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La situación del profesorado y del alumnado parece estar empeorando rápidamente en los últimos años. Así, al menos, lo constatan Fundación SM y Educo ONG en su estudio conjunto ‘Mejorando la protección y el bienestar en las escuelas’.
Según los datos que han recogido, aunque el estudio es cualitativo, el 38 % del profesorado trabaja con distanciamiento e indiferencia, una cifra que hace 15 años, según un informe previo de SM, se encontraba en el 2 %.
El capítulo 2 del informe se centra en la indiferencia y distanciamiento emocional. Ambos se convierten en estrategias que el profesorado utiliza ante situaciones que le sobrepasan como la frustración, la impotencia y el desgaste que le puede producir enfrentarse a cómo está su alumnado y las capacidades y soluciones que pueden poner en marcha. “Yo voy a terapia porque me di cuenta de que muchas veces estaba riñendo a mi hija y es por la carga que llevaba de aquí y por el estrés. Por la impotencia acabas explotando donde no debes”, cuenta en el informe una docente de un instituto escuela de Cataluña.
El informe destaca que «tanto el distanciamiento como el establecimiento de límites se consideran condiciones necesarias como barreras de protección y mecanismos para no perder el control».
Entre las razones para esta situación se encuentran la dificultad creciente en la gestión de la diversidad en las aulas sumada a unas ratios que no bajan. “Veinticinco alumnos que vienen de casas diferentes, con medios distintos, con estimulación y motivaciones diferentes en una clase no es viable porque de esos 25, hay 5 o 6 con muchísimas necesidades”. Así se explica un docente de Galicia, testimonio que recoge el informe.
Esta complejidad se ve dificultada por unas ratios elevadas que «no ayudan en nada a que un profesor trabaje cómodo y pueda desarrollar bien su papel. Creo que es uno de los mayores problemas que hay hoy en día», afirma una profesora.
A estas dos importantes situaciones se vienen a sumar otras circunstancias que señalan las y los docentes que han participado en las encuestas y grupo de discusión como son la desconexión entre la formación y las necesidades reales en la aulas, la burocracia excesiva o los cambios legislativos constantes.
La elevada burocratización de la enseñanza y el aumento de la dificultad en el aula acaban obligando a alargar las jornadas laborales mucho más allá del horario de permanencia en el centro. En uno de los grupos de docentes se decía: «No nos da tiempo a hacer nada en el cole. Entonces, eso supone luego un trabajo extra para tener que hacerlo en tu casa, sin poder desconectar, estás todo el día con el cole en la cabeza».
A esto se suman experiencias como la inestabilidad de quienes empiezan en la profesión en la pública, como interinos e interinas que no terminan de arraigar en el centro porque están cambiando cada poco tiempo. «No tienen apenas tiempo de establecer vínculos con colegas de profesión ni con alumnos y alumnas».
Alumnado
El estudio también pone la mirada sobre la situación en la que se encuentra el alumnado después de que hayan pasado cinco años desde la declaración del estado de alarma y el confinamiento y cierre de centros educativos.
Según el profesorado, chicas y chicos están acusando situaciones complejas que se reflejan en las aulas en mayor o menor medida a través de tres situaciones que tienen localizadas. Por una parte, ven una mayor vulnerabilidad socioemocional, reflejada en una baja autoestima y escasa tolerancia a la frustración.
También han detectado un aumento de las conductas disruptivas que achacan a la falta de atención en sus casas y, finalmente, han detectado dificultades para mantener la concentración.
El profesorado cree que estas tres circunstancias o reflejos se deben, a su vez a dos cuestiones que pueden estar influyendo negativamente en el bienestar de chicas y chicos. Por un lado están las relaciones personales, empeoradas por la dificultad de madres y padres de dedicar tiempo de calidad a sus hijos. Por el otro, el uso de las tecnologías, que califican de excesivo y que, como resumen en un grupo de discusión de docentes de la concertada madrileña, supone que «muchos de nuestros alumnos vienen totalmente dormidos porque a lo mejor han estado con el móvil o con las redes sociales o con Internet hasta las 3:00 h de la mañana».
Ante estas y otras circunstancias que afectan negativamente a la convivencia en los centros educativos, tanto al profesorado como al alumnado, desde SM y Educo ONG apuestan por la potenciación de la figura del la o el coordinador de bienestar mandatada por la Lopivi.
Aunque dicha figura entró en vigor hace ya un par de años, la formación y los requisitos que se exigen son muy desiguales entre comunidades autónomas, además de que no tienen horas dedicadas a dicha labor, lo que acaba suponiendo una nueva carga de trabajo que se añade a las propias.