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Últimamente ando bastante confundido con esto de la educación madrileña. Según parece, el gobierno de Ayuso ha descubierto que la mejor manera de innovar en educación es volver al modelo de la antigua EGB. Esa que teníamos hace más de 30 años. Yo, en mi humilde ignorancia, pensaba que habíamos avanzado algo desde entonces, pero evidentemente estoy equivocado.
Debo estar equivocado, porque yo creía que impartir la ESO completa en un mismo centro era importante para evitar cambios traumáticos a los chavales en plena adolescencia. Pero resulta que lo mejor es dejarlos hasta 2º de ESO en los colegios y luego, cuando estén en plena crisis existencial a los catorce años, enviarlos al instituto. Es lógico: cambiar con doce es terrible, pero hacerlo a los catorce es genial. Seguro que hay estudios científicos que lo respaldan, aunque yo no los conozca.
También debo estar equivocado pensando que la estabilidad educativa es positiva. Yo creía que era bueno que los alumnos tuvieran el mismo equipo de profesores durante varios años, para favorecer un seguimiento adecuado y coordinado. Pero parece que me equivoqué de nuevo, porque ahora tendremos profesores que cambian cada año, que van de un colegio a otro con contratos parciales, impartiendo materias que no son las que han estudiado, y corriendo de aula en aula. Seguro que es fantástico para la calidad educativa y la tranquilidad de docentes y alumnos.
Debo estar totalmente equivocado cuando pienso que la educación secundaria necesita instalaciones específicas, como laboratorios o aulas de tecnología y música. Parece ser que me he perdido la noticia de que esas cosas ya no son necesarias, porque los presupuestos para 2025 no incluyen ni un solo euro para estos espacios en esos centros. Evidentemente, es que no deben hacer falta. Probablemente se hagan los experimentos de química en la cafetería o en el patio, y yo no lo había pensado.
Y ahora que lo pienso, quizá estoy equivocado incluso en creer que el modelo actual necesitaba una actualización sensata y debatida. Porque es cierto: han pasado más de treinta años desde que se implantó la ESO con la Logse. En su momento, ya hubo debate sobre si debían ser cuatro años de secundaria obligatoria y solo dos de Bachillerato.
Lo que sí podría haberse hecho, si de verdad se quería revisar el modelo, era abrir un debate riguroso, contar con la comunidad educativa, y mirar con honestidad lo que se hace en otros países. Por ejemplo, en Francia, donde la secundaria inferior tiene tres años (el Collège) y la superior (el Lycée) otros tres. El primer año del Collège francés (sixième) equivale a nuestro 6º de Primaria, lo que facilita la transición. Y luego, en el Lycée, el alumnado escoge entre vías académicas o profesionales de tres de duración, tal y como recomienda la literatura pedagógica, y no de dos como el Bachillerato y la FP de Grado Medio en España. No parece una mala idea.
Y es que, además, con este modelo, el gobierno del PP madrileño se ahorra construir nuevos institutos. ¿Para qué invertir en nuevos centros si podemos apretujar a los adolescentes en los colegios que ya existen? De hecho, los primeros centros donde se va a aplicar esta medida están en barrios donde justamente hacía falta construir nuevos institutos. El ahorro económico es evidente. Yo pensaba que las decisiones educativas se tomaban por el bien del alumnado, pero parece que no es así.
A las familias se las tranquiliza hablando de ampliación de jornada y conciliación, aunque en realidad esa jornada ampliada apenas se ha implantado en unos pocos de estos centros. El comedor se mantiene… pero no se garantiza que todas las familias puedan asumir el coste. A los docentes de primaria se les sugiere que quizá podrán dar clase en secundaria, ignorando que la ley lo impide.
Y lo más curioso es la confusión nada casual que se ha generado en torno al concepto de CEIPSO. Porque sí, en Cataluña existen centros donde se imparte primaria y secundaria juntos. Incluso en Madrid hay CEIPSO completos. Y en algunas zonas rurales de España, los dos primeros cursos de la ESO se imparten excepcionalmente en colegios, pero bajo la tutela de un instituto. Lo que no se da en ningún lugar de Europa es lo que se está haciendo aquí: trocear una etapa educativa entera y hacerlo sin un plan pedagógico detrás, solo con un interés económico evidente.
Mientras tanto, nadie hace nada. Ningún organismo alza la voz de forma efectiva. Todo está dicho, todo está escrito y, sin embargo, nadie actúa. La Consejería anuncia sin tapujos en su página web y Ayuso en la Asamblea de Madrid que solo se impartirán 1º y 2º de ESO en estos medios CEIPSO, por llamarlos con propiedad, y que a partir de 3º el alumnado volverá al instituto. Es decir, que trocearán la etapa educativa. Y lo dicen abiertamente, sin consecuencias. Llama la atención que esto de presentar dos cursos como si fueran una etapa entera aparezca hasta en artículos de prensa y se siga llamando CEIPSO a lo que no lo es. ¿Ignorancia? ¿Intención deliberada de ocultar la realidad? Debo estar equivocado yo, seguro.
Porque incluso en la normativa lo disfrazan de CEIPSO completo para evitar recursos. Para seguir engañando a todo el mundo todo el tiempo. Aunque, claro, solo se deja engañar quien quiere dejarse engañar. Una operación de maquillaje político disfrazada de reforma educativa, que avanza sin apenas resistencia mientras todos fingen no ver lo evidente.
Y, además, este invento solo se aplica en la red pública: la privada y concertada seguirá con el modelo actual, con sus recursos, su profesorado estable, su etapa bien ordenada. La red pública, en cambio, troceada, sin continuidad, con menor calidad y estabilidad del profesorado, irá degradándose poco a poco, convirtiéndose en subsidiaria. Al final solo quedará en los barrios donde a la privada no le interese abrir centro alguno. Vamos, como un servicio de beneficencia que cubre lo que el mercado no ve rentable. Pero seguro que también me equivoco en esto.
En resumen, debe ser que llevo toda la vida equivocado pensando que una educación pública de calidad necesita inversión, estabilidad, recursos adecuados y un modelo pedagógico coherente. La verdad es que ahora, gracias a esta brillante reforma educativa madrileña, me doy cuenta de lo confundido que estaba. Seguramente este sea el camino correcto: menos recursos, más improvisación, y regresar a un modelo que creíamos superado hace tres décadas.
Pero bueno, debo estar equivocado, claro.