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Como en otros terrenos, en el de la coeducación quienes llevan años portando el estandarte de la igualdad entre hombres y mujeres en las aulas sienten que siempre que hay un curso, una conferencia, una presentación de un libro… coinciden las mismas caras. Que el hecho de que esto se aborde en las clases de un modo transversal depende del voluntarismo de los docentes. Que desde los medios solo se interesan en lo que están haciendo si es 8 de marzo, Día de la Mujer, o 25 de noviembre, Día de Eliminación de la Violencia contra la Mujer. Que han sido los primeros en caer cuando ha habido recortes en formación del profesorado porque lo suyo se considera algo secundario.
Sin embargo, surgen ciertas fuerzas que parecen llevarles la contraria, demostrando que quienes se esfuerzan por ponerse las gafas lilas en su día a día no son minoría o, si lo son, cada vez hacen más ruido.
Empecemos por el pantalón
Precisamente la asociación Gafas Lilas contra las Violencias Machistas estaba detrás de una campaña que marcó este inicio de curso. Antes de que Trump convirtiera en viral el #dresslikeawoman, en reacción a su mandato de “vestir como una mujer”, ellas cuestionaron lo que es -en los centros educativos que emplean uniforme- “vestir como una niña”. Con #escolaresiguales pedían el uniforme único.
Hoy, Inés Herreros, presidenta de la asociación, nos explica cómo su acción ha servido para romper esquemas: “Hemos mostrado una realidad que ha dolido, porque no son solo los concertados -más de la mitad obligan a las niñas a llevar falda- o los privados, también hay públicos que diferencian la ropa por sexos”. Además, ya están viendo cómo “a nivel particular, y fruto de la reflexión” ha habido centros que han cambiado su uniformidad o han surgido grupos de madres que reivindican que se deje de imponer la falda.
Fue su hija Sina, de ocho años, y una amiga, quienes le abrieron los ojos a esta jurista, que sostiene que “la igualdad no es negociable”. Para Herreros, que a raíz de su protesta se ha encontrado con movimientos similares en otros países, como Trousers for all, en el Reino Unido, con la imposición de la falda no se está respetando el artículo 14 de la Constitución y se está vulnerando la Lomce, que nombra en 27 ocasiones la palabra igualdad. Además, si en 2011 el Tribunal Supremo consideró discriminatorio obligar a usar uniformes distintos en la empresa privada no entiende por qué no lo es en la escuela: “Estamos diciéndoles a las niñas que las estamos educando en igualdad, ¿Qué sociedad igualitaria les estamos vendiendo si a la vez las obligamos a llevar falda aunque no quieran?”. “Quizá con cinco o seis años les da igual que se les vean las braguitas. Con siete ya no les da tan igual, y a los 8, 9, 10, 11 años, después de muchos ‘No separes las piernas’, ya se han dado cuenta de cuál es su espacio en la vida”, prosigue Herreros, para quien “sería más honesto que se les dijese a esas niñas que estamos en el camino hacia la igualdad, que hoy hay una igualdad formal pero no real y que en ese proceso queremos ir de su mano”.
El libro
¿Cómo elaborar un plan de igualdad sin recurrir al corta-pega y sin que sirva solo para cubrir el expediente? El libro de reciente aparición Escuelas libres de violencias machistas (de momento, disponible a través de Amazon o pidiéndolo en sidecarlibros@gmail.com) responde a esas y otras cuestiones, y se presenta como la guía definitiva también para aquellos docentes que no han tenido la oportunidad de formarse oficialmente en igualdad. Protocolos para alumnado LGTBI, prevención de violencias machistas con parejas y exparejas y de todas aquellas violencias y diversifobias que tienen su germen en los centros educativos, estrategias para conseguir una escuela libre de violencias machistas… el abanico que ofrece este manual es muy amplio y llega en un momento en que según una de sus autoras, Kika Fumero, “percibimos que el mismo profesorado, incluso aquel que solía asegurar ‘Ya tenemos igualdad’, ‘Ya las chicas están más espabiladas’… se está echando las manos a la cabeza por problemas graves de violencia de género en sus aulas, y está demandando formación, con lo que muchos ayuntamientos, universidades, institutos de la mujer… se están moviendo”.
