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El mercado laboral se ha vuelto más exigente y competitivo. Cada avance supone un reto para los trabajadores y las empresas. Pero las diferentes barreras externas que provocan grandes desafíos para ambas partes producidos por los factores externos como el entorno económico, político y tecnológico, afectan de forma imprevisible a la volatilidad del mercado comercial y laboral.
Como ha ocurrido en las diferentes etapas de la historia del trabajo, el ser humano ha tenido que adaptarse al progreso y la evolución constantes. Primero, con la industrialización que trajo consigo la necesidad de aprender los procesos mecánicos. Posteriormente, la globalización con la necesidad de adaptación a un entorno exigente por la ampliación geográfica comercial y competitiva, que desempeñó en un sistema multicultural y con exigencias lingüísticas. Hasta llegar a día de hoy, con una nueva revolución tecnológica con la irrupción de la inteligencia artificial, que está transformando las habilidades necesarias para obtener el éxito profesional.
Por ende, la formación académica ha sido y es el punto de partida para adquirir los conocimientos teóricos para desempeñar las tareas encomendadas. Es la base para obtener las oportunidades. Sin embargo, la experiencia es el conocimiento práctico, resolución de problemas y desarrollo de las habilidades que permiten la eficacia y eficiencia en los roles determinados.
Este binomio inseparable y complementario es la exigencia actual de las demandas en las vacantes de perfiles profesionales. Pero no basta solo con adquirir estas competencias sino que hay que nutrirse de conocimientos constantemente para mantenerse al día ante nuevas tendencias, herramientas y procesos para responder de manera ágil a los cambios por la volatilidad del entorno. En este contexto, cuando se hace referencia a la formación continua y complementaria es una necesidad, más cuando en la actualidad en muchas ofertas de trabajo cualificado existe más demanda que oferta fruto de la normalización y crecimiento de la formación profesional y universitaria.
Para ilustrar la necesidad de la formación continua y especializada, imaginad un médico de cabecera interviniendo quirúrgicamente sin una especialidad, o a un cirujano aplicando técnicas médicas de los años 80. Pensad en un abogado laboralista defendiendo un caso penal sin disponer de esta especialidad, o en ese mismo letrado desconociendo la reforma laboral. De manera similar, visualiza un operario que tras la introducción un sistema de maquinaria automatizada es incapaz de adaptarse por falta de capacitación y formación.
Aquí es donde la formación continua combate con los factores externos para asegurar la capacidad de adaptación con el entorno y el rol que desempeñar, al mismo tiempo, resalta la importancia de la especialización.
Desde mi experiencia personal y profesional, las empresas que fomentan e invierten en la formación de los empleados, más allá de lo meramente adquirido con la experiencia, consiguen una mayor retención de talento y fortaleza en su competitividad. A su vez, los empleados que aprovechan estas ofertas formativas se preparan ante el progreso y desarrollo profesional para conseguir más oportunidades tanto internamente como externamente. En el caso de aquellos que no disponen de estas oportunidades, invertir por sí mismo en formación continua es la oportunidad de crecer y fortalecer las habilidades profesionales.
Invertir en conocimiento es el plan estratégico para garantizar el desarrollo personal y profesional, que abre oportunidades y ofrece competitividad.
Desde mi experiencia, las empresas que fomentan una cultura de aprendizaje continuo e invierten en formación para sus empleados consiguen una mayor retención de talento y fortaleza en su competitividad por los constantes cambios que redefinen las reglas del juego.
Los empleados que aprovechan estas ofertas formativas se preparan ante el progreso y desarrollo profesional para acceder a oportunidades mayores tanto dentro como fuera de la organización porque consiguen aportar un valor mayor o diferencial. Por otro lado, quienes no disponen de estas oportunidades por la empresa y, además, tengan barreran tanto económica como de tiempo, deben reflexionar sobre los beneficios de invertir por sí mismos en formación. Esta inversión es clave para el desarrollo profesional y para fortalecer sus habilidades. Así como para disponer de herramientas para garantizar la competitividad en el entorno laboral. Ya sea para el progreso dentro de la empresa como para la búsqueda y aparición de nuevas oportunidades en el mercado.
En definitiva, la formación continua y especializada es el plan estratégico de inversión en conocimientos para el presente y futuro tanto personal como profesional. El compromiso de quienes deciden seguir con una formación continua será la garantía de estar preparados para los desafíos que están por llegar. La búsqueda de conocimiento de manera proactiva es la clave para hacer frente a la competitividad del mercado laboral. Así estar preparados para las nuevas oportunidades, donde la capacidad de adaptación y conocimiento es un factor determinante para el éxito a largo plazo.