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La velocidad y abundancia de la propaganda camuflada como información, el constante apremio de nuestros tiempos, el empeoramiento de las condiciones de trabajo y, sobre todo, las llamadas políticas aceleradas, dificultan el conocimiento y la respuesta a fenómenos muy reales como la digitalización de la educación. También conocida como transformación, en sustitución de la peligrosa palabra “revolución”. Situación a la que se suma la falta de divulgación social de los trabajos de los investigadores universitarios, que con frecuencia son los que pueden arrojar luz sobre estos temas, al disponer de los medios, aunque siempre escasos, de investigación [1].
Tanto la sanidad como la educación se han convertido, desde los años de irrupción del neoliberalismo, en un campo de actuación de los agentes económicos tanto grandes (FMI, Banco Mundial, OCDE), como pequeños. En tal grado y con tal despliegue de medios, que sus instrucciones han sustituido por completo a las pedagógicas. Esto naturalmente ha ido acompañado de una seria campaña de desprestigio tanto del profesorado como de los y las pedagogas.
La principal de estas instrucciones es que la educación tiene que someterse y encaminarse a formar a la clase trabajadora del futuro, un futuro que estos agentes están seguros de conocer y dominar; por lo tanto, los objetivos de la educación han de ser la digitalización y la formación económica, dejando a un lado por completo la instrucción ciudadana y el desarrollo de las personas como tales. La educación, también, ha de ser un negocio y es tratada no como un bien social sino como una mercancía.
Curiosamente estos objetivos encajan a la perfección con los beneficios astronómicos que los dictadores de esta estrategia vienen obteniendo y prevén obtener del negocio de la educación [2]. Tal es el caso, tras muchos años de operar internacionalmente con las redes de la privatización y digitalización educativa, de Google, Microsoft, etc. Un negocio poliédrico que condena a la ciudadanía a ser cliente de por vida de las grandes compañías a escala planetaria y concretadas en España en la alianza HAZ, cuyos servicios no son en absoluto gratuitos.
A la vez se desvían grandes cantidades de dinero público a las empresas. Por ejemplo, tengamos en cuenta los contratos con la administración para el plan de “resiliencia”. Tal y como señala Geo Saura, con el programa escuelas concertadas se generan «las primeras dinámicas importantes pro privatización a través de enormes ganancias económicas otorgadas bajo la creación de los mercados tecnológicos a raíz de la conectividad» [3]. Así los contratos públicos para estas escuelas son, en Andalucía, de 48.460.047,01 euros para Telefónica; de 19.482.174,00 en Madrid para Orange, o de 10.587.574,84 euros para Vodafone en Murcia, por poner algunos ejemplos de este buen reparto. Inversión que habrá que multiplicar dada la velocidad de la obsolescencia de todo lo vinculado al mundo digital.
No contentos con el negocio Vodafone se mete a pedagogo y junto con las también pedagógicas empresas que integran HAZ [4], ha creado un grupo de trabajo para la exploración del currículo de las competencias y de los futuros sistemas que las evaluaran. En cambio, no se ha realizado, ni presumiblemente se realizará, una evaluación de los resultados obtenidos, ni de los trastornos creados [5], por lo que antes de la pandemia ya era un uso bastante generalizado y con frecuencia abusivo de dispositivos digitales, desde las pizarras digitales a los teléfonos del alumnado. La “innovación” e, incluso, la formación del profesorado se supeditan por completo a las empresas y a sus objetivos económicos, camuflados eso sí como filantrópicos y sociales.
Urge pues revisar, al menos, la asociación entre innovación y digitalización, el abuso de los medios digitales y su efecto sobre el conocimiento y la salud del alumnado, las nuevas y lacerantes condiciones de trabajo del profesorado y el desvío constante de fondos públicos a las empresas privadas. Claro está, si es que no queremos poner en manos de los ejecutivos de Google y compañía un bien tan preciado como la educación.
Referencias
[1] Véase por ejemplo: https://www.ei-ie.org/en/item/25245:pandemic-privatisation-in-higher-education-edtech-university-reform o https://revistas.ucm.es/index.php/TEKN/article/view/69547/4564456554261
[2] La trillonarias cifras del negocio educativo: https://www.holoniq.com/edtech-in-10-charts
[3] https://dialnet.unirioja.es/servlet/articulo?codigo=8538440
[4] https://www.fundacionendesa.org/es/prensa/noticias/2020/octubre/presentacion-haz-alianza-por-la-educacion – https://www.saladeprensa.vodafone.es/c/notas-prensa/np_primera_junta_haz/
[5] Michel Desmurget, Península, 2020. Demencia digital, Manfred Spitzer, Ediciones B, 2013