En su caso, fue la Universitat de les Illes Baleares a través de su colección de estudios de violencia de género la que reunió a las tres formadoras, a la socióloga Carmen Ruiz Repullo, de Andalucía; a la profesora de Lengua y Literatura, Marian Moreno, de Asturias, y a Kika Fumero, de Canarias, pero esta última cita, por ejemplo, el hito que ha supuesto la creación de la Oficina de Diversidad Sexual e Identidad de Género de la Universidad Complutense, con Ignacio Pichardo y Mercedes Sánchez al frente.
El mismo equipo del libro está ahora detrás de la próxima creación de un Observatorio Coeducativo LGTBI estatal, encargado de prevención y estudios, pero también a disposición de los equipos directivos, los profesores, el alumnado o las familias que sean testigos o víctimas de algún tipo de violencia de género, sexual o agresión por LGTBIfobia. Un espacio también para resaltar buenas prácticas en coeducación, como las que Fumero ha podido experimentar en algunos de los centros en que ha trabajado, como el IES Cabo Blanco de Tenerife, “donde, del mismo modo que existe una semana cultural, existe una semana de la diversidad afectivo-sexual… semana en que hay todavía familias que prohíben ir a sus hijos al instituto; pero yo me quedo con las 100 restantes encantadas con esta formación”. “Estas y otras iniciativas, como las que en Canarias lleva a cabo la asociación Algarabía o CanariEduca (Diversigualdad y Pluraleando) nos dicen que algún día lograremos escuelas libres de violencias machistas”.
La formación inicial
Se quejan los expertos de la formación permanente, de que haya comunidades autónomas en que la persona encargada de coeducación sea elegida a dedo, para completar su horario (frente a otras donde hay que estar formado para ejercer como coordinador de igualdad), pero lo cierto es que la formación inicial también deja mucho que desear.
Lo sabe bien Amparo Alonso-Sanz, profesora de Didáctica de la Educación Plástica y Visual en la Universidad de Valencia, obligatoria en 2º para el grado de maestro de Primaria. Sin embargo, ella trata de corregirlo en sus clases, de sensibilizar a sus alumnas y alumnos como un día hicieron con ella en la facultad de Bellas Artes.
Así, este curso han podido ver cómo “la homofobia y el comportamiento machista son las dos caras de la misma moneda, parten del mismo origen”.
El detonante fue una visita a la exposición de la pareja Cabello / Carceler en el IVAM. A partir de ella reflexionaron sobre qué situaciones les colocaban a ellas (la mayoría del alumnado son chicas) en situación de desigualdad de género: “Es curioso, al principio ninguna reconocía que sufriera ningún tipo de discriminación, pero comenzamos a desgranar qué se espera de una maestra, de un maestro, por qué no hay el mismo número de maestros en Infantil y Primaria, por qué los equipos directivos son mayoritariamente masculinos en un mundo de mujeres… y a detectar comportamientos machistas y micromachismos”.
Aquello fue solo el principio. Por equipos, eligieron la técnica más adecuada para seguir reflexionando a través del arte. Muy reveladora fue la performance, de un día de duración, en que compañeros compinchados se dedicaron a hacer comentarios machistas, o a adoptar actitudes machistas, ante la pasividad del resto de la clase. “Fue muy potente, les sirvió para visibilizar hasta qué punto conviven con ello en su día a día sin reaccionar, y logré el grado de compromiso que esperaba y despertar su mirada, adormecida por la educación reglada”, explica Alonso-Sanz, que reconoce que el hecho de que estos contenidos apenas tengan su reflejo en el currículo “genera temor en los futuros maestros y maestras sobre cómo afrontarlo en sus clases y la respuesta de los padres”.
