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En los últimos años se está formando una ola de cambio educativo en España desde determinadas escuelas y colectivos de profesores que se han atrevido a transformar y superar el modelo pedagógico tradicional. No nos referimos a aisladas innovaciones de aula sino a “sujetos colectivos” que han creado nuevas formas de enseñar, aprender, evaluar y vivir la educación. Se trata de una ola de cambio genuina que viene desde abajo, parte de contextos situados muy locales y son el resultado creativo de una profunda reflexión superadora del paradigma escolar tradicional.
El aprendizaje basado en proyectos (ABP) es una de las formas más extendidas de globalización curricular que, con matices distintos, aplican todas las escuelas de innovación transformadora. Un rasgo significativo de esa oleada de cambio genuino consiste en coincidir y rescatar el espíritu de la Escuela Nueva de principios del siglo XX para actualizarlo en pleno siglo XXI. El ABP fue propuesto por la Escuela Nueva y creado por William Heard Kilpatrick (1871–1965), discípulo de John Dewey, ahora hace casi un siglo.
Menos conocido es que el andaluz Fernando Sáinz Ruiz (1889-1957), maestro socialista e inspector que llegó a ser jefe de inspección durante la II República, fue el introductor en 1931 del ABP aplicado a las escuelas rurales españolas. También introdujo la experiencia del plan Dalton de Helen Parkhurst (1887-1973) que proponía la educación sin libros de texto ni asignaturas y organizada en laboratorios temáticos por especialistas del mundo real para investigar y educar junto a los maestros. El modelo de escuelas Amara-Berri y otros institutos y escuelas públicas están desarrollando fórmulas muy similares de globalización curricular.
El ABP es un método de trabajo y aprendizaje globalizador, sistemático, riguroso, reflexivo y meta-cognitivo que parte de un interrogante o un desafío y que permite integrar las inteligencias múltiples, los grupos cooperativos, el aprendizaje significativo, la creatividad, la asertividad y el pensamiento divergente. Plantear un interrogante sencillo (¿cómo llega la luz eléctrica a las ciudades? por ejemplo) supone un desafío bajo la guía del profesorado de diversas disciplinas (física, sociales, artes, literatura…) que pasa a trabajar de forma colaborativa y creativa para generar aprendizajes auténticos, culminando con algún prototipo, producto o proyecto a exponer en público. Las relaciones sociales en el aula, el curriculum oculto, la autoridad docente y la motivación del alumnado cambian de forma radical al adoptar este tipo de pedagogía invisible que diría Basil Bernstein.
En Estados Unidos, el ABP es muy utilizado en las charter schools y las whole school designs recibiendo el apoyo moral del presidente Barack Obama en 2009 cuando ensalzó este método al decir “que es un ejemplo de cómo deberían ser todas las escuelas públicas”. En dicho país el ABP o expeditionary learning se extiende en 160 escuelas que implican a 53.000 estudiantes y unos 4.000 profesores. El 43% de estas escuelas son de primaria, el 37% de nivel medio y el 20% son high school. Al ser un país con potentes estadísticas de resultados y pruebas-test, podemos conocer el impacto, eficacia y equidad del ABP en comparación con el modelo estandarizado de escuela. Los alumnos de las escuelas que practican el ABP superan a sus pares de otras escuelas que no siguen el ABP, tal y como refleja el gráfico 1. De media, obtienen 10 puntos porcentuales más de logro en lectura y 6 puntos porcentuales más en matemáticas.
Gráfico 1. Diferencia de resultados entre alumnos educados en ABP en relación a sus pares demográficos en puntos porcentuales
(Estados Unidos, 2012-13)
Por condición social, las escuelas que se han adherido al ABP en Estados Unidos tienen una composición mayoritaria de familias pobres y de bajos ingresos en el 57% de los casos. A pesar de la adversidad de estos contextos de alta complejidad socio-educativa, el impacto del ABP no rebaja el nivel sino que lo eleva y además tiene un mayor efecto capacitador que la escuela tradicional sin ABP. Por tanto, el ABP genera mayor equidad y una igualdad de oportunidades más capacitadora que la escuela pública estandarizada y académica que se resiste a transformarse.
Por colectivos, son los hispanos quienes se ven más beneficiados con 12 puntos más en lengua y lectura que otros hispanos en otras escuelas y con 10 puntos más en matemáticas sobre sus pares. Lo mismo pasa entre blancos, afro-americanos y alumnos de familias pobres respecto a sus pares en otras escuelas sin ABP.
Por tanto, las evidencias empíricas demuestran la efectividad del ABP sobre el modelo tradicional de enseñanza y el acierto histórico al que se anticiparon Kilpatrick, Sainz Ruiz o Parkhurst hace casi un siglo. Los procesos de innovación transformadora en primaria y secundaria se han de hacer más visibles, conocidos y evaluados. Representan una alternativa superadora y antagónica al modelo pedagógico que presupone la LOMCE demostrando que existen otras opciones que son viables, son más coherentes y responden mejor a las necesidades curriculares del nuevo siglo.
Si, además, su práctica correcta genera más equidad, es inexcusable para la izquierda educativa abrir un debate a fondo sobre el agotamiento del modelo escolástico, burocrático y estandarizado de escuela. No existe ningún paraíso al que volver, como decía Fernández-Enguita. Exacto. Hay que crearlo desde abajo, hacia los lados y hacia arriba. No partimos de cero, tenemos semillas que ya empiezan a brotar. A pesar de la LOMCE.
Xavier Martínez Celorrio. Profesor de Sociología de la Educación. Universidad de Barcelona.