“El abuso sexual es lo peor que le puede pasar a un niño, porque tú de pequeño puedes comprender muchas cosas, pero el abuso sexual no lo puedes entender, no sabes qué te está pasando y no empiezas ver que aquello que te ha pasado no es normal hasta que eres más grande. El abuso hace mucho daño a la persona que lo sufre, y por eso es tan importante en primer lugar hacer prevención, pero también detectarlo lo antes posible, hacer justicia lo antes posible y reparar el mal lo antes posible, de aquí la importancia que trabajáramos conjuntamente”.
Así se explica Ester Cabanes, directora general de la DGAIA (la dirección general de Atención a la Infancia y la Adolescencia), que coordina desde hace dos años un equipo de trabajo interdepartamental para mejorar todos estos procedimientos relacionados con este infierno invisible, que en los últimos años ha aflorado a partir de denuncias por agresiones que tuvieron lugar en el pasado a centros educativos de titularidad religiosa (la mayor parte), pero que, de hecho, se producen sobre todo en el ámbito doméstico. “En un 90% los casos que nos llegan son intrafamiliares, el agresor acostumbra a ser alguien del entorno familiar de la víctima”, afirma Cabanes.
El nuevo modelo que se empezó a gestar hace dos años se ha traducido, por ahora, en la primera Barnahus catalana (y, de hecho, la primera en todo el Estado): un centro con aspecto de ludoteca, sobre todo en cuanto al mobiliario de las varias habitaciones, situado en Tarragona, en el cual un equipo pluridisciplinar (un tándem formado por un trabajador social y un psicólogo) recibe a la presunta víctima del abuso y su familia, y hace todo el trabajo que hay que hacer para conocer su caso a fondo. Entre otras cosas, allí se hace también lo que se conoce como prueba preconstituïda, que es la declaración judicial del menor a partir de una charla con un técnico especializado del Departamento de Justicia que va introduciendo las preguntas que quieren formular el juez, el fiscal y los abogados.
La Barnahus ahorra a la víctima lo que en términos clásicos sería un interrogatorio, igual que le ahorra el largo y penoso recorrido por varias instancias de aspecto hostil (como son los juzgados, comisaría, hospital, servicios sociales…), puesto que son estos otros profesionales (policías, funcionarios de justicia, psicólogos clínicos) quienes se desplazan a “la caseta”, como lo denomina Cabanes, y lo mismo hacen todas aquellas personas que rodean la vida del menor y pueden ayudar a conocerlo mejor. “Los niños no llegan a solas a la DGAIA –recuerda Cabanes–, llegan por medio de los maestros, los pediatras, las enfermeras, el monitor del ocio, el educador del centro abierto…”
En esta gestación han participado cinco Departamentos de la Generalitat (Trabajo, Asuntos Sociales y Familias, del cual cuelga la DGAIA, que ha liderado el proyecto, con Educación, Salud, Justicia e Interior), y ha contado con la colaboración de la ONG Save the Children, que de hecho es la que venía promoviendo hacía tiempo este modelo, que funciona con éxito desde hace una veintena de años en los países nórdicos. También ha contado con el apoyo de la Fundación “la Caixa”, la cual ha promovido un ciclo de conferencias, tablas de diálogo y talleres a lo largo del último año del cual ha surgido un informe, Cap a la Barnahus, donde se recogen las principales ideas y propuestas de mejora que han surgido de este ciclo.
74 casos en medio año en el Camp de Tarragona
En realidad, Barnahus es el nombre islandés, el oficial ahora mismo es “Unidad integrada de atención a niños y adolescentes víctimas de abusos sexuales”. Y tiene una parte visible, que es la caseta y sus profesionales, y “otra que hay detrás, que es una comisión que tenemos en Tarragona en la cual hay representantes de todos estos departamentos, y además hay una magistrada, una fiscal y un miembro del Instituto de Medicina Legal y Forense, este grupo es el que hace que la unidad salga adelante y que todos seguimos la misma línea”, comenta la directora general.
El dato –escalofriante– es que por la Barnahus han pasado ya 74 niños y adolescentes desde abril. Formalmente las instalaciones se inauguraron a finales de julio, pero, en el contexto del confinamiento y el riesgo de incremento de estos casos, la unidad ya empezó a operar unos meses antes. 74 casos, teniendo en cuenta que esta unidad solo da servicio a los que tienen lugar en el Camp de Tarragona, de los cuales la mitad son niños y la otra mitad adolescentes, y de los cuales hay muchas más niñas (52) que niños (22).
Para Cabanes, este desequilibrio tiene una explicación: “Un abuso sexual es un proceso de seducción, y que no es de un día para el otro. «Ven aquí, yo te querré como nadie te quiere, eres mi princesa…», esto es lo que hace que sea mucho más complicado de descubrir que, por ejemplo, una agresión física. Pero es que, además, en el caso de los chicos todavía es más difícil, no solo porque les cuesta más de admitir que han sido abusados sexualmente, sino porque aparece el sentimiento de culpa y de dudas sobre la identidad sexual, «me tildarán de homosexual y dirán que es culpa mía»”. Prácticamente el 100% de los abusadores sexuales de menores son hombres.
¿Qué puede hacer la escuela?
El trabajo de coordinación interdepartamental tiene que servir no solo para tratar los casos con más humanidad cuando llegan, sino también para mejorar la detección y la prevención. En este punto tiene un papel importando la escuela, y de aquí que se está trabajando en dos líneas: dar herramientas a los maestros y tutores para que tengan más capacidad de identificar los síntomas de un posible caso de abuso sexual, puesto que la experiencia dice que en la mayor parte de casos la sorpresa es mayúscula incluso para quien conocen el niño y su familia, y analizar como esta temática puede llegar a las aulas. “Es un hecho tan horroroso que no todo el mundo está dispuesto a hablar”, dice Cabanes.
Todavía tendrán que pasar unos meses, quizás un año, para que este modelo se pueda extender al resto del país, puesto que antes sus estándares tienen que ser evaluados y aprobados por Promise, una organización de Estados europeos que apuestan este modelo de abordaje, y al cual se ha sumado Cataluña, por ahora en periodo de prueba. Paralelamente, la agencia pública Ivàlua está también evaluando el procedimiento y el impacto de la unidad. Una vez se superen estos exámenes, la previsión es que se cree una unidad integral a cada uno de los territorios en que se divide la DGAIA, que son Camp de Tarragona, Tierras del Ebro, Lleida, Girona, Barcelona ciudad, Barcelona metropolitana y Barcelona comarcas, si bien, según comenta la directora general, “aquí la implementación será más rápida, puesto que la coordinación ya la estamos construyendo ahora en todos estos territorios”.