El día a día en el aula
“Para nosotros, la perspectiva de la coeducación es muy importante, la tenemos en cuenta en nuestro día a día, cada minuto del día… Somos una escuela rural muy pequeñita, con 32 alumnos y cinco profesores, y todos lo tenemos muy interiorizado como una parte de nuestra identidad”, nos explica Kalen Arce, del colegio de Albárzuza, en Navarra. “Tanto, que ante un texto, por ejemplo, son las mismas niñas de cinco o seis años las que nos preguntan, “¿Pero por qué no estamos? ¿Por qué no nos ponen a nosotras?”.
En la misma línea trabajan en el colegio Gloria Fuertes de Alcázar de San Juan (Ciudad Real), que ya allá por 1999 fue premiado por el Ministerio de Educación por educar en igualdad. Vicente Montiel, maestro de Infantil, nos explica cómo este fue uno de los principios pedagógicos y sociales del colegio desde que se abrió el centro, en 1995, y se redactó su proyecto. Además, de la mano del ayuntamiento y junto con otro centro trabajan ahora en un proyecto integral de barrio sobre coeducación, incluyendo el matiz de la diversidad cultural: “Partimos de que los modelos que recibe el alumnado no son siempre coeducativos, intentamos intervenir y modificar”.
En su etapa, por ejemplo, han visto a qué juegan los niños y las niñas, qué hacen los papás y las mamás, quién hace las tareas domésticas, quién plancha, quién limpia, quién barre, quién friega. “Aquí la respuesta era siempre ‘mamá’, y a veces papá ayudaba, por eso surgió un taller de plancha, pero quienes planchaban eran los padres, un taller en que se barría y se limpiaba la clase… También en clase jugábamos a planchar, a limpiar la mesa, a barrer, y una vez a la semana cada uno se limpiaba sus zapatos… con lo que trabajábamos su autonomía personal, su cuidado y, también, la coeducación”, ilustra Montiel.
Los cursos y proyectos
Si desde 2000 el MECD ofrece el curso tutorizado en línea Coeducación: dos sexos en un solo mundo, además acaba de lanzar, a través del INTEF, la primera edición del MOOC Educar en igualdad , que lograba, en 48 horas desde que se abrió la inscripción, 1.119 inscritos, lo que, según el Ministerio, “demuestra un elevado interés por este curso”, en modalidad abierta y en línea, y gracias a un convenio de colaboración con el Ministerio de Sanidad, Servicios Sociales e Igualdad.
Otras iniciativas, como el proyecto piloto NOA, promovido por Psicólogos sin fronteras, con la financiación de Fundación Telefónica y la colaboración del área de educación para el desarrollo de la AECID, también vienen respaldadas por su buena acogida.
De momento en cinco centros públicos de Madrid, con NOA (de No Agresión) se pretende, según una de sus coordinadoras, Nuria Cordero, “dotar a los niños de herramientas alternativas al comportamiento violento”.
Fue en su trabajo desde 2010 en el programa psicoeducativo para condenados por violencia de género, de 21 a 63 años, donde a Cordero le surgió la idea: “Me decían: ‘Esto lo tenía que haber aprendido yo cuando tenía 10 años’”. Convencida de que frente a la violencia machista es necesario intervenir a edades tempranas, ahora trabajan en sesiones a partir de 5º de Primaria, en las que se centran en la comunicación, la asertividad, el respeto, la empatía… la inteligencia emocional. También trabajan en FP (Integración social, Animación cultural y turística y Educación Infantil), para dotar también de información y pautas a personas que trabajarán con niños. Y con los docentes y con las familias.
“Convenzo a los niños de que lo que aprendemos -la escucha activa, la ayuda, la empatía- hay que entrenarlo todos los días”, explica Cordero, para quien “los niños de hoy tienen muchos conocimientos, mucho acceso a la información, pero no tienen tanta educación para ser capaces de decir cómo se sienten, y la falta de expresión de emociones puede estar detrás de la violencia, que se convierte en un atajo para lograr lo que uno quiere”.
Más info: noa@psicologossinfronteras.net