar y a trabajar de una manera justa, empática, cuidadosa y solidaria, para con ello poder abordar los desafíos del futuro. La ejecución de este proyecto a lo largo de 2024, nos ha permitido también identificar algunos de estos obstáculos en nuestras prácticas cotidianas y educativas, y ahora de cara al nuevo año nos parece pertinente revisar y sincerarnos con cuáles son estos obstáculos y cómo podemos abordarlos. A continuación trataremos de llevar a cabo con rigor pero también amabilidad esta revisión, que nos permitirá de paso contextualizar y apoyar las demandas y necesidades latentes en las comunidades educativas madrileñas. Demandas que a través de la práctica se revelan inaplazables para la construcción de una sociedad más justa desde el ámbito educativo.
Aprendizajes y preguntas
Con la certeza de la importancia de los espacios de reflexión participativa, se descubre simultáneamente la carencia de ellos y los déficits de los existentes. Principalmente en las aulas, pero inextricablemente en las posibilidades del profesorado, el principal obstáculo al que se enfrentan tanto alumnado como personal docente en la persecución de sus aspiraciones y objetivos tanto individuales como de construcción colectiva es la carencia de espacio-tiempo.
Esto es algo que se refleja y experimenta por extensión en la ejecución de este tipo de proyectos, que tratan de hacerse un hueco en las ya apretadas agendas de docentesa quienes no les quedan horas en el día para formaciones, y difícilmente pueden priorizar una que no esté homologada por mucho que personalmente les interese. O que tratan de infiltrarse en el plan anual de centros tan saturados al principio de curso de aspiraciones y propuestas, como superados durante su transcurso de plazos, trámites y obligaciones burocráticas.
También lo vemos cuando el alumnado tiende a confundir el respiro que supone el taller de los contenidos curriculares examinables, así como en general las propuestas de ocio y distensión con la “perdida de tiempo” o la falta de seriedad. Otras veces, cuando el propio taller instiga a que se pregunten acerca de lo que realmente necesitan para estar mejor comprobamos que las respuestas más repetidas rondan la necesidad de descansar, de no sentir estrés, agobio, ansiedad, el miedo a las notas y a sentirse insuficiente, necesitar gestionar mejor el tiempo, etc. Aunque tampoco nunca falla la respuesta corta: “dinero”.
Y es que no podemos evitar observar el perfecto paralelismo a la hora de hacer frente las realidades adversas a las que les exponían las historias de Indestructibles. “¿Cómo podemos ayudar a las personas con quien compartimos el mundo y que sufren?” Pues les damos dinero, porque no tenemos tiempo para nada más. Ni siquiera para pensar.
Es un sentimiento que resulta preocupantemente comprensible y fácil de empatizar, incluso para el personal técnico de una fundación sin ánimo de lucro, expertas en innovación pedagógica y análisis crítico, personas entusiastas llenas de energía empática y creencias esperanzadas sobre la transformación social y la construcción de un mundo más justo desde la educación y la cultura… Aún con ello nos resulta terriblemente familiar este sentimiento que entremezcla el agotamiento, el estrés, la saturación de información y el nihilismo, y nos lleva a la inevitable conclusión de que “si el mundo pudiera ser justo, no sería mi vida tan precaria”. Esta lógica frenética de imperativos inmediatos e impersonales en la que nos encontramos todas, profesionales, docentes, alumnado, familias, amigas, y que se impone en todas las actividades que planteamos, por encima de sus propósitos pacíficos y sociales, nos lleva a hacernos las siguientes preguntas:
¿Caben en la educación las iniciativas solidarias?
Queremos creer que sí. La Ley LOMLOE desde luego da pie a ello, pero la transición hacia su implementación está siendo difícil. No es porque falte voluntad desde el profesorado, que llegan a sacrificar sus ya escasa horas de descanso para continuar formándose, y que nos cuentan en las sesiones de mentoring cómo constatan que el aprendizaje interactivo, por proyectos o la implementación del DUA, tienen resultados palpables e inmediatos en la experiencia educativa de su alumnado. Pero los procesos necesarios de adaptación y formación parecen no caber en el espacio tiempo.
