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En su artículo “¿De verdad el aprendizaje activo es una moda? Cien años después seguimos con los mismos debates” M. del Mar Sánchez Vera, la profesora de la Universidad de Murcia, se hacía eco del debate educativo actual en el que escuchamos voces que cuestionan la eficacia del aprendizaje basado en proyectos (ABP) y otras metodologías activas por parte de quienes las califican de «inventos pedagógicos modernos» o de meros «juegos». Voces que abogan por la rigurosidad que supuestamente ofrece el método tradicional basado en la difusión del conocimiento por parte del profesor y la demostración de su adquisición a través de pruebas escritas por parte del alumno. Y tras su lectura me detengo a recordar cómo he vivido en estos 18 años de experiencia docente en más de una decena de centros de educación secundaria de la Región de Murcia esos primeros días de septiembre en los que el profesorado nos cuestionamos cuál es nuestro punto de partida. Y hay concurrencia: esas reuniones se centran en el objetivo de encajar a la fuerza el currículo en el libro de texto (que sigue siendo el elemento vertebrador de la práctica docente), en establecer qué instrumentos de evaluación nos van a permitir seguir evaluando sobre todo a través de exámenes tradicionales y cómo vamos a justificar (solo en el papel) el uso de metodologías activas.
La realidad que yo he vivido no presenta esa dicotomía entre lo tradicional y lo moderno porque lo segundo aún no se ha instaurado de manera general en los centros de secundaria. El aprendizaje competencial, la cesión del protagonismo al alumnado o el uso de metodologías activas son excepciones que unos pocos profesores se atreven a defender. Y digo atreven porque hay que lidiar con las voces que efectivamente se alzan en contra, voces de tus propios compañeros que creen que si otros lo hacen acabarán viéndose obligados a salir de su zona de confort.
Como a la Sita Carapapel de los Simpson en aquel capítulo si de un día para otro desaparecieran los libros de texto, apenas habría alternativa. Si bien es cierto que percibo que esto está cambiando en infantil y parece que esa tendencia se contagia poco a poco hacia primaria, en secundaria son una minoría los profesores que trabajan “de otra manera”.
En este punto me pregunto, sobre todo después de haber pasado las últimas semanas saboreando el Enseñar distinto, de Melina Furman, cuál debería ser el punto de partida. Antes de la LOMLOE el currículo establecía los aprendizajes de los alumnos con unos contenidos conceptuales claros que marcaban el ritmo (y éramos conscientes de nuestra obligación convertida en obsesión: “Dar toda la programación”); sin embargo, cuanto más competencial es el currículo y más abiertos los criterios de evaluación, los docentes
podemos y tenemos la obligación de plantearnos qué y cómo queremos que nuestros alumnos aprendan.
Así, frente a la tentación de sucumbir a la inercia, un grupo de profesores del IES Jiménez de la Espada de Cartagena nos cuestionamos ya en 2024 qué necesidades presentaban nuestros alumnos. Chicos que, acostumbrados a comunicarse por escrito a través de redes sociales, presentaban un cierto rechazo hacia la comunicación oral. (Podríamos preguntar a cualquier madre o padre si su hijo adolescente le coge el teléfono cuando lo llama). Así, la necesidad de promover dinámicas en busca de la mejora de la expresión oral, pero manteniendo en el horizonte otros objetivos como el fomento del trabajo en equipo, el aprendizaje competencial, la educación en valores, el desarrollo del pensamiento crítico o la atención a la diversidad fueron nuestros puntos de partida.
El proyecto de innovación «La voz como herramienta educativa: un proyecto de doblaje y locución» que fue galardonado por el CPR de la Región de Murcia y el INTEF entre sus “Premios Nacionales a Experiencias Inspiradoras para el Aprendizaje” demostró que la innovación no es una moda (como cuestionaba M. del Mar) sino un imperativo pedagógico. Nuestro propósito no fue otro que dotar a los estudiantes de las herramientas necesarias para entender y actuar sobre el mundo.
Así, de modo interdisciplinar, consolidamos la práctica del doblaje al español, murciano, inglés y francés y desarrollamos proyectos de locución a través de la creación de podcast audiovisuales, telediarios o anuncios con contenido social, entre otros, consiguiendo integrar esta herramienta en el IES Jiménez de la Espada.
Nuestro proyecto es tremendamente útil. Tradicionalmente el sistema educativo español se ha centrado en la dimensión metalingüística del estudio de las lenguas marginando las dimensiones pragmática y expresiva. Como consecuencia, abogamos por la necesidad de establecer estrategias que estimulen la oralidad en el ámbito educativo, para que, al finalizar la etapa, nuestros adolescentes sean comunicadores competentes, arma (la comunicación) imprescindible para el desarrollo académico, laboral y social. En resumen, trabajar la oralidad constituye una actividad clave en la educación por ser uno de los principales instrumentos de expresión cuyo dominio abre las puertas a nuevos conocimientos. Se habla para mejorar la comprensión auditiva, la capacidad de expresarse, la gestión de la información, el pensamiento crítico y el aprendizaje de nuevos conocimientos.
Ya es incuestionable (así lo avalan todos los estudios sobre neuroaprendizaje) que la innovación en el aula y el uso de metodologías activas benefician tanto a alumnos como a docentes y mejoran la calidad de la enseñanza. Y así lo corroboran los resultados obtenidos. Hemos fomentado la inclusión al trabajar en equipo y hacerlos protagonistas de su aprendizaje; ha mejorado la autoestima de todos pues, con mayor o menos esfuerzo, han sido testigos orgullosos de los resultados finales; y hemos atendido a la diversidad
del aprendizaje a través de las pautas que establece el DUA garantizando la accesibilidad de todo el alumnado y aceptando diferentes manifestaciones de un mismo producto final para fomentar sus habilidades particulares.
El impacto emocional ha sido notable. Alumnos que tradicionalmente tenían dificultades con la expresión oral encontraron en el micrófono una vía para mejorar su nivel y ganar confianza y autoestima. Otros, absentistas, únicamente asistían a clase cuando sabían que trabajábamos en el proyecto. Quizá, uno de los ejemplos más conmovedores de la fuerza de la innovación en la inclusión fue el caso de los alumnos con TEA. De hecho, la implementación del proyecto nació de la madre de un alumno adolescente con autismo
entusiasmado con el doblaje, entusiasmo que contagió a otros alumnos ACNEAE. Al ofrecer un rol protagónico y una práctica auténtica acorde a sus intereses, el proyecto cumplió con el deber de ampliar diferentes competencias y demostrar que las instituciones pueden ser lugares en los que los estudiantes florecen. Al apostar por proyectos que exigen capacidades, ofrecen autenticidad y promueven la autonomía a través del uso de la voz como herramienta creativa, aseguramos que la educación tenga sentido para quienes aprenden, brindándoles una plataforma de despegue sólida para desplegar sus
alas en el futuro.
Existe un camino probado hacia el éxito académico y personal de nuestros estudiantes: aquel que les cede el micrófono, literalmente.