Por el contrario, sí podemos verificar cada vez con más premura la necesidad de ser y construirnos como ciudadanas y ciudadanos aptos para ello. La reciente catástrofe de la DANA en Valencia puso sobre la mesa a una escala crítica y decisiva dos cosas que consideramos extremadamente pertinentes para esta reflexión. En primer lugar, que la sociedad civil no carece de iniciativa y voluntad solidaria. Y en segundo lugar, que tenemos mucho que mejorar respecto a nuestras herramientas de cooperación y mecanismos de coordinación colectiva para canalizar dicha iniciativa. Una vez más, lo único que todas supimos hacer (o qué más rápido se nos ocurría) fue comprar cosas o dar dinero. Y ahora se revela de nuevo ante nosotras que no sabemos ni tenemos tiempo para acompañar el duelo y la injusticia, y dar cabida a la escucha necesaria para que nuestra iniciativa descubran qué necesidades deben atender.
La respuesta a esta pregunta se revela por tanto paradójica: sí caben y son necesarias pero desde luego les falta espacio. Un espacio que se construye en primer lugar a partir de organismos públicos operativos y competentes, comprometidos con las necesidades de la ciudadanía.
¿Es posible integrar una óptica de aprendizaje global en las aulas a través de nuestras actividades?
Por desgracia, también son estas situaciones extremas las que nos obligan a preguntarnos y tomarnos en serio qué podemos hacer para evitar que esto ocurra y cuáles son realmente las causas que nos han traído hasta aquí. La DANA también nos ha vuelto a alertar de qué solo reaccionamos cuando nos sentimos vulnerables, cuando podemos empatizar verdaderamente con la sensación de que nos podía haber ocurrido a nosotras. Pero es necesario que esta reflexión nos abra el camino hacia una comprensión más profunda de lo que significa ser parte de una ciudadanía global, en la que todo está interconectado y los problemas del mundo son nuestros problemas. Me afectan, porque me siento ciudadano/a del mundo y reconozco que la solidaridad no puede ser solo una reacción ante la adversidad, sino un compromiso permanente con los demás. Es necesario que hagamos este proceso de empatía y reflexión pero es urgente hacerla antes de que llegue la catástrofe.
Las actividades que proponemos en estos proyectos provocan precisamente situarnos en el cauce de este pensamiento. Bien sea a través de la fuerza con la que nos interpela Thimbo haciéndonos cuestionar nuestro modelo de vida o nuestra acogida a personas migrantes en una sociedad en teoría «no racista», o presentando referentes de juventud empoderada africana a través de la exposición del proyecto de Indestructibles, que nos muestra con su ejemplo de vida una mirada positiva de esperanza y nuevos futuros posibles, al mismo tiempo nos dan pie a acercar y abordar las problemáticas globales en las que participamos y compartimos.
¿Qué necesita el profesorado para activar las aulas?
Desde luego, a grandes rasgos hemos comprobado que el profesorado necesita espacios y recursos adecuados que posibiliten una formación continua que les permita innovar y adaptarse a las necesidades del alumnado. Sin embargo, lo más importante que podemos concluir es que tanto al profesorado actual como a la juventud (que representa el profesorado del futuro) no les faltan ideas, ganas ni predisposición. Un claro ejemplo de esto fue la experiencia vivida durante el proyecto tras la inauguración de la exposición de Indestructibles en el CES Don Bosco de la mano de los autores, donde los estudiantes universitarios inspirados por la experiencia decidieron tomar la iniciativa de convertirse en guías de sus compañeros y compañeras de clase. Este gesto, espontáneo y lleno de entusiasmo, no solo dio un valor inesperado al proyecto ampliando su alcance, sino que llegó a despertar el interés de otras universidades, que vieron en este modelo una forma de replicar y ampliar la iniciativa. Estas dinámicas demuestran que, con las condiciones adecuadas, como son las que a menudo las que se propician en el espacio de este tipo de proyectos, la creatividad y el compromiso del profesorado y el alumnado no tienen límites. Es por eso que, a modo de conclusión, consideramos imperativo unirnos a las demandas del profesorado madrileño en la defensa de una educación pública y de calidad, que garantice estos espacios de participación y desarrollo sostenible y de ciudadanía global, transversalmente para toda la comunidad educativa.